La patria en la que vive Fernando Aramburu
El escritor donostiarra ha construido un mundo de textos, amigos, referencias, escritura y memoria, un lugar en el que, asegura, nunca se considerar¨¢ extranjero
Austero, como su sintaxis y su ritmo. Sus manos, su mirada, todo en Fernando Aramburu va en armon¨ªa con la l¨®gica que lo mueve. Su m¨¦todo, que tiene su nombre y su apellido, es intransferible. Decide que se va a poner a leer, y ya no hay ruido que lo distraiga. Y cuando le viene una novela, como le vino Patria, un ¨¦xito con pocos precedentes en esta lengua (ahora en muchas lenguas), es porque hubo esa digesti¨®n del ritmo, mezcla de m¨²sica, emoci¨®n y l¨®gica.
Esa digesti¨®n proviene de la memoria de gestos, de palabras y de hechos. En Hannover, Alemania, adonde se fue por amor, degluti¨® durante a?os la memoria que le ven¨ªa de Donosti, su pueblo. Aquellos a?os de plomo tardaban en salir en su escritura. "No hab¨ªa esa verdad que da el sabor local"; el olor herido de la tierra. Hasta que escribi¨® los cuentos de Los peces de la amargura, el nudo en la garganta del que parte Patria. Buscaba el tono, la esencia del trabajo, hasta que "ya las manos hallaron las teclas adecuadas y empec¨¦ a escribir este libro con la memoria que ten¨ªa y con la que me dieron". El libro sali¨® hace 13 a?os, en Tusquets. Fue el bautismo de Patria, aquel grito.
No era "literatura del terrorismo". Era un modo de contar "historias de gentes vascas que estuvieron ah¨ª cuando yo tambi¨¦n estuve". El cuento que le da t¨ªtulo a este libro de 10 cuentos tiene el sonido atroz del terrorismo cuando este apenas suena, cuando no se dice. Ese silencio transmite aquel clima sin amor, el estruendo que marca luego Patria. El eco despiadado, espeso y brutal de lo que ocurr¨ªa en Euskadi.
El motor no era la pol¨ªtica, en su caso. "Era la humanidad, el dolor de cada uno, uno a uno". Los peces de la amargura lo llev¨® a conocer v¨ªctimas; "sin escucharlos, sin verlos, yo no hubiera llegado a ciertos matices, me hubiera quedado en la historia o en el periodismo". Su gran temor era "hacer literatura a costa del sufrimiento ajeno. Este escr¨²pulo me dur¨® largo tiempo, pero el afecto de las v¨ªctimas me dio mucha confianza". En el cuento que le da t¨ªtulo al libro la palabra triste reina como el espejo de aquella oscuridad. En todos los cuentos "hay una carta literaria que juego de manera distinta. Yo creo en el arte de la palabra escrita; cre¨ªa a los 15 a?os y llevar¨¦ esta convicci¨®n hasta el final".
Hab¨ªa miedo, pero no todo era silencio. "Cu¨¢ntos no fuimos a leer a Fernando Savater para saber qu¨¦ pensar... Y claro que tuve miedo, pero fue m¨¢s fuerte sentir los reproches que yo mismo me hubiera hecho por no contarlo que el posible miedo de decirlo... Quiz¨¢ si me hubiera quedado a vivir en San Sebasti¨¢n hubiera tenido m¨¢s cuidado... Pero hubo gente que se qued¨®. Ya te dije de Savater. Y Ra¨²l Guerra Garrido, pionero en la novel¨ªstica centrada en las v¨ªctimas, al que le quemaron la farmacia de la familia y lo atacaron varias veces".
Ya no lee Los peces de la amargura. "Ni nada m¨ªo. ?Perder¨ªa la noche pensando que he puesto dos comas mal! Pero entrego los libros muy le¨ªdos, y Tusquets adem¨¢s hace una edici¨®n muy intensa..." Ahora lee. Acaba de leer la vida de santa Teresa de Jes¨²s. "De la lectura vienen chispazos, im¨¢genes que me vienen bien. Mis libros nacen de la voluntad de escribirlos. T¨² me das un proyecto y estoy perdido". Albert Camus siempre en la cabecera de la cama. "Sus principios morales me sirven para entender y juzgar no solo la realidad pol¨ªtica o social sino tambi¨¦n mi vida privada".
M¨¢s de media vida en el extranjero le han dado una patria fija, "la biblioteca, los amigos, el mar, el paisaje donde soy feliz, como dice David Grossman... No acepto el concepto de extranjero. Extranjero en ning¨²n sitio. C¨®mo no voy a sentirme cerca de cualquier persona, negra, canadiense, japonesa, de cualquier sitio". Manos, teclas, palabras, escritura y memoria... Ese es el contenido de la patria en la que vive Fernando Aramburu.
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