El adi¨®s de Elton John o la apoteosis de las grandes ocasiones
La noche en Madrid transcurri¨® entre la emoci¨®n evidente y el desconsuelo, aunque muchas de las canciones del brit¨¢nico sobrevivir¨¢n a su autor

Las canciones tristes, ya lo dec¨ªa el cl¨¢sico de nuestro protagonista, cuentan un mont¨®n de cosas. Y las que el ilustre Reginald Kenneth Dwight interpret¨® ayer en el WiZink Center madrile?o fueron un prodigio de vigor con trasfondo melanc¨®lico. Muchas de las dos docenas de composiciones que incluye invariablemente la gira de despedida de Elton John sobrevivir¨¢n de largo a su autor y a cuantos durante tanto tiempo hemos podido disfrutarlas, pero pronunciar un adi¨®s en teor¨ªa irreversible siempre constituye un mal trago. Y as¨ª, entre la emoci¨®n evidente y el resignado desconsuelo, oscilaron anoche los ¨¢nimos para los m¨¢s de 12.000 espectadores que agotaron el papel en el ¨²nico concierto espa?ol del autor de Your Song. Una fecha para la historia: la noche en que el adi¨®s al camino de los ladrillos amarillos se convirti¨® en un hasta siempre.
ELTON JOHN
Farewell Yellow Brick Road Tour 2018-2019.
?nico concierto de la gira en Espa?a. 26 de junio. 12.000 espectadores.
Pabell¨®n WiZink Center de Madrid.
Hab¨ªa comparecido el amigo Elton en el escenario a las 21.01, que para eso presume de ser made in England, y se nos person¨® esta vez con un atuendo moderadamente discreto para sus est¨¢ndares: gafotas de pasta negra con destellos azulados y un chaqu¨¦ oscuro pero salpicado de lentejuelas en mangas, solapas y alguna que otra franja m¨¢s. Una escandalera en el cuerpo de cualquier otro, un prodigio de comedimiento en su caso. Porque su Farewell Tour resulta ser eminentemente colorista, crom¨¢tico, musculoso. Presenta un escenario pomposo como el de un musical y, sobre todo, un repertorio huracanado, arrollador y vivaz. Salvo los tres ¨¦xitos m¨¢s evidentes de los ochenta y la presencia testimonial de Believe, fechada en 1995, todo lo que ayer abrum¨® a los aficionados madrile?os se remontaba al periodo prodigioso entre 1970 y 1977. A?os pr¨®speros e indiscutibles, p¨¢ginas para la historia.
John sac¨® pecho de su legado con el convencimiento de quien distingue lo esencial de lo accesorio y la solvencia art¨ªstica del que ha alcanzado los 72 a?os en perfecto estado de revista. El de Middlesex se ahorra solo algunas notas endiabladamente agudas, como las del estribillo de Tiny Dancer o el famoso ¡°Oh, no, no, no¡± en Rocket Man, pero en todo lo dem¨¢s arriesga, se expone, mira al espectador de frente. ¡°Gracias por comprar una entrada. Espero que les guste lo que vean y escuchen¡±, habla avisado con la solemnidad de los grandes acontecimientos. Contaba con la mejor predisposici¨®n del mundo en las gradas, pero esta resulta ser, de largo, la mejor gira que le hemos visto al Elton maduro por estos pagos.
La banda es de etiqueta, no ya por apariencia, sino por prestaciones. El gran jefe ha querido reforzar esta vez la bater¨ªa con dos percusionistas adicionales, lo que dispara la pompa, la circunstancia y no digamos ya los decibelios. A la grandeza intr¨ªnseca de las canciones (con Indian Sunset o Levon como infiltradas fabulosas entre las m¨¢s m¨ªticas) se le suma el ¨¦nfasis y la apoteosis de la ocasi¨®n. Elton aplica las grandes ense?anzas del pop adulto, el rock de estadio y el progresivo, la m¨²sica negra o el g¨®spel. Y de vez en cuando se regala generosas codas instrumentales, como en Rocket Man, para acariciar el ¨¦xtasis colectivo.
La noche se present¨® tan ardorosa que hasta en los ocasionales momentos solistas (Border Song, Candle In The Wind) se basta nuestro amigo Dwight para prolongar una veneraci¨®n casi incompatible con el pesta?eo. John aprovecha esta ¨²ltima para mostrar el funcionamiento de los rieles con los que su piano de cola surca todo el escenario, de este a oeste. Y a su t¨¦rmino aprovecha para renovar vestuario (chaqueta azul celeste, gafitas rosas) y abordar la monumental Funeral For A Friend / Love Lies Bleeding, su m¨¢s firme aproximaci¨®n a la hip¨¦rbole.
Todos hemos tenido alguna vez la tentaci¨®n de hacer un chascarrillo a costa de Elton John. Por el funeral de Lady Di, por la banda sonora de El rey le¨®n, por aquellas pelucas de cortesano dieciochesco, por esas manos rechonchas que parecen las menos apropiadas para sentarse frente un piano. Ayer, en el momento de la generosa despedida (dos horas y 40 minutos), solo entraban ganas de proceder al agradecimiento o a la l¨¢grima. Ahora que hemos dejado aparte las bromas, ser¨¢ imposible sustraerse a la idea de que, le vamos a echar de menos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.