Stray Cats, ap¨®stoles del ¡®rockabilly¡¯
El grupo estadounidense, emblema del resurgir del g¨¦nero en los ochenta, celebra por todo lo alto sus 40 a?os de carrera en el festival Azkena Rock
Hay religiones, y luego est¨¢ el rockabilly. Este g¨¦nero, que naci¨® como una derivaci¨®n insolente e ind¨®mita del rock and roll al poco de explotar la revoluci¨®n de la cultura juvenil a mediados de los cincuenta en Estados Unidos, es una fe en s¨ª misma. Sus seguidores son apasionados creyentes en este estilo que se cuela por los huesos como un bendito demonio. Y nadie les puede negar que, bien ejecutado, tiene una fuerza como una locomotora. Y, en esta religi¨®n, los Stray Cats son sus mejores ap¨®stoles.
Anoche, en el Azkena Rock demostraron que, si este g¨¦nero ya no tiene la gloria de ¨¦pocas pasadas, al menos posee a¨²n en gente como ellos el fulgor de sus or¨ªgenes. Todo un latigazo de fuego y electricidad. Con motivo del 40 aniversario del grupo, Brian Setzer, Lee Rocker y Slim Jim Phantom saltaron al escenario principal del festival de Vitoria donde les esperaba un p¨²blico fiel y entregado, toda una comunidad de amantes y creyentes del rockabilly, que consideran, con raz¨®n, que esta banda formada en el este estadounidense es uno de los grandes motivos que ha dado la m¨²sica popular, revolucionada por Elvis Presley y los Beatles, para mover el esqueleto.
Elvis, de hecho, estar¨ªa orgulloso de estos gatos extraviados. Junto a Eddie Cochran, Wanda Jackon, Johnny Cash y Roy Orbison, el Rey defini¨® los cimientos del rockabilly y se cantar¨ªa unas cuantas canciones con estos disc¨ªpulos aventajados que, a comienzos de los ochenta, lideraron el renacimiento del g¨¦nero. Y de qu¨¦ manera. Con desparpajo punk, con arrojo juvenil, con ¨ªmpetu devoto, con tantas ganas que nadie pod¨ªa pararlos, los Stray Cats volvieron a poner el estilo en primera l¨ªnea de batalla gracias a discos muy notables y trepidantes como Stray Cats, Gonna Ball y Built for Speed.?Tambi¨¦n estar¨ªan orgullosos y se bailar¨ªan alguna con ellos otros gigantes del rockabilly como Gene Vicent, del que ayer versionaron Double Talkin' Baby, y Dorsey Burnett, del que tocaron My One Desire.
Apoyados por un p¨²blico que, en buena parte, luc¨ªa est¨¦tica rockabilly de libro -chupas de cuero, botas, tatuajes y tupes-, arrancaron con Cat Fight y Runaway Boys. El concierto tard¨® en coger el tono de fiesta de instituto alocada hasta que no se lanzaron con Gene & Eddie y Setzer se puso a emular el alarido de Gene Vicent. Hasta entonces pareciese que les pesase sus cuatro d¨¦cadas o necesitasen un chute, pero luego detonaron la bomba con su sonido machac¨®n y sincopado, como un tren de mercanc¨ªas atravesando a toda pastilla las monta?as Rocosas y la guitarra de Setzer rugiendo por tres. El acelerador se pis¨® con un tributo a Dick Dale, padrino de la m¨²sica surf, hecho a la guitarra por Setzer, y con temas impepinables como Blast Off, Lust in Love, Rock it Off y Rock This Town, su gran cl¨¢sico, en el que acabaron los tres desparramados por el escenario con Setzer subido al tambor de la bater¨ªa y Lee Rocker a su contrabajo. Y con todo el personal bailando.
Es el rockabilly un ritmo anacr¨®nico en estos tiempos de sonidos l¨ªquidos, del imperio de la electr¨®nica, en el avanzado siglo XXI. Lo es como tambi¨¦n lo son el viejo blues, el jazz, el R&B y, ups, el rock and roll. Su siglo ya pas¨® para ellos, pero la vida siempre pasa para todo y para todos. Pero a qui¨¦n le importa qu¨¦ le pertenece nada cuando tres tipos ara?an al tiempo sus ¨²ltimas balas como ayer en el Azkena Rock. Los Stray Cats, una de esa bandas que pasar¨¢ a la historia como una estupenda excusa para confiar en el poder del ritmo, acabaron con Built for Speed y Rumble in Brighton a buena tralla. No se pod¨ªa m¨¢s que creer en el milagro de los panes y los peces de estos gatos descarriados, ap¨®stoles del rockabilly.
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