La hermandad del sentido com¨²n
Escritores como Raffaele La Capria animan a mirar con ojos propios, no con los anteojos prestados de las ideas de otros
Casi hasta ayer mismo no sab¨ªa nada de Raffaele La Capria y hoy lo leo como si escuchara una voz familiar y reconociera en ella la cordialidad de un amigo. La Capria, que cumplir¨¢ pronto 100 a?os, ha escrito novelas, autobiograf¨ªas, ensayos, incluso guiones de algunas pel¨ªculas italianas memorables de Francesco Rosi, pero yo solo conozco de ¨¦l un libro breve y luminoso, La mosca en la botella. Elogio del sentido com¨²n, traducido y anotado cuidadosamente por Salvador Cobo. Empec¨¦ a leerlo hace solo unos d¨ªas, y como tiene poco m¨¢s de 100 p¨¢ginas y est¨¢ escrito como a rachas, en fragmentos, en anotaciones sucesivas de diario, me gusta unas veces abrirlo al azar y otras volver al principio y seguir leyendo en un orden que nunca es r¨ªgido ni lineal, ni mucho menos argumentativo. En alg¨²n momento La Capria cita el ¨²ltimo libro de Rousseau, Divagaciones del paseante solitario. Hay mucho de esa libertad reflexiva en cada una de estas p¨¢ginas, una elecci¨®n de estilo que se corresponde con una actitud moral, la de dejar que las cosas, las ideas, vayan sucediendo a su aire en lugar de imponerles una direcci¨®n autoritaria, y tambi¨¦n la de observar la realidad con una especie de cortes¨ªa, de cautela, procurando apreciarla con la mayor claridad posible, sin imponerle los moldes del prejuicio ni someterla a la niebla de las abstracciones intelectuales, de las temibles generalizaciones de la filosof¨ªa o de la ideolog¨ªa, o de esos saberes o pseudosaberes acad¨¦micos que consisten sobre todo en el manejo de una jerga impenetrable.
Leo a La Capria con la alegr¨ªa y la gratitud del descubrimiento. Cada nueva admiraci¨®n ensancha el esp¨ªritu. Lo leo y, aunque ¨¦l no los citara, reconozco muy pronto la huella de otros escritores que pertenecen a la hermandad antigua y dispersa del sentido com¨²n: Montaigne, Stendhal, Ch¨¦jov, Orwell. Lo que distingue a cada uno de ellos es la obstinada decisi¨®n de no dejarse arrastrar por ning¨²n delirio; de enfrentarse, en palabras de Orwell, a la tarea tan dif¨ªcil de mirar aquello que est¨¢ delante de los ojos: ¡°No las grandes verdades cuyos secretos solo se revelan a unos pocos¡±, dice La Capria, ¡°sino las m¨²ltiples, peque?as y obvias verdades que tienen lugar ante nuestra mirada, a la vista de todos, y que en cambio se pretenden negar¡±. El sentido com¨²n ser¨ªa un ¨¢ngel de la guarda que debe acompa?arnos siempre y advertirnos de los espejismos cada vez m¨¢s perfeccionados que nos impiden ver las cosas como son, las coacciones exteriores y muchas veces ¨ªntimas que nos empujan a aceptar lo inaceptable y a no saber distinguir entre la palabrer¨ªa y la sabidur¨ªa. La Capria escribe en la Italia de los a?os noventa, cuando todav¨ªa eran recientes las tremendas borrascas ideol¨®gicas y las secuelas del 68, con toda la fantas¨ªa palabrera y sanguinaria de las Brigadas Rojas, con toda la impostura intelectual que ven¨ªa de Par¨ªs, y que envolv¨ªa cualquier experiencia, p¨²blica o privada, cualquier sensaci¨®n, cualquier proyecto pol¨ªtico, cualquier libro o pel¨ªcula o pieza de arte en un guiso verbal de marxismo, estructuralismo, psicoan¨¢lisis, nihilismo, etc¨¦tera. Escribe La Capria: ¡°La conceptualizaci¨®n convencional de todo lo cognoscible y hasta de la vida misma en f¨®rmulas, preceptos y simplificaciones (a veces atroces) camina de la mano del autoritarismo. Es siempre una ¨¦lite dominante culturalmente la que promulga f¨®rmulas, preceptos y simplificaciones donde se compendia todo aquello que se debe pensar y hacer para ser normales, o para ser transgresivos dentro de la normalidad¡±.
El sentido com¨²n no es la aceptaci¨®n aburrida de lo que se da por supuesto, sino la interrogaci¨®n atenta y con frecuencia ir¨®nica de muchas cosas que parecen evidentes y resultan no ser m¨¢s que embustes aceptados
El ¨¢ngel de la guarda del sentido com¨²n lo anima a uno a mirar a las personas y las cosas con sus propios ojos, no con los anteojos prestados de las ideas o los conceptos de otros, de los que mandan, de los que gritan m¨¢s, de los que dictan la moda; y tambi¨¦n a esforzarse a decir lo que tiene que decir con sus propias palabras, no con los t¨¦rminos infecciosos que de pronto repite todo el mundo. El ejercicio del sentido com¨²n es una tarea solitaria y una rebeld¨ªa privada, pero en vez de aislarlo a uno en la extravagancia del malditismo o de la soberbia resulta que lo acerca a la comunidad extensa de los otros, los que no sienten la necesidad de fingir sus gustos ni impostar sus opiniones: ¡°Referirse al sentido com¨²n significa esforzarse por restablecer el equilibrio entre las cosas y los sentidos que las perciben, con el fin de no sentirse separado de ella, separado de esa sensibilidad que b¨¢sicamente nos pertenece a todos, y que, si bien est¨¢ distribuida en dosis distintas, todos compartimos¡±.
El pseudoexperto que vigila con celo el campo m¨ªnimo de su especialidad nos asegura que solo ¨¦l dispone de los elementos de juicio necesarios para apreciar una obra de arte, un libro, una situaci¨®n pol¨ªtica. El ide¨®logo quiere imponer no solo los mandamientos de su dogma macizo, sino tambi¨¦n las palabras con las que han de nombrarse las cosas. El dirigente o el charlista pol¨ªtico busca marearnos y abrumarnos con su palabrer¨ªa, y est¨¢ dispuesto a afirmar bajo juramento que lo blanco es negro, que la corrupci¨®n es honradez, que la opresi¨®n es libertad. La Capria habla de Italia en los noventa, pero lo que dice suena como si estuviera escrito para nosotros y ahora mismo: ¡°La impecable, irreductible, diab¨®lica presunci¨®n conceptual de tant¨ªsimos intelectuales italianos custodia la mentira pol¨ªtica e ideol¨®gica con m¨¢s solvencia que la caja fuerte de un banco¡±.
El sentido com¨²n nos hace esc¨¦pticos, pero no c¨ªnicos, porque si nos ense?a los l¨ªmites inevitables de la inteligencia y de las capacidades humanas tambi¨¦n nos hace conscientes de la diferencia entre la verdad y la mentira y de la valiosa singularidad de cada persona y de cada experiencia concreta. El sentido com¨²n no es la aceptaci¨®n aburrida de lo que se da por supuesto, sino la interrogaci¨®n atenta y con frecuencia ir¨®nica de muchas cosas que parecen evidentes y resultan no ser m¨¢s que embustes aceptados. Como nos ense?a a no saberlo todo de antemano, el sentido com¨²n nos sume con frecuencia en la incertidumbre, y tambi¨¦n en el asombro. Nos hace templados y nos radicaliza. Nos puede volver pragm¨¢ticos y a la vez subversivos. Nos hace sensibles y respetuosos hacia las diferencias y sin embargo nos anima a ponernos de acuerdo en cosas esenciales, en mejoras concretas para la mayor¨ªa. Leyendo a Raffaele La Capria uno comprende con alarma que la falta de sentido com¨²n que se ha adue?ado en estos ¨²ltimos meses de la vida p¨²blica espa?ola es tan desoladora y ya tan amenazante como la que ¨¦l denunciaba en la Italia de 1996.
La mosca en la botella. Elogio del sentido com¨²n. Raffaele La Capria. Traducci¨®n de Salvador Cobo. Ediciones del Salm¨®n, 2019. 147 p¨¢ginas. 13 euros.
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