Una rosa para Retamar
Los versos y ensayos de este escritor cubano lo han convertido, desde hace mucho, en un cl¨¢sico de las letras hispanoamericanas
En unos conocidos versos hablaba Miguel Hern¨¢ndez de la herida que nos abre la muerte de un poeta. Y es que la poes¨ªa es esa sustancia intangible que nos construye como seres humanos y como pueblos. Esa herida se renueva ahora con la reciente p¨¦rdida del poeta cubano Roberto Fern¨¢ndez Retamar, cuyos versos y ensayos lo han convertido, desde hace mucho, en un cl¨¢sico de las letras hispanoamericanas, m¨¢s all¨¢ del contexto que le toc¨® vivir.
Del mismo modo que la Generaci¨®n del 27 acogi¨® en su momento a ese hermano menor que fue Hern¨¢ndez, tambi¨¦n el talento precoz de Retamar lleg¨® a la poes¨ªa acogido por un grupo m¨ªtico, Or¨ªgenes, y sus principales voces: Lezama Lima enalteci¨® su universalidad, Fina Garc¨ªa Marruz habl¨® de su ¡°rara ventura¡± para el poema amoroso, y Cintio Vitier aclam¨® sus eleg¨ªas, ¡°que solo una ternura como la suya podr¨ªa sustentar¡±. El Premio Nacional de Poes¨ªa, conquistado en 1952 por aquel muchacho de apenas 22 a?os, daba fe de esa revelaci¨®n temprana. Y la promesa cristaliz¨® despu¨¦s en una andadura de casi 70 a?os, destilada desde un s¨®lido conocimiento de la tradici¨®n hisp¨¢nica de las dos orillas: Garcilaso y san Juan de la Cruz, Jos¨¦ Mart¨ª y C¨¦sar Vallejo, Antonio Machado y Rub¨¦n Dar¨ªo.
Investida de una transparencia y musicalidad que le son connaturales, esa po¨¦tica evoluciona hacia lo conversacional desde los a?os sesenta, y se hermana con la de grandes compa?eros de generaci¨®n y de amistad: Juan Gelman, Jos¨¦ Emilio Pacheco, Mario Benedetti, Ernesto Cardenal... Todos ellos, por cierto, reconocidos ¡ªa veces muy tarde, s¨ª¡ª por premios para los que Retamar no fue afortunado. Y no es que no se solicitaran: desde muchas universidades espa?olas, y tambi¨¦n las de Cagliari, Poitiers, Sassari, Roma, Padua o Budapest, entre otras, se insisti¨® en proponerlo a los galardones m¨¢s relevantes, pero no hubo suerte: se impon¨ªa la pol¨ªtica. Es curioso, porque su poes¨ªa es ajena a servidumbres ideol¨®gicas, y constante en su profesi¨®n de humanismo. La historia se ha repetido muchas veces: a¨²n nos rasgamos las vestiduras porque Jorge Luis Borges ¡ªpor cierto, uno de los referentes de Retamar¡ª no recibi¨® los premios que merec¨ªa, a causa de sus ideas. Pero no puede evitarse que cada artista sea hijo de su tiempo, y por fortuna la gran poes¨ªa permanece m¨¢s all¨¢ de todo eso. Y la obra de Retamar, difundida en innumerables pa¨ªses y saludada desde las universidades de Europa y Am¨¦rica, forma ya parte indispensable del patrimonio de las literaturas hisp¨¢nicas desde hace d¨¦cadas.
En uno de sus poemas m¨¢s hermosos, dedicado a Juana In¨¦s de la Cruz, Retamar habla de ese fuego imborrable que es su legado: ¡°?Qu¨¦ podr¨ªa el agua / contra tu devorante alfabeto de llamas? [...]Quema a¨²n como entonces ¡ªhace a?os, hace siglos¡±. Es misteriosa la ciencia del tiempo y la palabra. Puede hacer pervivir esa criatura fugaz que se llama poes¨ªa. Tambi¨¦n puede tender puentes sobre las heridas abiertas por la historia en mitad de un pa¨ªs. O puede volver a hacer vibrar y respirar a aquellos que se llev¨® la muerte terrena, como en los versos que Retamar le dedica a Rilke: ¡°Registro viejos papeles amados y escojo estas rosas / Escritas por la mano absoluta del poeta. / Luego ser¨ªa la rosa final, la de la espina¡±. Desde tiempos antiguos esa flor es emblema de la poes¨ªa y su fragilidad perdurable: vaya hoy tambi¨¦n una rosa para Roberto Fern¨¢ndez Retamar como justo tributo hacia su obra, in memoriam.0
Selena Millares es escritora y catedr¨¢tica de Literatura Hispanoamericana en la UAM.
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