La mujer que susurra a los actores
Llega a Espa?a la obra del portugu¨¦s Tiago Rodrigues protagonizada por Cristina Vidal, una de las ¨²ltimas apuntadoras del mundo, aclamada en el Festival de Avi?¨®n
Cristina Vidal, lisboeta de 62 a?os, es una de las ¨²ltimas apuntadoras en activo en el mundo. En Portugal quedan dos en el Teatro Nacional D. Maria II: ella y otro colega. Y ella tiene previsto jubilarse dentro de tres temporadas, despu¨¦s de pasar buena parte de su vida entre sombras, escondida en un cub¨ªculo o entre cortinones negros, ¡°vestida para ser invisible en la oscuridad. En el puente que une la realidad y la ficci¨®n. Nadando en la corriente de palabras que separa el mundo y el escenario. Esperando, observando, escuchando. Esperando un accidente. El error que nos recuerda que el teatro es parte del mundo. Y cuando el actor, en la angustia de su olvido, se ahoga en la realidad, cuando recuerda que es mortal (...) entonces ella sopla en su o¨ªdo, lo resucita, lo infla con palabras, le devuelve sus pensamientos, significados y gestos¡±.
Esto lo escribi¨® pensando en ella Tiago Rodrigues, director del Teatro Nacional D. Maria II, en el comienzo de su obra Sopro (soplo, en espa?ol), basada en recuerdos y an¨¦cdotas de Vidal en sus 40 a?os de oficio, mezclados con fragmentos de grandes textos de la historia del teatro, frases de S¨®focles, Shakespeare o Ch¨¦jov que alg¨²n actor olvid¨® y ella tuvo que susurrar. La propia Vidal aparece en escena, ejerciendo el papel que ha hecho toda su vida, pero esta vez a la vista del p¨²blico. ¡°Ahora que pueden verme por primera vez, sin duda habr¨¢n notado lo p¨¢lida que estoy. Mi piel no est¨¢ acostumbrada a las luces. Hoy corro el riesgo de perder mi amada palidez¡±, dice su personaje en una escena.
Sopro, que consagr¨® internacionalmente a Rodrigues tras triunfar en el Festival de Avi?¨®n de 2017, se ver¨¢ esta noche por primera vez en Espa?a (Teatros del Canal de Madrid, hasta el domingo) como parte de una larga gira por el mundo. No es un ejercicio de nostalgia por un oficio casi extinto, sino un homenaje a quienes son una especie de archivo vivo de la historia del teatro. Y una met¨¢fora del propio teatro y sus gentes.
Vidal asisti¨® a su primera funci¨®n a los cinco a?os escondida en la concha del apuntador del desaparecido teatro Monumental de Lisboa. Su t¨ªo era amigo del director y la metieron ah¨ª porque estaba prohibido que los ni?os vieran obras para adultos. No imaginaba entonces la cantidad de horas que pasar¨ªa en un lugar como ese en el futuro. Tampoco que con ella se extinguir¨ªa pr¨¢cticamente ese oficio.
?Es que los actores ya no olvidan? ¡°Nada de eso. Son seres humanos y como tales pueden tener un fallo de memoria en cualquier momento. Pero como el teatro siempre tiene problemas econ¨®micos, cada vez hay menos dinero para pagar a profesionales, se prefiere dar este trabajo a un actor que tenga un papel peque?o o a alg¨²n asistente¡ y as¨ª se ahorra el contrato del apuntador¡±, lamenta Vidal en una entrevista telef¨®nica con este diario. ¡°Y esto no se puede hacer de cualquier manera ¡ªprosigue¡ª. Hay que aprender a hablar en sordina, de forma que los actores te oigan, pero no el p¨²blico. Hay que estar en todos los ensayos para saber cu¨¢ndo pueden necesitar ayuda. Ver c¨®mo hace cada uno las pausas para no confundirlas con un olvido¡±.
La obra est¨¢ cargada de recuerdos de Vidal. Su primer d¨ªa de trabajo. Aquella infortunada noche que el p¨²blico vio su sombra porque tuvo que atravesar el escenario para ayudar a un actor que estaba sordo del o¨ªdo que le quedaba m¨¢s cerca. Su relaci¨®n con los actores. Y muchas de las frases que la apuntadora ha tenido que soplar en sus 40 a?os de carrera y que ha dejado subrayadas en sus libretos: ¡°Por mi parte, me gustar¨ªa saber: ?qui¨¦n derrib¨® el jarr¨®n?... Solo la muerte es real y cuando la vemos, todo retrocede por los pasillos de los sue?os... ?Oh, sombras respetables!... No te refugies en el silencio...¡±. De fondo, en el espect¨¢culo, unas vaporosas cortinas se mueven constantemente como evocando la brisa que un d¨ªa arrastr¨® esas palabras de la realidad a la ficci¨®n. Y viceversa.
Un oficio en extinci¨®n
Cuando Rosa Postigo empez¨® a trabajar como apuntadora de la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico (CNTC), se pas¨® horas practicando en su casa. "Pon¨ªa una vela encendida frente a mi boca y soplaba texto intentando que no se apagara. As¨ª aprend¨ª a hablar en el tono justo", recuerda Postigo. Eso fue en 1991. Ahora ya no es apuntadora, sino regidora. "Decid¨ª estudiar para reciclarme porque ve¨ªa que el oficio ten¨ªa poco futuro", explica. De hecho, ya no queda ning¨²n apuntador profesional en activo en Espa?a. La ¨²ltima, Blanca Paulino, que ejerc¨ªa tambi¨¦n en la CNTC, se jubil¨® hace un a?o.
Los apuntadores eran imprescindibles en el siglo pasado porque las compa?¨ªas sol¨ªan representar muchas obras de manera simult¨¢nea y los actores se quedaban a menudo en blanco. Todos los teatros sol¨ªan tener un hueco para ellos en el centro del escenario, la llamada concha del apuntador, que solo puede verse ya en museos. Hoy ning¨²n productor se plantea gastar dinero en estos profesionales: se conf¨ªa en que los ayudantes de direcci¨®n o alguien del equipo t¨¦cnico hagan casi espont¨¢neamente ese trabajo.
Solo han resistido hasta el siglo XXI los apuntadores de las grandes compa?¨ªas p¨²blicas, generalmente las especializadas en teatro cl¨¢sico. ¡°Es muy dif¨ªcil improvisar sin que se note cuando est¨¢s hablando en verso¡±, explica Postigo, que todav¨ªa hoy, desde su atalaya de regidora, es la m¨¢s r¨¢pida en dar auxilio cuando alguien se queda en blanco. Los actores siguen confiando en ella. ¡°En los ensayos ves ya d¨®nde puede haber problemas y durante las funciones est¨¢s alerta en esos momentos. Este trabajo engancha. Aprend¨ª a amar las palabras escuchando a los grandes maestros del verso en el teatro. Me le¨ª todos los libros que pude sobre c¨®mo decirlo¡±, afirma. Solo le qued¨® un sue?o por cumplir en su etapa de apuntadora: ¡°Soplar durante una funci¨®n alguna frase inventada por m¨ª¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.