¡®Carasucia¡¯, un motor de alta gama
Un toro bravo y muy encastado salva el honor de la dura divisa de Valdell¨¢n
Carasucia era su nombre, salv¨® el honor de la ganader¨ªa y puso en entredicho el prestigio de su matador. Lo que son las cosas.
Era el tercer toro de la tarde, del hierro de Valdell¨¢n, y el festejo caminaba por un empinado precipicio hacia el desastre final, por el juego manso, desabrido, peligroso y birrioso a un tiempo de los dos primeros ejemplares que salieron al ruedo.
VALDELL?N / ROBLE?O, VICENTE, ESCRIBANO
Toros de Valdell¨¢n, bien presentados, desiguales en varas -primero, segundo y cuarto, mansos y deslucidos-; nobles, quinto y sexto; bravo y muy encastado el tercero, ovacionado en el arrastre.
Fernando Roble?o: estocada (palmas); estocada (ovaci¨®n).
Iv¨¢n Vicente: media tendida y baja, pinchazo y estocada (silencio); estocada (silencio).
Cristian Escribano: -aviso- tres pinchazos, media baja -segundo aviso-, bajonazo (algunos pitos); casi entera (silencio).
Plaza de Las Ventas. 11 de junio. Vig¨¦simonovena corrida de feria. Media entrada (13.988 espectadores, seg¨²n la empresa).
Y en esto que apareci¨® Carasucia. Cristian Escribano se plant¨® en el tercio, asent¨® las zapatillas, y movi¨® con soltura las mu?ecas, acompa?¨® con la cintura y brotaron cuatro ver¨®nicas de alta gama, que cerr¨® con una preciosa media. Vaya sorpres¨®n despu¨¦s del sopor vivido.
Cumpli¨® el toro en el caballo, empuj¨® en la primera vara y no pas¨® de discreto en la segunda. Acabado el tercio, el animal tom¨® y conciencia de su responsabilidad y se dispuso a defender el honor de su divisa.
Jes¨²s Alonso le coloc¨® un par de banderillas y tuvo que tomar el olivo con presteza porque el toro lo persigui¨® hasta las tablas. La pericia del torero le permiti¨® lucirse en el segundo, y el p¨²blico le oblig¨® a saludar.
Cuando Escribano tom¨® la muleta, Carasucia encendi¨® el motor, meti¨® la primera y se convirti¨® en un ferrari, con un motor de alta gama, de no se sabe cu¨¢ntos caballos.
Arreciaba el viento en esos momentos; el torero lo pas¨® por bajo con elegancia, lo que aprovech¨® el toro para ponerse en tercera. Y cuando volvi¨® a ver la muleta, crey¨® Carasucia que estaba en la recta de un circuito de f¨®rmula 1. Y embisti¨® con los ri?ones, con los motores a tope, a toda potencia, con la cara humillada, a velocidad de v¨¦rtigo, con el ¨¢nimo dispuesto para sacar de la carretera a su conductor a las primeras de cambio.
Escribano, sorprendido, dispuesto y desarbolado por el ¨ªmpetu de su oponente, mantuvo el tipo con valent¨ªa y verg¨¹enza torera, pero las embestidas del toro exig¨ªan una muleta tan poderosa como inexistente hoy en el escalaf¨®n de matadores.
Al final, a pesar de la buena disposici¨®n de Escribano, de su buena concepci¨®n torera y de sus m¨¢s que airosos muletazos, el toro gan¨® la carrera, impuso su ritmo y dej¨® en evidencia a su matador. Una pena, por otra parte, porque el torero no le perdi¨® la cara en ning¨²n momento, solo que su experiencia al volante no daba para tantos caballos de motor. Son¨® un aviso antes de que montara la espada, se entretuvo con el estoque y solo la campana lo salv¨® de la deshonra final. El sexto permiti¨® que Ra¨²l Cervantes e Ignacio Mart¨ªn saludaran tras un buen tercio de banderillas, y su nobleza algo insulsa la dulcific¨® Escribano con una prestancia en la muleta que no lleg¨® a cuajar.
Roble?o no tuvo toros para el lucimiento, pero evidenci¨® que la experiencia es un grado y, en su caso, una grandeza. Conocedor de los secretos de la lidia, meti¨® en la muleta al soso y distra¨ªdo primero y tap¨® los muchos defectos del cuarto.
Iv¨¢n Vicente estuvo sin estar en ¨¦l. Se justific¨® ante un manso y mostr¨® precauciones excesivas ante el potable quinto.
La corrida del mi¨¦rcoles
Beneficencia. Toros de Los Espartales y N¨²?ez del Cuvillo, para Diego Ventura, El Juli y Diego Urdiales.
Babelia
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