Abucheos y protestas sacuden el estreno de ¡®Giselle¡¯ en el Teatro Real
Las quejas de un sector del p¨²blico estuvieron a punto de interrumpir la funci¨®n del English National Ballet, con Tamara Rojo al frente
Han pasado 13 a?os desde que el English National Ballet (ENB), antes London Festival Ballet, pasara por el escenario del Real en 2005 bajo la direcci¨®n entonces del canadiense Wayne Eagling con un mediocre Lago de los cisnes ideado por Derek Deane. ENB estuvo despu¨¦s, en abril de 2014 en los Teatros del Canal con El corsario, ya bajo la direcci¨®n de Tamara Rojo (Montreal, 1974). Ahora, con esta Giselle que viene precedida de su impacto medi¨¢tico y de los premios brit¨¢nicos, el asunto se ha complicado lo suyo. En el estreno hubo abucheos y gritos de protestas de un sector del p¨²blico que a punto estuvieron de interrumpir la funci¨®n; los principales motivos de la protesta fueron el sonido electroac¨²stico y su despiadado volumen y la deficiente iluminaci¨®n. Luego, en el segundo acto, ya en el inframundo, la cosa remont¨® algo con la tragedia argumental.
Desde siempre, el ENB ha sido una compa?¨ªa por la que ¡°pasa gente¡±, una especie de trampol¨ªn para muchos buenos artistas de ballet. Eso hace que su plantilla sea din¨¢micamente muy cambiante, aspecto que tiene tanto de positivo como de negativo (entre los sobrevivientes de la visita de 2005 est¨¢ James Streeter). Ahora el conjunto tiene un buen nivel art¨ªstico y cumple con esta inmersi¨®n en un estilo de baile que le es naturalmente ajeno. La propia Rojo est¨¢ intensa y entregada a ese viaje, en una madurez de calibre, manteniendo su tono y su fuerza. El Albrecht de Streeter fue gris y segund¨®n, mientras que el Hilari¨®n del norteamericano Jeffrey Cirio goz¨® de intensidad y br¨ªo.
No puede evitarse la comparaci¨®n con la otra compa?¨ªa europea que baila esta misma obra, el Vlaanderen Ballet (?pera de Amberes), donde su director, Sidi Larbi Cherkaoui, muy amigo de Akram Khan, le compr¨® la coreograf¨ªa (all¨ª Giselle es Nancy Osbaldeston, que dej¨® ENB en 2013 e Hilari¨®n el talentoso espa?ol Daniel Domenech). Es como si ese conjunto belga m¨¢s inmerso en los modos contempor¨¢neos hubiera interiorizado m¨¢s sangu¨ªneamente modos y acentos. Con ellos se ve de otra manera.
GISELLE. Coreograf¨ªa: Akram Khan; m¨²sica: Vincenzo Lamagna (N¨¢poles, 1973) sobre la original de A. Adam; orquestaci¨®n y direcci¨®n musical: Gavin Sutherland; escenograf¨ªa y vestuario: Tim Yip (Hong-Kong, 1965); luces: Mark Henderson. English National Ballet. Directora: Tamara Rojo. Teatro Real, Madrid. Hasta el 11 de octubre.
Lo de la m¨²sica es discutible; los ingleses ponen de los nervios, desde siempre, al mundo del ballet en esto de ¡°mejorar¡±, como John Lanchbery enmend¨¢ndole la plana de orquestaci¨®n a Hertel o a H¨¦rold, o Richard Bonynge haciendo lo propio con Pugni o Drigo. Tiene toda la l¨®gica del mundo que Khan se sienta m¨¢s c¨®modo con Lamagna que con Adam, pero el resultado es atrabiliario, literalmente destemplado y violento. Al principio, unos loops sobre el motivo de las trompas (aviso de la corte y cacer¨ªa) y de la coda del pas de deux del segundo acto dan una idea que luego se diluye a mal.
Del vestuario d¨ªgase que es incomprensible. Es lo que pasa cuando a un dise?ador chino de ¨¦xito le dejas que interprete a su aire una mantua, verdadero instrumento manierista del lujo posisabelino, tan ajeno a su universo cultural de origen.
Solamente dos bocetos de formaciones acercan la pl¨¢stica de ahora a la matriz: la diagonal de las Willis y ese cruce de las artistas de lado a lado de la escena, saltando su desesperaci¨®n y acaso su ira. La concepci¨®n de las Willis en Khan tiene m¨¢s que ver con Furias de Da Ponte que con las dolientes ¨¢nimas de Heine, no digamos ya de relato o inspiraci¨®n en el libreto de Th¨¦ophile Gautier. Y as¨ª llegamos a otras consideraciones y a cierto pragmatismo. Es inteligente por parte de Rojo desmarcarse de la inveterada competencia con Royal Ballet, buscar su propia salida, pero algo esta vez ha fallado. Es verdad que cuando Mats Ek ide¨® sobre Ana Laguna en 1982 su Giselle moderna en Cullberg Ballet no fue del todo aceptada, pero hoy ha devenido ejemplo can¨®nico de qu¨¦ hacer con el repertorio sin perder el norte, aun mirando al este o al sur.
Babelia
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