Disertaci¨®n sobre la pureza
Paco Ure?a pase¨® una generosa oreja tras una brillante faena plena de retazos art¨ªsticos
ALCURRUC?N / MORA, URE?A, LORENZO
Toros de Alcurruc¨¦n, correctamente presentados, mansos, sosos y descastados.
David Mora: pinchazo, estocada tendida ¡ªaviso¡ª y cuatro descabellos (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Sufri¨® un puntazo corrido en la cara posterior de la cresta il¨ªaca derecha y herida superficial en el escroto. Pron¨®stico: leve.
Paco Ure?a: dos pinchazos ¡ªaviso¡ª y estocada baja (silencio); pinchazo y estocada ca¨ªda (oreja).
?lvaro Lorenzo: estocada muy trasera y dos descabellos (silencio); estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. 31 de mayo. Decimoctava corrida de feria. Lleno (22.920 espectadores seg¨²n la empresa).
La oreja que pase¨® Paco Ure?a del quinto de la tarde es m¨¢s que discutible porque estuvo precedida de un pinchazo en lo alto y una estocada ca¨ªda, pero lo que no admite discusi¨®n alguna es la completa disertaci¨®n sobre la pureza en el toreo que expuso en el tercio final.
Los sombreros que cayeron en su vuelta al ruedo fueron la constataci¨®n de que el torero murciano hab¨ªa desparramado torer¨ªa a borbotones en los 10 minutos que tuvo la muleta en sus manos. Y no fue la suya una labor conjuntada ni compacta porque el manso y soso toro mostr¨® en distintas ocasiones su decisi¨®n manifiesta de huir sin verg¨¹enza alguna de la pelea. Pero Ure?a lo mantuvo a su lado y consigui¨® convencerlo para pintar uno de esos cuadros que parecen inacabados, pero que transmiten gozo, armon¨ªa y esa ¨ªntima belleza, a veces contenida, que es el misterio emocionante del arte del toreo.
La lecci¨®n comenz¨® con unos ce?idos estatuarios y una primera trincherilla que fue un destello deslumbrante de torer¨ªa. Busc¨® Ure?a el terreno m¨¢s apropiado, plant¨® las zapatillas en la arena, se cruz¨® como mandan los c¨¢nones y oblig¨® a su oponente a embestir a pesar de su empe?o en deslucir los encuentros; y as¨ª se sucedieron algunos naturales de frente que supieron a gloria y pases de pecho largos, de pit¨®n a rabo. Nuevos remates, trincherillas, pases del desprecio, por bajo, un natural con la pierna flexionada, otro de rodilla y un pase de pecho monumental. Destellos brillantes todos.
No fue una faena al cl¨¢sico estilo, ni una obra terminada, sino pinturer¨ªas de un maestro, carteles de toros, un homenaje a la pureza del toreo, con la plaza entera arrobada por la textura y la gracia que surgieron de sus mu?ecas. El desacierto con el estoque emborron¨® la pincelada final, pero la generosidad de la afici¨®n andante permiti¨® que paseara esa oreja que hizo honor, tambi¨¦n es verdad, a la maestr¨ªa de un torero llamado Paco Ure?a.
Por su parte, cuando David Mora se perfil¨® para matar a su primer toro sab¨ªa el torero que no se jugaba m¨¢s que el silencio del respetable. La verdad es que su vuelta a Madrid, donde ha conocido el dolor y la gloria, no hab¨ªa comenzado de la mejor manera. Bueno, recibi¨® al toro con unas ver¨®nicas de buen aire y, momentos despu¨¦s, compiti¨® con Ure?a en un quite por ce?idas gaoneras. Y algo m¨¢s: tras el brindis a ?ngel Otero, miembro de su cuadrilla y que acababa de desmonterarse tras colocar un grandioso par de banderillas, inici¨® la faena de muleta con varios estatuarios y elegantes remates por ambas manos que hicieron abrigar toda esperanza.
Pero no hubo m¨¢s. Brill¨® la codicia del toro en los inicios sobre la claridad de ideas del torero. Cit¨® despegado, sin mando, al hilo del pit¨®n y todo se diluy¨® como un azucarillo. A su propuesta le falt¨® condimento y se not¨® que el tarro de su misterio torero carece hoy de contenido.
Entre la decepci¨®n general se perfil¨® para matar, se tir¨® sobre el morrillo, el toro lo enganch¨® de fea manera, el torero qued¨® colgado de los pitones y cuando lo estrell¨® contra el suelo parec¨ªa claro que Mora estaba herido de gravedad. Pero no. Milagro en Las Ventas. Horas extraordinarias de su ¨¢ngel de la guarda. Volvi¨® a la cara del toro y otra vez fue atropellado sin consecuencias en el encuentro. Premio gordo y serie.
La corrida de Alcurruc¨¦n, un petardo. Mansa y descastada. Nada pudo hacer ?lvaro Lorenzo con el peor lote m¨¢s all¨¢ de su pundonor juvenil, ni sus compa?eros de terna. Unas ver¨®nicas se?oriales y una tanda de hermosos naturales de Ure?a en su primero y probaturas bald¨ªas de Mora a su inv¨¢lido segundo.
La corrida del s¨¢bado
Toros de Zalduendo para Antonio Ferrera, Curro D¨ªaz y Luis David.
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