La pasi¨®n de Hector Berlioz
150 a?os despu¨¦s de su muerte, el sello Warner publica la primera edici¨®n discogr¨¢fica de las obras completas del compositor franc¨¦s
Sorprende casi que toda la m¨²sica de alguien tan excesivo, en todos los sentidos, como Hector Berlioz pueda contenerse en tan solo 27 discos compactos, una cifra m¨¢s que modesta si pensamos en las dimensiones habituales que alcanza la producci¨®n de pr¨¢cticamente cualquiera de sus contempor¨¢neos, empezando por Franz Liszt, uno de los m¨¢s fieles defensores del franc¨¦s durante toda su vida. La explicaci¨®n m¨¢s sencilla es, quiz¨¢, que Berlioz es un verso libre que no se parece a ninguno de ellos, empezando por el hecho, casi ins¨®lito en su gremio, de que nunca aprendiera a tocar el piano, a pesar de que, si algo caracteriza a los compositores rom¨¢nticos, es que todos ellos fueron virtuosos del instrumento, empezando, por supuesto, por el propio Liszt.
Berlioz fue, sin embargo, un adalid del Romanticismo, en su vida y en su obra. El mucho m¨¢s moderado Verdi repar¨® en su querencia a situarse siempre en los extremos, algo que no le impidi¨®, y as¨ª lo admiti¨® expresamente el italiano, hacer cosas admirables. Como tampoco disfrut¨® de una formaci¨®n musical convencional ni exhaustiva, ni fue nada parecido a un ni?o prodigio, Berlioz ha sido objeto de frecuentes reproches por lo que se consideran muestras evidentes de incompetencia t¨¦cnica: ¡°Hay en Berlioz torpezas arm¨®nicas que te hacen gritar¡±, escribi¨® Pierre Boulez, que parece inspirado por una cr¨ªtica de Claude Debussy aparecida en Gil Blas el 8 de mayo de 1903 en la que leemos: ¡°Berlioz ha sido inmediatamente adoptado por los pintores; podr¨ªa incluso decirse sin iron¨ªa que Berlioz fue siempre el m¨²sico preferido de los que no saben mucho de m¨²sica. Las gentes del gremio siguen alarm¨¢ndose ante sus libertades arm¨®nicas (hablan incluso de sus ¡®torpezas¡¯) y su negligencia formal¡±. Y en una entrevista que le hicieron en La Revue Bleue el 2 de abril de 1904, el autor de Pell¨¦as et M¨¦lisande fue a¨²n m¨¢s acerbo: ¡°Berlioz es una excepci¨®n, un monstruo. No es un m¨²sico en absoluto; transmite la ilusi¨®n de la m¨²sica con procedimientos que toma prestados de la literatura y la pintura. Adem¨¢s, no veo en ¨¦l gran cosa de especialmente franc¨¦s¡±.
Fue el compositor franc¨¦s quien abri¨® antes que nadie la espita de la subjetividad a ultranza
La principal ocupaci¨®n de Berlioz ¡ªy, por tanto, los ¨²nicos ingresos estables de los que disfrut¨® durante toda su vida¡ª fue la de bibliotecario del Conservatorio de Par¨ªs, complementada por su labor durante 30 a?os en el Journal des D¨¦bats, en cuyas p¨¢ginas demostr¨® ser un cr¨ªtico acerado de todo y de todos, excepto de s¨ª mismo. Esos centenares de art¨ªcu?los y sus ingentes Memorias, en las que falta a la verdad casi con el mismo desparpajo que su admirado Richard Wagner en las suyas, nos permiten asomarnos a la mente de este hombre fascinado durante toda su vida por la voz humana y por el canto: ¡°Un colosal ruise?or, una alondra del tama?o de un ¨¢guila, semejante a la que se dice que exist¨ªa en el mundo primitivo¡±, fue como lo defini¨® Heinrich Heine, otro de los muchos rom¨¢nticos que frecuent¨® Berlioz en Par¨ªs. Pero no fue hasta 1830, y ya ten¨ªa entonces 26 a?os, cuando compuso su primera obra de aut¨¦ntica entidad, sin voces: la revolucionaria Sinfon¨ªa fant¨¢stica, una pieza program¨¢tica en la que, como novedad absoluta en el ¨¢mbito sinf¨®nico, un compositor se situaba como protagonista y desencadenante de su criatura. Strauss ir¨ªa mucho m¨¢s lejos d¨¦cadas despu¨¦s en su Sinfon¨ªa dom¨¦stica, por supuesto, pero fue Berlioz quien abri¨® antes que nadie la espita de la subjetividad a ultranza, quien no tuvo empacho en poner m¨²sica a todos los excesos y las pesadillas del Romanticismo.
El sesquicentenario de su muerte en 1869 est¨¢ dando lugar a multitud de conmemoraciones en Francia y ha sido, asimismo, la espoleta de la publicaci¨®n de su opera omnia en disco, una empresa que estaba todav¨ªa pendiente. Y esta caja del sello Warner pone las cosas en su sitio para que cada uno pueda juzgar por s¨ª mismo. Muchos se sorprender¨¢n de que no haya una sola obra para piano, ni tampoco incursiones en la m¨²sica de c¨¢mara, pero en Berlioz casi nada es convencional.
El cat¨¢logo del franc¨¦s se divide en cuatro grandes apartados: las piezas orquestales, su producci¨®n vocal no oper¨ªstica, su m¨²sica sacra (la Grande messe des morts y el Te Deum, dos obras desmesuradas y celebratorias, y la muy delicada trilog¨ªa sacra L¡¯enfance du Christ) y, por ¨²ltimo, sus tres ¨®peras, la ¨²ltima de las cuales, Les troyens, constituye, sin ninguna duda, la culminaci¨®n de su carrera, su composici¨®n m¨¢s ambiciosa y la plasmaci¨®n m¨¢s completa de su genio mel¨®dico, orquestal y dram¨¢tico. Curiosamente, es tambi¨¦n, de alguna manera, la m¨¢s acad¨¦mica, por el tema elegido (un homenaje a su infancia, ya que aprendi¨® lat¨ªn muy pronto traduciendo al franc¨¦s la Eneida, de Virgilio) y por sus hechuras de grand op¨¦ra, una r¨ªgida y ampulosa creaci¨®n casi exclusiva de la Francia decimon¨®nica.
Aunque ha tenido que licenciar de otros sellos las grabaciones de algunas rarezas, el gran atractivo de la exhaustiva caja publicada por Warner es que el peso de la interpretaci¨®n recae sobre varios directores que son o han sido admiradores y defensores ac¨¦rrimos de la causa de Berlioz, encabezados por dos extranjeros afrancesados: el ingl¨¦s John Eliot Gardiner y el estado?unidense John Nelson. Hay tambi¨¦n valedores galos (el gran Jean Martinon, Louis Langr¨¦e, Michel Plasson o Fran?ois-Xavier Roth en la primicia discogr¨¢fica absoluta de Le temple universel) e incluso una incursi¨®n puntual del que ha sido quiz¨¢ su m¨¢ximo abogado desde el podio, el brit¨¢nico Colin Davis, que dirige aqu¨ª la escena l¨ªrica Herminie a una sobresaliente Janet Baker, protagonista a su vez de otra joya recuperada ahora por Warner: la mejor versi¨®n jam¨¢s grabada de una de las grandes obras maestras del compositor franc¨¦s, el ciclo de canciones Les nuits d¡¯¨¦t¨¦, con un igualmente inalcanzable John Barbirolli al frente de la Orquesta New Philharmonia.
Es mucho, much¨ªsimo, lo que hay en estas Obras completas de disfrutable, tanto en las rarezas cuasidesconocidas como en los logros m¨¢s incontestables de Berlioz: la efusividad po¨¦tica de la ¡°sinfon¨ªa dram¨¢tica¡± Rom¨¦o et Juliette (en una intensa interpretaci¨®n dirigida por Riccardo Muti), las oberturas orquestales plagadas de sorpresas, el Goethe¨¤ la fran?aise de La damnation de Faust. Pero la summa perfecta del universo berliozano es, hay que insistir, Les troyens, que puede o¨ªrse en la reciente y premiad¨ªsima versi¨®n dirigida por John Nelson al frente de un reparto de excepci¨®n, encabezado por Joyce DiDonato, Marianne Crebassa, Marie-Nicole Lemieux y St¨¦phane Degout. Cuatro horas y media de m¨²sica grandiosa de un m¨²sico tan volc¨¢nico y apasionado que en 1859 escribi¨® a su hermana Ad¨¨le: J¡¯ai la passion de la passion.
Berlioz: Obras completas. Varios int¨¦rpretes. Warner (27 CD).
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