Viajar es de pobres
El veraneo del pobre consist¨ªa en volver al pueblo de donde hab¨ªa tenido que emigrar: ir a no hacer nada a donde ya no hab¨ªa nada que hacer
Le decimos viajar pero es ir a sitios. El mundo se ha hecho demasiado peque?o como para llamar viaje a deambular por un parque tem¨¢tico o a hacerse selfis de espaldas a unas ruinas milenarias. Viajaban Marco Polo o Simbad el Marino o Alexandra David-N¨¦el. Siempre pasa lo mismo, cuando los pobres pueden hacer algo es porque ya no es lo que era. Antiguamente los ricos veraneaban y los pobres se quedaban en su casa. Acaba de salir en edici¨®n cr¨ªtica de C¨¢tedra (a cargo de Javier Aparicio Maydeu) la novela Una comedia ligera, de Eduardo Mendoza. Transcurre durante un veraneo en Masnou (las playas del Maresme, al norte de Barcelona), a finales de los a?os cuarenta del siglo pasado (iba a decir: del nuestro; aunque quiz¨¢ sea mejor llamar al siglo XX nuestra vida anterior). El verano inacabable, amores clandestinos, un s¨®rdido crimen, la dictadura asfixiante, la modesta vida burguesa, las noches de teatro... El mundo que en este libro retrata Mendoza es el ¨²ltimo de un estilo de vida. Todo cambiar¨¢ pronto, pero a Mendoza le ha dado tiempo de ser testigo de ese agonizar y lo cuenta sin melancol¨ªa. M¨¢s bien le pone la puntilla.
Cuando los pobres empezaron a veranear, los ricos se pusieron a viajar. El veraneo del pobre consist¨ªa en volver al pueblo de donde hab¨ªa tenido que emigrar. Ir a no hacer nada a donde ya no hab¨ªa nada qu¨¦ hacer. La vuelta obedec¨ªa a una lealtad familiar, tira m¨¢s la familia que la tierra, pues al fin y al cabo la tierra es cambiante y est¨¢ donde se pisa, y a medida que la familia desaparec¨ªa las clases trabajadoras se pasaban al veraneo burgu¨¦s comprando a plazos parcelas en urbanizaciones reci¨¦n creadas, en las que muchos currantes, para eso trabajaban en la obra, levantaban ladrillo a ladrillo, paletada a paletada de mortero, sus propias casas o chal¨¦s.
En Catalu?a a esas viviendas se las llamaba torres. Eran los a?os en que para Reyes se regalaba el Ex¨ªn Castillos y, entre las torres de las urbanizaciones y las torres montadas en el suelo del comedor, la vida se impregnaba de un feudalismo reminiscente. Porque, al igual que m¨¢s tarde el Federico S¨¢nchez de Sempr¨²n, entonces la Edad Media se desped¨ªa de nosotros, pero todav¨ªa jugaban los ni?os en la calle y celebraban torneos a caballo, los chavales m¨¢s ligeros subidos a las espaldas de los m¨¢s fuertes. Ivanhoe hab¨ªa sido primero una leyenda oral, luego una novela representativa del romanticismo, luego cine taquillero en Technicolor y en aquellos d¨ªas era una serie de televisi¨®n.
La decadencia consiste en existir mucho. Los pobres de mar veraneaban alquilando diminutos apartamentos en la costa y los de monta?a echando la siesta bajo los pinos en parcelas promocionadas con reproducciones a escala gigante de personajes de la tele (por ejemplo, Heidi). Y los ricos viajaban a ciudades lejanas que se llenaban de exotismo con su llegada, porque lo ex¨®tico era ir en avi¨®n (hoy el avi¨®n es el equivalente a un autocar de l¨ªnea de los que llevaban al pueblo).
Enseguida se vio que viajar alrededor del planeta iba a quedarse corto. Sucedi¨®, por supuesto, en ¨¦poca estival; fue cuando el hombre pis¨® por primera vez la Luna. Acaban de cumplirse 50 a?os. A aquella proeza de Armstrong, Aldrin y Collins, los tres astronautas enviados por la NASA, el ciudadano normal y corriente, el que siempre se quedaba en tierra, respondi¨® en esos mismos d¨ªas con la heroicidad de Eddy Merckx en el Tour de Francia.
De nuevo se echaba el pulso entre el viajar y el veranear. En ir en cohete, en el hero¨ªsmo semidivino del viaje espacial, no iba a concentrarse m¨¢s gloria que en la gesta popular de ir en bicicleta, como todos los veranos. Aquella semana del 20 de julio de 1969, la portada de la revista TelePrograma (la gente la llamaba TP, era de las m¨¢s le¨ªdas), la ocupaba el actor Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez. La retransmisi¨®n por Mundovisi¨®n del alunizaje apenas merec¨ªa unas l¨ªneas en la programaci¨®n del domingo. Iban a dar esa semana nada menos que dos pel¨ªculas de L¨®pez V¨¢zquez (El pisito y Melocot¨®n en alm¨ªbar, esta, basada en una comedia de Mihura, justo despu¨¦s de llegar el hombre a la Luna), y eso s¨ª que resultaba sensacional.
Donde los tres astronautas significaban la victoria de los hombres de blanco, la tecnolog¨ªa, la ciencia..., en aquel Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, a¨²n juvenil, ya se presagiaba el triunfo del se?or de negro, al que luego represent¨® en una serie de televisi¨®n.
Pero para que Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez se convirtiera en s¨ªmbolo tendr¨ªa que desvanecerse el mundo del que proced¨ªa. El L¨®pez V¨¢zquez de El pisito est¨¢ cerca, por ejemplo, del Fernando Fern¨¢n G¨®mez de La vida por delante pues, como todav¨ªa ambos lo tienen todo por delante, a¨²n llevan todas las de perder. Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez no vence como individuo, sobrevive como ¨¦poca. Sus personajes no tienen la funci¨®n de recrear un determinado car¨¢cter callejero en el modo en que ocurre con G¨®mez Bur o Tony Leblanc.
M¨¢s que una manera de ser, como sucede en el teatro de Moli¨¨re, L¨®pez V¨¢zquez es una novela hist¨®rica que explica todo un tiempo. Su voz es pura megafon¨ªa en una ¨¦poca en que solo es el Estado quien interpela a los ciudadanos. Sus ojos arden como los de un fan¨¢tico. ?nicamente Salvador Dal¨ª tuvo unos ojos as¨ª en aquellos d¨ªas. La metamorfosis de L¨®pez V¨¢zquez en s¨ªmbolo se produce cuando protagoniza La cabina, la pel¨ªcula donde se queda atrapado en una cabina telef¨®nica igual que un gusano de seda se envuelve en su capullo antes de transformarse. El s¨®tano lleno de muertos encerrados a donde va a parar al final es el fin del r¨¦gimen, al que apenas le quedan tres a?os.
Mientras Jos¨¦ Luis V¨¢zquez se metamorfosea, otro actor, Juanjo Men¨¦ndez, paradigma de la gente que no va a cambiar si no lo pide el gui¨®n, lee tebeos en la playa de Torremolinos a la sombra de una colmena de apartamentos armados como un Ex¨ªn Castillos. As¨ª aparece en la pel¨ªcula Verano 70, leyendo el Din Dan en ba?ador. En esos d¨ªas, la portada del extra de verano del T¨ªo Vivo de 1970 lleva a todos los personajes de la revista (Rompetechos, Do?a L¨ªo, los se?ores de Alcorc¨®n...), a veranear a una colmena de avispas gigantes. En un tebeo actual, nosotros saldr¨ªamos con los pies metidos en un riachuelo a la puerta de una casa rural y leyendo una revista de viajes para ir a ver la aurora boreal o un desierto. So?ando con ir a cualquier sitio como si no fu¨¦ramos ricos.
Babelia
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