Batallas del bisabuelo Andrea Camilleri
Las memorias personales y pol¨ªticas del escritor italiano, narradas dos a?os antes de su muerte como una larga carta dirigida a su bisnieta, se publicar¨¢n en oto?o en Espa?a
Mucho antes de triunfar, Andrea Camilleri ya desplegaba iras b¨ªblicas y humildades filos¨®ficas. Cuando el ¨¦xito le dio el gran bofet¨®n ¡ªel detective Montalbano, predestinado a morir en dos novelas, se convirti¨® en un fen¨®meno¡ª, el siciliano se aferr¨® a la m¨¢xima de Montaigne que le acompa?aba desde joven: ¡°Recuerda que, cuanto m¨¢s subas, m¨¢s culo ense?ar¨¢s¡±. Puede que esto explique que el autor de 30 millones de libros vendidos ¡ªun club minoritario, aunque no forzosamente selecto¡ª sea capaz de verse a s¨ª mismo desde la distancia: ¡°No me considero un gran escritor. En Italia se tiene la ambici¨®n de levantar catedrales; a m¨ª, en cambio, me gusta construir iglesias rurales peque?itas y sobrias¡±. Y este retrato ambivalente de un hombre que pod¨ªa ser col¨¦rico y modesto, o rico y comunista, es el que el escritor quiso legar de forma directa a su bisnieta en Carta a Matilda, que publicar¨¢ Salamandra en noviembre.
Ten¨ªa 93 a?os el siciliano Andrea Camilleri cuando muri¨® el mi¨¦rcoles en Roma. Dos a?os antes hab¨ªa decidido redactar su legado autobiogr¨¢fico a la bisnieta que se colaba bajo su escritorio mientras ¨¦l trabajaba. Lo hac¨ªa por una raz¨®n elemental: ¡°Tengo la plena conciencia, debido a mi provecta edad, de que no se me conceder¨¢ el placer de verte madurar d¨ªa a d¨ªa, de escuchar tus primeros razonamientos, de asistir al crecimiento de tu cerebro¡ estas l¨ªneas m¨ªas pretenden ser un pobre reemplazo de ese di¨¢logo que nunca existir¨¢ entre nosotros¡±.
Dict¨® el texto, al igual que las ¨²ltimas entregas de la saga de Montalbano, obligado por su ceguera. He aqu¨ª otra boya para rastrear la personalidad del escritor: ¡°No ha sido nada f¨¢cil, en absoluto, podr¨ªa haber decidido desentenderme de todo, incluido yo mismo, y en cambio, justo por esa confianza en el hombre y, en consecuencia, en m¨ª he sabido encontrar una forma de reaccionar¡±. Tampoco la muerte le intimidaba m¨¢s: ¡°No me da miedo morir, simplemente me molesta sobremanera tener que dejar a las personas que m¨¢s quiero¡±.
As¨ª, a ciegas, tambi¨¦n en sentido figurado ¡°porque no consigo imaginarme c¨®mo ser¨¢ el mundo dentro de 20 a?os¡±, esboz¨® unas memorias en las que repasa casi un siglo de su vida y de la de Italia, reflexiona sobre hechos acuciantes del presente y se abstiene de hacer recomendaciones para el futuro. Como mucho, dos apuntes para avanzar: aferrarse a un ideal ¡°con firmeza, pero sin sectarismo¡± y recordar que ¡°derrotada o victoriosa, no hay bandera que no desti?a al sol¡±. Camilleri fue testigo del significado de algunas banderas y de la destrucci¨®n que desataron. ?l mismo empez¨® siendo un ni?o fascista que los s¨¢bados se iba de maniobras en Sicilia y que a los 10 a?os escribi¨® a Mussolini para ofrecerse como voluntario para luchar en la guerra de Abisinia (1935). De los d¨ªas de la dictadura recuerda que los hijos de los campesinos ¡°iban al colegio con los zapatos colgados del cuello para no gastarlos¡±, la exclusi¨®n de los estudiantes jud¨ªos de la escuela y su primera crisis pol¨ªtica sobre las promesas del nazismo. ¡°Me daba cuenta de que hacerme fascista hab¨ªa supuesto un error garrafal, pero me sent¨ªa como una especie de traidor¡±.
Malraux y La condici¨®n humana le abrieron la puerta hacia otra posici¨®n pol¨ªtica que ya no abandonar¨ªa hasta su muerte ¡ªel comunismo¡ª por m¨¢s que este le abandonase a ¨¦l (renunci¨® a la militancia cuando la formaci¨®n se transform¨® en el Partido Democr¨¢tico de la Izquierda). Una filiaci¨®n que le frustr¨® en 1955 el acceso a la RAI, tras una oposici¨®n que hab¨ªa superado.
En Carta a Matilda hay bombardeos aliados y d¨ªas felices sin dinero en Roma, hay amistades duraderas y un amor rotundo con Rosetta Dello Siesto ¡ªya casados, llegan a alquilar un estudio para verse a solas, sin el incordio de sus tres hijas y sus respectivas suegras¡ª y hay, por todas partes, un compromiso con el mundo. A Camilleri, que rechaza ofertas para convertirse en senador, le preocupan la deriva europea y los bandazos italianos. Lamentaba el racismo de sus compatriotas, la corrupci¨®n sistem¨¢tica ¡ªcuenta un par de burdos intentos de soborno¡ª y la impunidad mafiosa. En Sicilia sale ileso de un atentado en 1986 y, preso de su caracter¨ªstica rabia, intenta hacerse con un rev¨®lver para responder mientras le silban las balas.
Con la ligereza marca de la casa, narra tanto los momentos rid¨ªculos ¡ªel d¨ªa de su boda, Rosetta le abofete¨® despu¨¦s de que ¨¦l le arrojase la chaqueta tras una cr¨ªtica¡ª como los trascendentales. Transita del teatro ¡ªal que dedica sus primeras d¨¦cadas de vida profesional¡ª a la literatura tras las noches en vela que comparte con su padre, a las puertas de la muerte, donde hablan como solo se puede hablar con alguien que se va a morir. De la promesa que le hizo a su progenitor sali¨® El curso de las cosas (1968), una ¨®pera prima inadvertida.
Fue el escritor Leonardo Sciascia quien le puso en contacto con Elvira Sellerio, que se convertir¨ªa en su editora de por vida a partir de La matanza olvidada y quien le obligar¨ªa a perpetuar la figura de Montalbano despu¨¦s de vender 800.000 libros el primer a?o. ¡°Obedec¨ª a rega?adientes, en parte porque me consideraba incapaz de soportar a un personaje que se repitiera¡±. Desde entonces Camilleri ha odiado y amado a Montalbano a partes iguales. ¡°He acabado siendo un escritor de enorme ¨¦xito, aunque quiero confesarte que nunca he conseguido explicarme los motivos¡±.
¡°Hacer pol¨ªtica siempre me ha parecido un deber, pero nunca he querido ser pol¨ªtico¡±
Paternidad. "Durante 20 a?os trabaj¨¦ sin tregua: dirig¨ªa en el teatro, en la televisi¨®n, en la radio, daba clases [...]. No pod¨ªa estar junto a mis hijas, que iban creciendo [...]. Una hizo una redacci¨®n sobre m¨ª donde dec¨ªa: 'Mi padre, cuando vuelve a casa, se pelea con mi madre. Luego se encierra en su despacho y lee guiones. Por la noche sale y vuelve al d¨ªa siguiente. A veces consigue poner en marcha una lavadora".
Europa. "Al dejar morir a Grecia [en la Gran Recesi¨®n], Europa efectuaba en mi opini¨®n un aut¨¦ntico matricidio, puesto que toda nuestra cultura filos¨®fica, literaria, cient¨ªfica y art¨ªstica naci¨® en Atenas y alrededores. No creo que esta Europa pueda sobrevivir mucho tiempo si no cambia radicalmente muchas de sus leyes".
Teatro. "Nunca he cre¨ªdo en los intentos extravagantes de algunos directores, y menos a¨²n en los falsos fuegos artificiales que pueden crearse con facilidad en el escenario. Para m¨ª, el texto teatral lo era todo".
Terrorismo. "Recurriendo a la falsedad, los partidos de derechas han equiparado inmigraci¨®n y terrorismo, lo que ha aumentado el nivel de miedo. Se trata de una falsedad ampliamente demostrada por los hechos... Se ha descubierto que m¨¢s del 90% de los terroristas, entre ellos los que han actuado en Francia, Inglaterra y B¨¦lgica, eran ciudadanos de esos pa¨ªses e hijos de gente que hab¨ªa emigrado muchos a?os atr¨¢s. El enemigo no viene de fuera con los inmigrantes, sino que est¨¢ ya en el lugar donde ha nacido y se ha educado".
Corrupci¨®n. "Si antes se justificaba como una financiaci¨®n il¨ªcita de los partidos, ahora ha pasado a ser una forma personal de embolsarse un dinerito inmerecido".
Pol¨ªtica. "He llegado a recibir de alg¨²n lector mensajes de protesta por las idea pol¨ªticas que he prestado a Montalbano [...]. Hacer pol¨ªtica siempre me ha parecido un deber, pero nunca he querido ser pol¨ªtico".
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.