Formentor
La celebraci¨®n de la literatura que se lleva a cabo en la isla tiene algo de reconstrucci¨®n de una ¨¦poca pasada, en donde la literatura mostraba glamur y belleza
El cabo de Formentor, en la isla de Mallorca, necesita un adjetivo que tal vez no est¨¦ a¨²n en mi inteligencia. All¨ª se celebran todos los a?os las conversaciones literarias junto a la entrega del Premio Formentor, que este a?o ha reca¨ªdo en la escritora francesa Annie Ernaux. El hotel Formentor se convierte en un hervidero de escritores nacionales e internacionales. Me da apuro bajar a la playa porque me voy a encontrar en ella a un mont¨®n de novelistas, editores, periodistas. No es lo mismo leer a un escritor que contemplarlo mientras se da un chapuz¨®n. El ba?ador tiene un efecto igualitario y desmitificador.
La celebraci¨®n de la literatura que se lleva a cabo en Formentor tiene algo de reconstrucci¨®n de una ¨¦poca pasada, en donde la literatura mostraba glamur y belleza. Tengo delante una novela de Annie Ernaux titulada Los a?os, cuyo tema es el pasado. En las paredes del hotel cuelgan fotograf¨ªas hist¨®ricas, hablan de antiguos paseos por la playa de mujeres con sombrero de los a?os veinte.
Este a?o en Formentor se rinde homenaje al editor Jorge Herralde. Charlo con Herralde y le pregunto qu¨¦ se ve desde donde ¨¦l est¨¢ ahora. Le digo que Philip Roth describi¨® una especie de atalaya a la que llam¨® ¡°la vejez profunda¡±. Herralde me contesta con iron¨ªa diciendo que ¨¦l va todos los d¨ªas a trabajar a la editorial. Camilo Jos¨¦ Cela dijo que la muerte es una ordinariez. Herralde me dice que este lunes le espera un manuscrito en su despacho. Es verdad, la muerte no tiene contenido narrativo.
Sigo charlando con Herralde. Le pregunto si al final del tiempo la tarea de un editor no es otra que la de contribuir a la modernizaci¨®n pol¨ªtica de un pa¨ªs. Porque si sirves a la literatura, en realidad acabas sirviendo al progreso civil, hist¨®rico y social de un pueblo. Herralde me mira con un gesto un tanto descre¨ªdo y esboza una sonrisa amable. Y me dice que eso mismo dijo de ¨¦l el ministro Jos¨¦ Guirao hace unos meses.
Hay un libro encima de la mesa de mi habitaci¨®n, escrito por Carme Riera, que se titula Formentor: la utop¨ªa posible, all¨ª se recoge la historia de este matrimonio entre un hotel y la literatura. Veo fotos de grandes escritores que pasearon por los mismos jardines, pasillos y salas por los que paseo yo ahora mismo. Veo las fotos de Carlos Barral, de Cela, de Vicente Aleixandre, de Juan Goytisolo, de Italo Calvino, de Alberto Moravia. Pero tambi¨¦n hay fotos de Adolfo Su¨¢rez, o una de Luc¨ªa Bos¨¦.
Tal vez la foto que m¨¢s me conmueve es la de una Brigada de ayudantes de camareros (as¨ª reza el pie de la foto) de 1931. Siete chavales sonrientes cuyos rostros se pierden en la noche de la vida. Siete camareros j¨®venes que posaron alegres e inocentes para una foto hace casi 90 a?os. Los hoteles hist¨®ricos son como las catedrales o las monta?as o el mar. Nosotros nos marchamos, y ellos se quedan esperando a los que acaban de nacer ahora mismo.
Babelia
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