Morbo
Wilder y Gilroy no inventaron ficciones. Comprueben su realismo viendo los informativos de televisi¨®n. Con el juicio a la asesina del cr¨ªo disponen de un fil¨®n inagotable
Es una de las pel¨ªculas m¨¢s demoledoras de Billy Wilder, alguien que tambi¨¦n pod¨ªa ser aut¨¦nticamente rom¨¢ntico, pero en el argumento de El gran carnaval no cab¨ªa el lirismo, hubiera sido impostado. Un periodista ansioso de fama y poder, con etiqueta de perdedor descubre que puede retrasar la salvaci¨®n de un pobre hombre atrapado en una mina. Esa abyecta estrategia le permitir¨¢ que los grupos m¨¢s solventes de la prensa se disputen sus exclusivas diarias sobre el tormento del agonizante. Y en el escenario de esa tragedia los comerciantes y un p¨²blico masivo en busca de morbo montan un lamentable circo. Se estrell¨® en la taquilla. Normal. Los espectadores no quer¨ªan sentirse identificados en esa barbarie.
En Nightcrawler, dirigida por Don Gilroy, una de las pel¨ªculas que m¨¢s me han perturbado en los ¨²ltimos a?os, un buscavidas sin escr¨²pulos filma antes que nadie a las victimas de accidentes, asesinatos, todo lo protagonizado por la sangre. Y vende esas im¨¢genes a una cadena de televisi¨®n que ve como se multiplica su audiencia. No hay l¨ªmites ¨¦ticos ni barreras morales, solo oferta y demanda, resultados financieros con la pornograf¨ªa de la violencia.
Wilder y Gilroy no inventaron ficciones. Comprueben su realismo viendo los informativos de televisi¨®n. Con el juicio a la asesina del cr¨ªo disponen de un fil¨®n inagotable. Como el que explotaron con la esquiadora que desapareci¨®, el beb¨¦ que se cay¨® al pozo, Diana Quer. Y en el recuerdo insuperable, el abyecto carnaval que montaron en Alc¨¤sser. Y si no disponen de material tan suculento, siempre tendr¨¢n a mano cuantiosas im¨¢genes de apu?alamientos, palizas, torturas, para rellenar la mitad de las noticias del mundo.
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