El cliente es Dios

Los ataques que el grupo terrorista Lashkar e-Taiba llev¨® a cabo en diferentes localizaciones de Bombay entre el 26 y el 29 de noviembre de 2018 han gozado de un eco audiovisual f¨¦rtil, que, hasta el momento, se ha materializado, entre documentales televisivos, cortometrajes y largos de diversas procedencias, en un corpus de siete trabajos que parece culminar temporalmente con este debut del australiano Anthony Maras, que nace con cierta voluntad de monumento conmemorativo a v¨ªctimas y supervivientes al celebrarse diez a?os de la tragedia. La mayor¨ªa de aproximaciones cinematogr¨¢ficas a los atentados han colocado el foco en lo sucedido en el hotel Taj Mahal, que, en realidad, s¨®lo fue uno de los muchos escenarios de la crisis: el quid de la cuesti¨®n est¨¢, sin duda, en el potencial dram¨¢tico de la transformaci¨®n de un limbo de lujo en zona de guerra.

Maras decide convertir Hotel Bombay en una pel¨ªcula de cat¨¢strofes, con trazos de La aventura del Poseid¨®n (1972) de Ronald Neame por su ¨¦nfasis en la exploraci¨®n de un espacio que se torna hostil y peligroso. Le importa el entrecruzamiento de historias de empleados heroicos y hu¨¦spedes que alcanzar¨¢n una inesperada redenci¨®n (Jason Isaacs) o un desenlace cat¨¢rtico o tr¨¢gico, mientras que los terroristas son contemplados como deshumanizada fuerza de la naturaleza sobre la que proyectar prejuicios culturales ¨Cla broma del canap¨¦ de cerdo, la tensi¨®n ante el escote de la infiel- antes de ceder, in extremis, al tenue trazo compasivo que merece la fragilidad humana de quien ha sido radicalizado por una voz que nunca se encarna.

Hotel Bombay, en el fondo, no habla de terrorismo, ni de supervivencia, sino de la abnegada profesionalidad de los miembros de un complejo tur¨ªstico levantado sobre el dogma de que el cliente es Dios y Mahoma no es su profeta.