Retrato sin sustancia

Que hayan escogido para hacer de J. R. R. Tolkien al mismo actor que hace dos a?os interpret¨® a J. D. Salinger no ayuda. Pero quiz¨¢ en la elecci¨®n de Nicholas Hoult, experimentado a pesar de su juventud desde su primer coprotagonista en Un ni?o grande (2002), con apenas 13 a?os, est¨¦ la clave de lo que depara Tolkien, pl¨²mbea biograf¨ªa cinematogr¨¢fica del escritor de El Se?or de los Anillos.

A Hoult lo hemos visto ya en al menos una decena de interpretaciones, de Un hombre soltero a la saga X-Men pasando por Mad Max: furia en la carretera y Rebelde entre el centeno, sin que se le adivine una gran variedad de registros, siempre con su pinta de chico bueno pero soso, medianamente guapo pero no lo suficiente para resultar seductor, aires de inteligencia aunque sin el menor sentido del humor, de la chispa y de la vitalidad. As¨ª que, si lo que quer¨ªan los responsables de Tolkien, encabezados por el director Dome Karukoski, chipriota afincado y forjado en Finlandia, en su primer trabajo en Estados Unidos, era presentarlo como un sin sustancia al¨¦rgico a la pasi¨®n, indolente entre una pandilla de amigos con infinita mayor efervescencia, vida e incluso inter¨¦s dram¨¢tico, igual han hecho una buena representaci¨®n del escritor. Pero si son el tipo f¨ªsico de Hoult y su trabajo en la actuaci¨®n, unidos a un guion a ratos sopor¨ªfero y casi siempre t¨®pico, los que acaban provocando esa tenue sensaci¨®n, puede que la hayan fastidiado.

Hay un instante, ?un beso, por fin!, ya en el ¨²ltimo acto de la historia, que ejerce de ¨²nico soplo de aire fresco en un relato bien ambientado pero mortecino en las variadas ¨¦pocas que representa: la infancia del escritor al lado de su fabuladora madre; la adolescencia en Birmingham y la juventud en Oxford junto a sus amigos; la batalla del Somne, durante la I Guerra Mundial, y un ep¨ªlogo familiar en su ¨¦poca adulta. Lugares donde, seg¨²n Karukoski y sus guionistas, diversos episodios vitales van prefigurando su obra posterior: los monstruos de la guerra como dragones que expulsan fuego; una representaci¨®n de la ¨®pera El anillo del Nibelungo como referente mitol¨®gico, y la hermandad con sus amigos como antecedente de su famosa comunidad.

Con unos di¨¢logos que rara vez alcanzan la profundidad en su dimensi¨®n m¨¢s humana, y que a veces son incluso espantosos, en Tolkien se unen as¨ª los gui?os para conocedores y admiradores y el retrato de un joven con inmensas dudas para todo, que se acerca mucho m¨¢s a la inseguridad patol¨®gica que a la atractiva complejidad de, por ejemplo, el C. S. Lewis de Tierras de penumbra. Y en ese sentido, el de la tentativa de integraci¨®n de una labor intelectual en la cotidianidad del relato, hay dos momentos paradigm¨¢ticos: dos conversaciones alrededor de la belleza de las palabras y en t¨¦rminos filol¨®gicos, una con su (medio) novia y otra con el profesor que interpreta Derek Jacobi, que deben durar cada una tres o cuatro minutos pero que pueden dar la sensaci¨®n de ser tres o cuatro horas.