Nunca renuncies a la belleza
Tras pasar por el Whitney Museum de Nueva York, llega al Museo Reina Sof¨ªa la primera gran retrospectiva de David Wojnarowicz, una de las figuras de culto de los ochenta
Paseo por la exposici¨®n de David Wojnarowicz (Nueva Jersey, 1954-Nueva York, 1992) en el Reina Sof¨ªa entre sentimientos encontrados. Y la historia me quita el sue?o. Ya lo advierte el t¨ªtulo, que traduce esa belleza oscura que habita en todo lo que hizo y deshizo el artista. Vaya por delante decir que la exposici¨®n es estupenda y responde de manera coherente con su cometido: ser la primera gran revisi¨®n de su trabajo a nivel internacional desde que en 1999 su obra llegara al New Museum y nos helara el ojo. La biograf¨ªa de Cynthia Carr publicada en 2012 contribuy¨® lo suyo en colocar a Wojnarowicz como artista de culto. La de Madrid era, pues, una exposici¨®n esperada y tal vez por ah¨ª mi expectativa derrap¨®. Eso, o haberme cruzado hace unos meses con la muestra que el KW de Berl¨ªn dedic¨® a sus fotograf¨ªas y v¨ªdeos desde 1978 hasta que muri¨® en 1992. Una exposici¨®n que exploraba el lado menos visto del artista, ese Cinema of Transgression que acu?¨® Nicholas Zedd para hablar del cine que romp¨ªa con el conservadurismo de aquel momento en Estados Unidos y donde Wojnarowicz retrat¨® el mundo homosexual sumergido que anidaba en las casas abandonadas de un Manhattan atizado por el sida. S¨ª, era una exposici¨®n m¨¢s peque?a e incompleta que esta del Reina Sof¨ªa, pero era toda emoci¨®n. Y confieso que algo de esa emoci¨®n echo de menos aqu¨ª, donde se me eriza el vello, pero m¨¢s bien de fr¨ªo.
Un peque?o espacio blanco y vac¨ªo en una de las esquinas del museo templa mi temperatura emocional. Suena No Motive, disco estrella de 3 Teens Kill 4, el grupo de m¨²sica no wave al que perteneci¨® Wojnarowicz y que teletransporta al Nueva York de los ochenta. Por aquel entonces, el artista recorr¨ªa Lower East Side buscando carteles de economatos y materiales en tiendas de ¡°todo a un d¨®lar¡±, mientras hac¨ªa plantillas para pintar con espray sus dibujos sobre muchos de los edificios abandonados de los muelles del r¨ªo Hudson. Por aquel entonces, Nueva York viv¨ªa con euforia una renovaci¨®n pict¨®rica y un buen empuj¨®n econ¨®mico, que llev¨® a la ciudad a recuperar su car¨¢cter de gran metr¨®polis art¨ªstica mientras emerg¨ªa otro arte de la marginalidad que se apoder¨® de la calle y de lo espont¨¢neo. Y pronto tambi¨¦n del mercado. Basquiat y Leon Golub circulaban ya por ambos mundos cuando Wojnarowicz colocaba una careta de Arthur Rimbaud a tres de sus amigos disparando una de sus series de fotos m¨¢s ic¨®nicas, que abren aqu¨ª la exposici¨®n. Fue en 1978, cuando ten¨ªa 24 a?os y una reconocida voz como poeta. Luego lleg¨® la m¨²sica, el collage y la provocaci¨®n: Jean Genet masturb¨¢ndose en la prisi¨®n de Metteray (1983), y las tres dimensiones con sus cabezas de escayola que lanzaban un grito sobre el espectro de la tortura y de las violaci¨®n de los derechos humanos que en aquel momento asolaban Sudam¨¦rica.
Su intensa y breve relaci¨®n con Peter Hujar hizo que todo explotara. A mediados de los ochenta, pinta ya en una nueva direcci¨®n y llegan los mapamundis y las composiciones llenas de s¨ªmbolos de la industrializaci¨®n y de la colonizaci¨®n, que son de lo mejor de su producci¨®n. Silencio es igual a muerte. Nos lo dijo con la boca cosida, y con un hero¨ªsmo palpable, con la imagen para el cartel de Silence?=?Death, la pel¨ªcula dirigida por Rosa von Praunheim. Otro mito de la ¨¦poca, como las fotos de Nan Goldin donde descubr¨ª su imagen por primera vez. Su mayor virtud fue ir por libre. Salir a la calle a gritar. Hablar del sida que persiste. Y reivindicar la belleza por encima de tiempos gramaticales, justo donde aparece el amor. Yo ah¨ª me quedo.
David Wojnarowicz. La historia me quita el sue?o. Museo Reina Sof¨ªa. Madrid. Hasta el 30 de septiembre.
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