Pekenikes, 60 a?itos no son nada
La banda instrumental madrile?a hace alarde de longevidad y vigencia en una noche hist¨®rica junto a Los Rel¨¢mpagos, Los Brincos y hasta Teddy Bautista
¡°Con todos ustedes, Los Pekenikes y sus legendarias canciones¡±. Hasta en la f¨®rmula escogida para la presentaci¨®n por el locutor Claudio de Miguel, tan protocolaria, nos sentimos anoche usuarios del t¨²nel del tiempo. Y part¨ªcipes de un acto de justicia que, por elemental, no forma parte de las costumbres inveteradas en este pa¨ªs. No hay bandas con tanta solera en el pop espa?ol como Pekenikes, que surgieron hace ahora justo seis d¨¦cadas en las aulas del instituto Ramiro de Maeztu, muy poco despu¨¦s del alumbramiento barcelon¨¦s del D¨²o Din¨¢mico. Lo de anoche fue en un teatro Rialto abarrotado, en plena Gran V¨ªa, testigo de c¨®mo estos m¨²sicos de edad significativa a¨²n defienden con pasi¨®n un repertorio en ocasiones atemporal y casi siempre entra?able.
Pekenikes se erigi¨® en paradigma de la m¨²sica instrumental espa?ola no por vocaci¨®n, sino por feliz accidente. Despu¨¦s de cuatro vocalistas consecutivos, entre ellos Junior y Juan Pardo, la discogr¨¢fica Hispavox les apremi¨® a publicar un single cuando la plaza se encontraba vacante. El remedio de urgencia fue Hilo de seda, la trompeta con sordina m¨¢s c¨¦lebre de nuestra historia y un ¨¦xito clamoroso que ayer, pese a alg¨²n tropiezo en la ejecuci¨®n, volvi¨® a asombrar a los 750 moradores del patio de butacas. Lo fascinante es que un tema sin palabras se adue?ara de la radiodifusi¨®n espa?ola en 1966, una circunstancia que ahora, m¨¢s de medio siglo despu¨¦s, se antoja inimaginable. Pens¨¦moslo: algo tendr¨¢ el pop espa?ol de los sesenta, pese a las grisuras de la ¨¦poca, cuando hasta Tarantino lo bendice.
Pekenikes han terminado siendo una rareza en todos los sentidos, desde su longevidad ins¨®lita a las peculiaridades de un repertorio con un pie en la cl¨¢sica y derivaciones en la m¨²sica tradicional, el rock sinf¨®nico y hasta esas digresiones c¨®smicas que con el tiempo acabar¨ªamos conociendo como new age. Su per¨ªodo de gracia coincidi¨® en Espa?a con la eclosi¨®n de Ennio Morricone. La estela de aquellos spaghetti-western pudo estar tambi¨¦n detr¨¢s de Frente a palacio, otra de esas melod¨ªas memorables, para la que Ignacio Mart¨ªn Sequeros (el ¨²nico en activo de los tiempos del Ramiro) desenfund¨® la arm¨®nica mientras segu¨ªa pulsando cuerdas al aire de su bajo. Ojo: una hora m¨¢s tarde, con esos 76 a?os que refleja la barba n¨ªvea, fue capaz de marcarse un espl¨¦ndido solo para Caminando entre nubes.
Convertido el aniversario en acontecimiento, porque lo es, por las tablas desfilaron supervivientes de la ¨¦poca (Los Rel¨¢mpagos, te¨®ricos rivales en el negociado instrumental) o los reformulados Brincos de Miguel Morales, el hermano peque?o de Junior. Pero nada tan notorio, relevante y hasta morboso como ver de nuevo sobre un escenario al ilustr¨ªsimo Teddy Bautista, ¨¦mulo blanco y con sombrero de Ray Charles para What¡¯d I say. A sus 76 primaveras reci¨¦n adquiridas, el anta?o l¨ªder de Canarios ha perdido mucha voz, pero conserva el talante y la sonrisa burlona de quien ha sido diab¨®lico animal de escena. Y duele pensar que la historia le recordar¨¢ antes como gestor controvertido que como pionero y visionario del primer rock & soul espa?ol.
Los aullidos algo ya aminorados de Bautista sirvieron de emblema para una noche abundante en apoteosis, desde el monumento de rock progresivo de Cerca de las estrellas (con secci¨®n de metales y cita a Day tripper incluidas) al delirante arreglo disco-funk que Juan Carlos Calder¨®n imagin¨® en su d¨ªa para Eleanor Rigby. El bater¨ªa F¨¦lix Arribas (La L¨ªnea de la Concepci¨®n, 1944), trasunto ib¨¦rico de David Crosby y titular fijo en Pekenikes desde 1967, no se resisti¨® a sus minutos de virtuosismo con un solo extenso para Cinco dedos. Pero antes leg¨® una confesi¨®n hilarante sobre Palomitas de ma¨ªz, otra de sus piezas (1976) inmensamente populares: ¡°Fue sugerencia de la discogr¨¢fica de entonces, Movieplay, y la ve¨ªamos tan hortera que no quer¨ªamos grabarla". El destino, una vez m¨¢s, siempre propenso a las iron¨ªas.
Hubo tiempo en el Rialto para mucho, que 60 velas no se apagan de un solo soplo. Incluso para entregas que, por arcaicas o arquet¨ªpicas, han resistido peor los envites del tiempo: el charlest¨®n Felices 20, el ultrarromanticismo a ritmo de vals en Lady Pepa, la aproximaci¨®n a la ret¨®rica andina de Jinetes en el cielo. Los mismos t¨ªtulos, ya ven, resultan hoy un tanto arcaizantes. ¡°No s¨¦ por cu¨¢nto tiempo, pero seguimos¡±, resumi¨® Sequeros, puro comedimiento emocional. El m¨¦rito, m¨¢s all¨¢ de las plusmarcas, queda enmarcado en los anales. Y la celebraci¨®n se extendi¨® durante sus buenas dos horas y cuarto, que por algo la noche es joven. Lo de las viruelas, ya saben.
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