Un pliego de cargos contra Susan Sontag
Benjamin Moser publica el pr¨®ximo martes en Estados Unidos una biograf¨ªa de la autora de 'Ante el dolor de los dem¨¢s' en la que la acusa tanto de ocultar su homosexualidad como de ser tibia en su compromiso feminista.
Pocos intelectuales (los escritores que intervienen e influyen en la vida p¨²blica) han sido objeto de tan insistente inquisici¨®n biogr¨¢fica como Susan Sontag. Este nuevo recuento de su vida, que pretende presentarse como m¨¢s o menos definitivo, viene precedido, por citar solo algunas obras traducidas, de la inteligente entrevista que Cott condujo en 1978, de las modestas memorias de la novelista Sigrid Nunez, de la reciente semblanza del alem¨¢n Schreiber o de la ramplona de Rollyson y Paddock, la primera de todas ellas, publicada a¨²n en vida de la autora de Sobre la fotograf¨ªa. Por no mencionar en lengua inglesa el alud, siempre tras su muerte en 2004 pero siguiendo la estela de la ¨²ltima citada, de los testimonios marginales de quienes la trataron en diverso grado y que aspiraban con ello a destacarse mediante el arribismo de la contig¨¹idad o de la infidencia como cobro de pretendidos agravios.
Benjamin Moser es conocido en espa?ol por su biograf¨ªa de Clarice Lispector, cuya publicaci¨®n no estuvo exenta de graves objeciones de fondo entre los especialistas brasile?os. El lector infortunadamente no debe esperar de este nuevo libro descubrimientos relevantes que no se ofrezcan ya en biograf¨ªas anteriores y entrevistas, o que no se hallen presentes en la importante edici¨®n a cargo de David Rieff de los cuadernos o diarios de Susan Sontag. Moser tuvo adem¨¢s a su disposici¨®n los archivos de la autora depositados en la Universidad de California en Los ?ngeles; sin embargo, no se trata ¨¦sta de una biograf¨ªa intelectual, y menos a¨²n de una nueva aportaci¨®n de juicios argumentados que permitan ponderar el legado literario o intelectual de Sontag encuadrados en la trayectoria de sus influyentes y debatidas intervenciones p¨²blicas (de la guerra de Vietnam a la de Bosnia, de su defensa de Heberto Padilla a la de Salman Rushdie en momentos cruciales, de su afirmaci¨®n de que ¡°el comunismo no es sino fascismo con rostro humano¡± a sus declaraciones sobre el intervencionismo estadounidense tras los atentados del 11 de septiembre de 2001). Lo que s¨ª advertir¨¢ el sorprendido lector es que Moser blande, otra vez, con cierta inepcia intelectual habida cuenta de los ingentes materiales a su disposici¨®n, un ampliado pliego de cargos contra la ensayista de Ante el dolor de los dem¨¢s, y que algunos han venido proclamando desde los a?os setenta. Entre ellos destacan tres, a los que dedica muchas p¨¢ginas a lo largo del libro. El primero imputa a Sontag no haber puesto su obra al servicio de la militancia feminista; el segundo, no ser ¡°honrada¡± o ¡°sincera¡± cuando Moser intenta ciegamente conciliar los hechos vividos por la persona privada (e ¨ªntima) con la obra narrativa, y el tercero, no haber hecho manifestaci¨®n p¨²blica de su homosexualidad. Es decir, Moser pretende, entre otros aspectos objetables de este libro, darle merecido castigo a su biografiada.
Al tratarse de un escritor, lo esencial es la obra, pues esta constituye, justifica e ilumina la propia vida, y no al rev¨¦s
El primero de los cargos viene de antiguo. En una c¨¦lebre refutaci¨®n de 1975 a Adrienne Rich, que la inculpaba puerilmente de no integrar la militancia feminista a sus recientes obras (acusaci¨®n repetida a?os despu¨¦s por Camille Paglia), Sontag escribi¨® que sin duda no constituye una traici¨®n sostener que existen ¡°otros objetivos adem¨¢s de la despolarizaci¨®n de los dos sexos, otras heridas que las de g¨¦nero, otras identidades que la sexual, otra pol¨ªtica que la pol¨ªtica de los sexos; y otros ¡®valores antihumanos¡¯ que los ¡®mis¨®ginos¡±, como si la raz¨®n y la autoridad debieran de arrojarse tambi¨¦n al basurero de la ¡°historia patriarcal¡±. Moser, tras adoptar la posici¨®n de Rich, se lleva adem¨¢s las manos a la cabeza porque los art¨ªculos sobre feminismo de Sontag, publicados en revistas de m¨¢xima difusi¨®n en ingl¨¦s, no fueran recogidos en libro, cuando precisamente en uno de ellos escribi¨® c¨¦lebremente que ¡°la opresi¨®n de las mujeres constituye el tipo fundamental de opresi¨®n en las sociedades organizadas¡±, sean estas comunistas o capitalistas; ello como respuesta a un cuestionario que se le formul¨® originalmente en 1972 desde Libre, la revista parisiense de Juan Goytisolo.
El segundo persigue detectar la incipiente falta de probidad de la autora en el cuento Peregrinaci¨®n, el inicial de los diversos ejemplos aducidos por Moser, pues los hechos de la visita juvenil de Susan Sontag a Thomas Mann anotados en los cuadernos de ella no coinciden con los del relato de esa misma visita a la casa del novelista alem¨¢n exiliado en California. Es decir, se le recrimina que el cuento no sea el reportaje de los hechos. Moser adem¨¢s atribuye el origen de esa supuesta proclividad a la tergiversaci¨®n a que Sontag era la primog¨¦nita de una madre alcoh¨®lica, y cree descubrir en la lectura reduccionista de sus obras narrativas, desde El benefactor hasta En Am¨¦rica, meras rec¨®nditas piezas psicol¨®gicas o biogr¨¢ficas que pretendidamente expliquen las discrepancias entre la persona p¨²blica y la privada, pero que muy poco dicen de la narradora y ensayista. De la influencia intelectual y moral de Arendt, Taubes, Barthes o Cioran, por ejemplo, Moser apenas aporta algo. Es relevante a?adir que en a?os recientes se han venido reconsiderando algunas obras narrativas de Sontag, sobre todo a partir del estudio que le dedic¨® Jerome Maunsell en 2014, obra muy sospechosamente ausente de la copiosa bibliograf¨ªa citada por Moser.
El tercer cargo, acaso el m¨¢s insidioso de todos ellos, se formul¨® con m¨¢s ah¨ªnco a partir de los a?os ochenta y de la epidemia de VIH que ha asolado la vida de millones de personas: la ocultaci¨®n de su homosexualidad. Moser hace caso omiso de las repetidas declaraciones de Sontag con las que rechaz¨® categ¨®ricamente referirse en p¨²blico a su vida privada (e incluso ¡°espiritual¡±). Y por si lo anterior no bastara, Moser parece incapaz de reconocer a lo largo de todo el libro, en flagrante contradicci¨®n con la informaci¨®n disponible que ¨¦l mismo presenta y con los escritos privados de la autora, que Sontag fuera en realidad bisexual toda su vida (rem¨ªtase el curioso lector a sus diarios). Es decir, para Moser, el bisexual como traidor a una causa. La posici¨®n de Sontag al respecto, si se considera con rigor y seriedad su trayectoria, bien podr¨ªa formularse con una frase propia, pronunciada al recibir el Premio Pr¨ªncipe de Asturias: ¡°Aversi¨®n a hacer uso principalmente instrumental de los escritores¡±. A estas alturas deber¨ªa ser una perogrullada sostener que, al tratarse de un escritor, lo esencial es la obra, pues esta constituye, justifica e ilumina la propia vida, y no al rev¨¦s.
Al final de esta biograf¨ªa falazmente moralista, Moser incluye un largo listado de quienes colaboraron en su redacci¨®n, pero sin discriminar en modo alguno las aportaciones de cada cual, con lo que all¨ª quedan mezclados los parientes del autor, por ejemplo, con Jasper Johns. La casi nula colaboraci¨®n de interlocutores como Edgardo Cozarinsky o Paolo Dilonardo (esencial ¨¦ste para dar cuenta del ¨²ltimo decenio de la vida de Sontag), y la ausencia de informantes como Juan Cruz, Patti Smith o Ed Vulliamy (esencial ¨¦ste para documentar la presencia de Sontag en Bosnia), explican que la biograf¨ªa de Moser se haga paulatinamente m¨¢s rala en la ¨²ltima de sus cuatro partes, a pesar de que se trata del periodo en el que cabe suponer mayor abundancia de materiales al ser el m¨¢s reciente.
Los procedimientos de esta biograf¨ªa son entonces cabal s¨ªntoma de la manera en que algunos viven ahora: entre noticias que no son noticias, amigos que no son amigos, naciones que no son naciones y libros que no lo son en esta, la era de Trump.
Sontag: Her Life. Benjamin Moser. Ecco, 2019. 800 p¨¢ginas.
Aurelio Major es poeta y traductor de la obra de Susan Sontag al espa?ol.
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