Autocomplacencia zombi
Aunque en principio en la pel¨ªcula de Jarmusch encajan todas sus singularidades, como la extra?eza, la morosidad y el choque de culturas, tambi¨¦n peca de cierto abandono
Cuando hace seis a?os Jim Jarmusch se adentr¨® con Solo los amantes sobreviven en el universo vamp¨ªrico, no solo estaba incidiendo en su personal¨ªsimo modo de acercamiento al cine de g¨¦nero (el w¨¦stern en Dead man, la odisea de samur¨¢is en Ghost Dog, el espionaje en Los l¨ªmites del control), tambi¨¦n estaba ejerciendo el m¨¢s coherente de los pasos creativos aunando forma y subtextos. El cineasta que en cada pel¨ªcula hablaba de lo que ocurre en la vida cuando no ocurre nada, adentr¨¢ndose en la m¨¢s aburrida de las existencias. ?Qu¨¦ puede haber m¨¢s tedioso que la eternidad, que el devenir de una sanguijuela condenada a vagar a trav¨¦s de los tiempos y sin fin?
LOS MUERTOS NO MUEREN
Direcci¨®n: Jim Jarmusch.
Int¨¦rpretes: Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton, Chlo? Sevigny.
G¨¦nero: comedia. EE UU, 2019.
Duraci¨®n: 103 minutos.
Sin embargo, tras dos pel¨ªculas de gran cohesi¨®n con su obra, la formidable Paterson (2016), poes¨ªa de la rutina, la monoton¨ªa y la cotidianidad alejada del realismo, y el documental sobre los Stooges Gimme danger (2016), con Iggy Pop, sempiterna criatura de su cine, la aproximaci¨®n de Jarmusch a los muertos vivientes sonaba en principio a redundancia. Y en realidad lo es.
Es muy posible que Los muertos no mueren solo contente a los fan¨¢ticos del director de Extra?os en el para¨ªso y Bajo el peso de la ley. Porque, aunque en principio en una pel¨ªcula de zombis encajen todas sus singularidades, la extra?eza, la incomunicaci¨®n, la morosidad y el choque de culturas, tambi¨¦n peca de cierta autocomplacencia. E incluso sus admiradores, y este cr¨ªtico lo es, podr¨¢n ir comprobando que, con menos poder¨ªo visual que en otras ocasiones, nada sorprende.
Las se?eras repeticiones de di¨¢logos y motivos, aqu¨ª con esa triple entrada a la cafeter¨ªa y la misma frase: ¡°Parece obra de un animal salvaje. O de varios¡±. Un cierto metalenguaje, casi pirandelliano, que no circula por todo el relato salvo en dos momentos puntuales (¡°Es la canci¨®n de la pel¨ªcula¡±, dice el personaje de Adam Driver sobre The Dead Don¡¯t Die, de Sturgill Simpson; o ese fatalismo, tambi¨¦n de Driver, causado por haber ¡°le¨ªdo el guion¡±). Unos cuantos gui?os, tanto a su cine como al del subg¨¦nero en el que se ha introducido, quiz¨¢ demasiado obvios y expl¨ªcitos: el muerto viviente Iggy Pop, adicto al caf¨¦; la katana de Ghost Dog; la tumba de Sam Fuller; el Pontiac de George A. Romero; la camiseta de Nosferatu. Bien, todo muy estiloso y medianamente gracioso, pero con una levedad larga y una fascinaci¨®n corta.
Queda, por tanto, su mensaje pol¨ªtico, inevitable en una pel¨ªcula de zombis, pero incluso aqu¨ª vuelve a la explicitud (el fracking polar mueve los ejes polares y cambian las condiciones solares y de la Tierra), y al mensaje de cierta superficialidad. Si el mal contempor¨¢neo de los seres humanos est¨¢ en el materialismo (una vez m¨¢s, recado verbalizado), y todos somos ya muertos vivientes, esclavos cada uno de una droga privada que puede ir del tenis a los c¨®mics, la moraleja quiz¨¢ pueda incluirlo tambi¨¦n a ¨¦l. Y los que siempre hemos sido incondicionales de su sofisticaci¨®n y de su exquisita calma podemos estar a un paso de un desapego cr¨ªtico previo al abandono.
Babelia
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