Vacaciones en el Berl¨ªn m¨¢s negro
La lectura de la novela p¨®stuma de Philip Kerr ¡®Metr¨®polis¡¯, ambientada en la ¨¦poca de la Rep¨²blica de Weimar, es una manera tan estupenda como triste de cerrar el verano
Las lecturas de verano siempre son un asunto complicado, que se vuelve paradigm¨¢tico cuando viajas a una isla, desierta o no. Elegir conlleva el riesgo de equivocarte, y m¨¢s en una tesitura como las vacaciones, rodeadas de tantas y tan altas expectativas (siempre pensamos, no s¨¦ por qu¨¦, que vamos a volver mejores de lo que nos fuimos). En este aspecto de los libros, Robinson Crusoe lo tuvo f¨¢cil porque no dispon¨ªa m¨¢s que de la Biblia y as¨ª no tuvo que pensar que deb¨ªa aprovechar, ya que ten¨ªa tanto tiempo por delante, para leer, por ejemplo, a Proust. Es dif¨ªcil decir qu¨¦ hubiera preferido leer Viernes, pero seguro que no libros de cocina.
Mi cu?ado Javier ha escogido irse a Menorca con el?Ulises?y no s¨¦ si su aventura a lo Charlton Heston en?The Wreck of the Mary Deare?de abordar un maltrecho velero en altamar en medio de una tormenta y conducirlo hasta puerto habr¨¢ tenido que ver con el libro de Joyce (probablemente estaba huyendo de la lectura), o al menos con el t¨ªtulo. Mi amigo E. Puig nos sorprendi¨® tambi¨¦n a todos un verano recalando en Formentera con?Guerra y paz?y era curioso ver a alguien leyendo a Tolstoi con una gorra por toda vestimenta.
Yo hace tiempo que renunci¨¦ a cumplir con los cl¨¢sicos en mi isla de vacaciones, excepto el ritual de releer?Lord Jim?junto a los botes salvavidas en la larga traves¨ªa mar¨ªtima, y este a?o?Robinson Crusoe, por exigencias del guion. En Formentera recuerdo haberlo pasado estupendamente con?Alto riesgo,?de Ken Follet, y?Latitudes piratas,?de Michael Crichton. Pero si con algo asocio especialmente la lectura de verano en la isla es con dos muy queridos autores que, por desgracia, hemos perdido.
Patrick O¡¯Brian (1914-2000) y Philip Kerr (1956-2018) nos han brindado grandes momentos de absoluta felicidad lectora, un placer que puedes dilatar como ninguno, a no ser que practiques bien el sexo t¨¢ntrico. A los dos los conoc¨ª bien, en la medida en que alguien pudo conocer bien a O¡¯Brian, que false¨® su biograf¨ªa con la pericia con que el capit¨¢n franc¨¦s del corsario?Acheron,?de 44 ca?ones, se hace pasar por doctor para evitar la captura al final de?Master and Commander: Al otro lado del mundo, adaptaci¨®n de Peter Weir de sus novelas. Y he le¨ªdo en Formentera a lo largo de los a?os, reserv¨¢ndomela para las vacaciones de verano, la parte m¨¢s sustancial de la obra de los dos: la serie de 20 novelas (m¨¢s una inacabada, solo tres cap¨ªtulos) de O¡¯Brian sobre la Armada inglesa protagonizadas por el capit¨¢n Jack Aubrey y el m¨¦dico, naturalista y esp¨ªa Stephen Maturin (Edhasa), y la de 14?thrillers?de Kerr del detective Bernie Gunther que trabaja bajo la terrible sombra de los nazis y sus cr¨ªmenes (RBA).
Recuerdo c¨®mo pas¨¦, sentado ante el mar, la ¨²ltima p¨¢gina de la vig¨¦sima novela O¡¯Brian,?Azul en la mesana?(2004), al borde de las l¨¢grimas, convenientemente saladas, tras leer el final: ¡°Se?or Hanson. Ponga rumbo a Cabo Pilar y al estrecho de Magallanes, si es tan amable¡±. Vale, no sonar¨¢ muy emotivo, pero es el adi¨®s a Aubrey y Maturin (y a los mastelerillos y los chafaldetes de las gavias) despu¨¦s de alrededor de la friolera de diez mil p¨¢ginas y 25 a?os de relaciones (la serie se empez¨® a publicar en castellano en 1994).
Con Kerr y Gunther ha sido a¨²n m¨¢s duro porque el escritor escoc¨¦s era m¨¢s joven, m¨¢s cercano (aunque con los dos, con O¡¯Brian y con ¨¦l, compart¨ª mesa, mantel y bebidas espiritosas en abundancia ¡ªsobre todo ellos¡ª) y porque me he tenido que despedir dos veces.
La primera cuando, al poco de fallecer Kerr, apareci¨® la que parec¨ªa ser su ¨²ltima novela de Gunther,?Laberinto griego?(2018). Aunque luego ha resultado que dej¨® otra p¨®stuma,?Metr¨®polis?(2019), que se publicar¨¢ en castellano el 5 de septiembre. La he le¨ªdo en ingl¨¦s y he de decir que me parece la mejor de toda la serie. S¨ª, ya s¨¦ que lo he dicho de cada una que se ha ido publicando, pero como esta es la ¨²ltima... Transcurre ¨ªntegramente, sin saltos temporales, en los a?os de la Rep¨²blica de Weimar, en Berl¨ªn, en los s¨®rdidos bajos fondos de la ciudad, llenos de vicio y g¨¢nsteres, y con los nazis en ascenso. Puro ambiente?Cabaret.?Es imposible no leerla, incluso bajo el sol en Formentera, en clave negra, doblemente negra, pensando en que Philip Kerr la escribi¨® durante el tratamiento de su enfermedad, un c¨¢ncer.
Su viuda, Jane, en una ins¨®lita y emotiva carta con motivo de la publicaci¨®n de la novela, destacaba el esfuerzo que le supuso a su marido, que escrib¨ªa incluso en las sesiones de quimioterapia. Recuerda que Kerr era un optimista nato. Cuando la m¨¦dica que le trataba le dijo en 2017 que le quedaban uno o dos a?os de vida aunque, para animarlo, a?adi¨® que conoc¨ªa el caso de un paciente que hab¨ªa sobrevivido cinco, ¨¦l se lo tom¨® por el lado mejor: ¡°As¨ª que tengo cinco a?os¡±. Le quedaban solo ocho meses.
En la novela, insisto, buen¨ªsima, en un Berl¨ªn diez a?os despu¨¦s del fin de la I Guerra Mundial que parece una Babilonia musicada por Kurt Weill y dibujada por Frank Miller, Bernie Gunther, a la saz¨®n prometedor joven detective reci¨¦n incorporado a la brigada de homicidios y en el camino de aprender el oficio, se enfrenta a dos asesinos en serie. Uno mata prostitutas arranc¨¢ndoles adem¨¢s el cuero cabelludo ¡ªlo que lleva a los siempre ingeniosos berlineses a bautizarlo como Winnetou, por el guerrero apache de Karl May¡ª y el otro, denominado Doctor Gnadenschuss,?Tiro de Gracia,?asesina a veteranos de guerra mutilados, la terrible cosecha de las trincheras, de los que abundan mendigando en las calles. La novela, con cameos de gente tan notable como los pintores expresionistas George Grosz y Otto Dix, el cineasta Fritz Lang (claro) y su mujer, la guionista Thea von Harbou, tiene pasajes sensacionales, como el digno de Goya y Pieter Brueghel de Bernie caracterizado de menesteroso excombatiente que ha perdido toda la parte inferior del cuerpo y recorriendo las calles de Berl¨ªn en un carrito de madera como cebo.
Metropolis?posee el aliciente complementario de una introducci¨®n de Ian Rankin, amigo de Kerr, al que el autor le hace un homenaje en forma de un personaje (Robert Rankin, un ingl¨¦s traumatizado por sus vivencias en la I Guerra Mundial) de la novela. Esta puede verse como el origen de toda la serie, un?flashback?que nos ofrece claves del personaje y una despedida por todo lo alto de una de las grandes sagas polic¨ªacas e hist¨®ricas de nuestro tiempo.
La viuda de Kerr, que considera que quiz¨¢ sus momentos m¨¢s felices juntos fueron los de los viajes de documentaci¨®n para las novelas, al Berghof de Hitler, a la casa de Heydrich en Praga o a Potsdam ¨Cla familia en pleno se aloj¨® en las habitaciones del Hotel Lutetia de Par¨ªs que hab¨ªan sido el cuartel general del Abwehr, el servicio de inteligencia militar alem¨¢n- sugiere que pronto podr¨ªamos tener a Bernie en las pantallas, en una serie televisiva de Tom Hanks. Ojal¨¢. De momento, envidio a los que tienen a¨²n por leer?Metr¨®polis, y s¨¦ que aunque nuestro detective regrese de la mano de ese mago del cine, nadie nos devolver¨¢ jam¨¢s a Philip Kerr, como nadie puede hacer volver ya este verano.