Extra?o ser Ram¨®n Buenaventura
Ahora, con Angelika Steiner, pintora, a la que debe tambi¨¦n el aprendizaje del sosiego, con sus nietos, vive en cierto reposo, obligado tambi¨¦n por esos pies a los que responsabiliza de su quietud
Ha puesto palabras espa?olas a Rimbaud y a Francis Scott Fitzgerald, como traductor, y algo de los dos tiene este tangerino que est¨¢ a punto de cumplir 80 a?os y siempre ha estado en los equipos juveniles de la vida. ?l fue el creador de aquella antolog¨ªa, Las diosas blancas, con la complicidad de los editores de Hiperi¨®n (Maite Merodio, Jes¨²s Mun¨¢rriz), y ahora ha sido ¨¦l mismo v¨ªctima de una antolog¨ªa de su obra po¨¦tica, Tal vez vivir (Edual).
Esta vez ha hecho de Ram¨®n Buenaventura una mujer, Isabel Gim¨¦nez Caro, que ha ido al tu¨¦tano (biogr¨¢fico, vital, po¨¦tico) de este se?or que, seg¨²n ¨¦l, ¡°est¨¢ agotando sus ¨²ltimas capacidades¡±. Generalmente se queja de la salud, pero es porque no tiene los pies ligeros. ?l tiene respuestas para todo; las tuvo como publicitario, como conversador, como veloz corresponsal de sus amigos. Pero ante esas fotos del ni?o que lleva dentro declara que no sabr¨ªa qu¨¦ decir. Aunque se confiesa olvidadizo, porque quiz¨¢ se olvid¨® de una cita de Mallarm¨¦, recuerda todo lo malo (y todo lo bueno).
En esas fotograf¨ªas que ha encontrado est¨¢ su vida vieja, su vida de muy joven. Sus compa?eros de colegio, el pariente cura, la piscina, el mar, T¨¢nger volviendo a la vida, como en sus poemas. Hay un muchacho que saca la cabeza del agua y no recuerda qui¨¦n es. ¡°?Ah, era el hijo del director del instituto!¡±. Y se llamaba Le¨®n, como Le¨®n Aulaga, uno de los alter ego que lo acompa?an en sus ficciones autobiogr¨¢ficas (como El a?o que viene en T¨¢nger) o en sus poemas. Dej¨® T¨¢nger en la adolescencia, pero nunca ha sido de otro sitio. Es, como Albert Camus, un extranjero en todas partes, tambi¨¦n en Madrid y en la literatura, e incluso en su generaci¨®n. Se form¨® como poeta leyendo franceses e ingleses y ni con los nov¨ªsimos, a cuya edad pertenec¨ªa, tuvo contacto o afinidad.
Tan extranjero fue desde chiquito que quiso escribir en otras lenguas, y cuando ya tuvo conciencia de que quiz¨¢ en espa?ol le entender¨ªan m¨¢s, se invent¨® un lenguaje, en el que hay, dice, ¡°t¨¦rminos arcaicos, juegos¡± que lo emparentan con Julio Cort¨¢zar, uno de sus santos. Es t¨ªmido hasta cuando no lo parece, y si habla (como un torrente) es para escapar de las preguntas. Si se repasa la autobiograf¨ªa que constituyen los poemas recogidos en Tal vez vivir no queda otro remedio que pensar que para ¨¦l debe ser extra?o ser Ram¨®n Buenaventura, como a determinada hora del d¨ªa le resultaba extra?o a Lorca llamarse Federico. Pues est¨¢ hecho Ram¨®n de tantos nombres propios (13, me parece que tiene) que no ser¨ªa extra?o que tambi¨¦n tuviera distintas identidades. De hecho, hasta Buenaventura es un nombre propio, pues su primer apellido es S¨¢nchez.
Extra?o ser, pues, Ram¨®n Buenaventura. ¡°Es cierto. Siempre me he sentido muy extra?o con ser yo. Hay momentos en los que hago o pienso cosas que me extra?a hacer o pensar porque no s¨¦ de d¨®nde vienen, porque nada en mi entorno hac¨ªa prever que me fuera a comportar as¨ª¡±. Lleg¨® a Madrid en agosto de 1958, cuando Madrid ten¨ªa el color del ala de las moscas. De este pa¨ªs supo lo que le contaba su padre, tan de derechas como su madre. Fue nadando a contracorriente y se sinti¨® raro ¡°incluso para m¨ª mismo¡±. Se hizo como escrib¨ªa Juan Rulfo, tach¨¢ndose. Hasta ahora mismo. Deseduc¨¢ndose. Ahora, con Angelika Steiner, pintora, a la que debe tambi¨¦n el aprendizaje del sosiego, con sus nietos, vive en cierto reposo, obligado tambi¨¦n por esos pies a los que responsabiliza de su quietud. ¡°S¨ª, me he hecho borr¨¢ndome. Y a¨²n me detecto cosas que tengo que borrar¡±.
En sus poemas vive esa tendencia rulfiana a las tachaduras, y la capacidad para el ingenio del eslogan le viene de su pasado como ejecutivo publicitario. ¡°Solamente recuerdo lo que escrib¨ª para una cerveza: ¡®Cada botella de Gulder est¨¢ llena de Gulder¡±. Podr¨ªa ser un verso de sus poemas. ¡°?Qu¨¦ va! Es mejor lo que escribi¨® ?ngel Gonz¨¢lez para el restaurante El guacamole de Pedro ?vila: ¡®No diga tacos, c¨®malos¡±. ?Y hubo un momento en que ya fue del todo Ram¨®n Buenaventura? ¡°Cuando dej¨¦ de ser in¨¦dito y publiqu¨¦, a los 38 a?os, mi primer texto¡±. Ram¨®n Buenaventura Guillermo Lauro Alberto Emmanuel del Sagrado Coraz¨®n y de la Sant¨ªsima Virgen del Pilar. Todo lo que tuvo que tachar para ser Ram¨®n Buenaventura...
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.