El secuestro de la decencia
El tercer largometraje del bonaerense Benjam¨ªn Naishtat recorre las corrientes subterr¨¢neas de sordidez y silencio c¨®mplice que desembocaron en la Argentina de Videla
La ca¨ªda moral de un individuo en el contexto de un microcosmos atravesado, de principio a fin, por la oscuridad y la corrupci¨®n es la materia esencial de la que se nutri¨® el cine negro como g¨¦nero cinematogr¨¢fico incubado durante los a?os de la Depresi¨®n, pero elevado a discurso central en los cuarenta, cuando, en palabras de David Thomson, funcion¨® ¡°como respuesta a los campos de concentraci¨®n, al descubrimiento de la tortura y al mundo feliz posterior a Hiroshima¡±. El tiempo acab¨® demostrando que la funcionalidad del g¨¦nero no s¨®lo pod¨ªa aplicarse al contexto norteamericano: su universalidad permit¨ªa aplicar el molde a las patolog¨ªas de toda sociedad posindustrial. Rojo, tercer largometraje en solitario del bonaerense Benjam¨ªn Naishtat, recoge la herencia del g¨¦nero de manera tan mod¨¦lica como poco mim¨¦tica para recorrer las corrientes subterr¨¢neas de sordidez y silencio c¨®mplice que desembocaron en la Argentina de Videla.
ROJO
Direcci¨®n: Benjam¨ªn Naishtat.
Int¨¦rpretes: Dar¨ªo Grandinetti, Alfredo Castro, Diego Cremonesi, Andrea Frigerio.
G¨¦nero: thriller.
Argentina, 2018
Duraci¨®n: 109 minutos.
Lejos de abordar un fastidioso ejercicio de estilo noir, Naishtat opta por la desconcertante opci¨®n de llenar su pel¨ªcula de anacr¨®nicos estilemas ¨Cdesde el dise?o y la cadencia de los t¨ªtulos de cr¨¦dito hasta la imagen congelada como signo de puntuaci¨®n- que no la convierten en un pastiche postmoderno, sino que la disfrazan de improbable thriller enterrado en el desierto, durante una larga noche de los 70, para ser redescubierto en nuestro presente, como c¨¢psula del tiempo delatora de una culpabilidad generalizada.
El abogado Claudio (Dario Grandinetti) carga con la culpa de un violento encuentro mucho antes de aceptar y gestionar una evidente mancha en su expediente profesional. La manera en que la historia dilata el encaje de las piezas de su puzle narrativo y la composici¨®n espectacular de Alfredo Castro como detective televisivo siembran falsas pistas que amplifican la fuerza de esa mirada final sobre un mundo donde la decencia ha sido secuestrada.
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