Thyssen y exilio
Borja Thyssen vive 184 d¨ªas al a?o en Andorra para pagar all¨ª los impuestos. Lo hace solo mientras su mujer y sus cuatro hijos viven en un chalet en La Finca, Madrid
De viaje a Sotosalbos, provincia de Segovia, Bastiaga me habl¨® del hecho emp¨ªrico que demuestra la importancia que el ser humano da al dinero. "Borja Thyssen", dijo, pronunciando Thyssen de una manera que casi nos matamos con el coche.
Borja Thyssen vive (o deber¨ªa, tampoco vamos a ser ingenuos) 184 d¨ªas al a?o en Andorra para pagar all¨ª los impuestos. Lo hace solo mientras su mujer y sus cuatro hijos viven en un chalet en La Finca, Madrid. Hay gente que odia a Espa?a insultando a la bandera y otra que se va sola sin su familia varios meses a un pa¨ªs de la poblaci¨®n de Pontevedra con tal de no dar un euro a Espa?a: los segundos son los patriotas.
-Para ganar dinero siempre hay que emigrar -resumi¨® Bastiaga mientras conduc¨ªa su Alfa Romeo Cabrio meseta adelante.
Pens¨¦ en la vida de Borja Thyssen en Andorra y lo imagin¨¦ como Froil¨¢n de Borb¨®n apoyado en una ventana, con el brazo en la frente, superagobiado mientras sus amigos est¨¢n en una fiesta en Manhattan con Cara Delevigne y toda esa gente on point, que dir¨ªa Dulceida. Me lo imagin¨¦ mejor a¨²n, en una pensi¨®n comiendo una palmera de chocolate de bolsa, porque los ricos cuando empiezan a ahorrar no se controlan. A esto se refer¨ªa el se?or Burns con cambiar todo lo que tienes por un poco m¨¢s.
Hab¨ªamos salido a primera hora del mi¨¦rcoles para Segovia en el coche de Bastiaga, pues yo no tengo y poco a poco, con esfuerzo y paciencia, estoy olvid¨¢ndome de conducir como me estoy olvidando de tantas cosas que un d¨ªa me parecieron imprescindibles y hoy ya s¨®lo necesarias. Que el coche fuese descapotable lo supuse como un homenaje al impresionante implante que se hizo cuatro a?os antes, cuando lo conoc¨ª: hay gente que freudianamente mata a su padre y otra que prefiere matar a su coche. El d¨ªa anterior hab¨ªa sido mi cumplea?os y ahora llegaban mensajes de ¡°se me pas¨®¡±, que son mis felicitaciones favoritas de largo, pues hay que buscar algo que decir m¨¢s all¨¢ del mensaje directo: hay, en definitiva, que excusarse, y ver excus¨¢ndose a gente ante m¨ª, que nunca encuentro una buena raz¨®n por la que se me tenga que pedir disculpas, tiene el mismo componente s¨¢dico que quitarle las alas a una mosca.
Mientras hablaba del dinero ("hasta en el padr¨®n, que es la cosa m¨¢s aburrida del mundo, lo han encontrado estos t¨ªos"), Bastiaga conduc¨ªa con amargura, esa clase de pereza rabiosa con la que muchos se ponen al volante y que te exige, como copiloto, a hacer con ellos las curvas. Es decir, a mover la cabeza a izquierda o derecha dependiendo de la direcci¨®n para que el conductor no se olvide de hacer lo mismo con el coche. Y as¨ª fuimos, en esa sincronizaci¨®n rid¨ªcula que me llevaba por la calle de la amargura, pues pensaba que si no la hac¨ªa nos estrellar¨ªamos, llegando a la Marina D¡¯Or del Senado Imperial.
Babelia
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