Ni perro gordo ni flaco
Es una obra lo suficientemente s¨®lida como para desterrar cualquier atisbo de levedad e inconsistencia
Desde su estreno en el pasado festival de Venecia, el hecho de que Netflix sea uno de los coproductores y ejerza de distribuidor de la pel¨ªcula, junto a la imagen juvenil de una parte del reparto y sobre todo de su protagonista, ha llevado a no pocos medios de comunicaci¨®n a afirmar con cierta reiteraci¨®n que The King, cuarto largometraje del australiano David Mich?d, inspirado tanto en la Segunda parte de Enrique IV como en Enrique V, es un Shakespeare para millennials.
THE KING
Direcci¨®n: David Mich?d.
Int¨¦rpretes: Timoth¨¦e Chalamet. Joel Edgerton Robert Pattinson, Sean Harris.
G¨¦nero: drama. Australia, 2019.
Duraci¨®n: 140 minutos.
Si con el atributo millennial se pretende sostener que estamos ante una versi¨®n ligera para tiempos intrascendentes y espectadores poco preparados, conformando as¨ª una descalificaci¨®n estereotipada y generalizada de toda una generaci¨®n, la sentencia es no solo injusta sino tambi¨¦n err¨®nea. The King es una adaptaci¨®n, se cambian algunos acontecimientos y las l¨ªneas de di¨¢logo no son exactas a las de las dos obras en las que se inspira, pero su aire shakespeariano es evidente: en el tratamiento de los escenarios f¨ªsicos e hist¨®ricos, en las interpretaciones, en la cadencia de los di¨¢logos, en el vocabulario, en su poes¨ªa, en sus subtextos, en sus pasiones cargadas de complejidad. Frases como ¡°nada deja m¨¢cula m¨¢s indeleble en el alma que el acto de matar¡± tienen mucho de profundidad l¨ªrica y ¨¦pica y nada de ligereza juvenil. O ese fant¨¢stico momento en el que, ante las excusas de un segund¨®n, uno de los personajes clama: ¡°?Por qu¨¦ ladra el perro flaco? ?D¨®nde est¨¢ el perro gordo?¡±.
Mich?d, autor de Animal Kingdom, se ha cargado a las espaldas, eso s¨ª, con un duro reto del que no es f¨¢cil salir con vida. Porque, con independencia de las innumerables versiones teatrales, en este mismo material o muy semejante se basaron obras fundamentales de distintos periodos de la historia del cine como el Enrique V de Laurence Olivier (1944), quiz¨¢ la que peor ha envejecido; la obra maestra Campanadas a medianoche (Orson Welles, 1965), con Jack Fasltaff, el buf¨®n juerguista, ¨ªntimo de las correr¨ªas del pr¨ªncipe Hal, como protagonista; el Enrique V (1989) de Kenneth Branagh, fabulosa puerta de entrada al cine del entonces joven actor y director, experto en Shakespeare; e incluso la ins¨®lita propuesta de Gus Van Sant en Mi Idaho privado (1991), movida por los ambientes de la prostituci¨®n masculina contempor¨¢nea.
Con una excelente banda sonora de tono envolvente de Nicholas Brittell (Moonlight), a la que solo le sobra un punto de presencia constante, The King aborda tanto las guerras civiles iniciales de la corona de Inglaterra con escoceses y galeses como la subsiguiente indignidad de la corte por deber servir a un rey joven y cr¨¢pula, en principio d¨ªscolo y ajeno al poder, pero luego convertido en estratega may¨²sculo frente a un estado de amarga soledad en el que solo parece poder contar con su viejo y gordo compa?ero de correr¨ªas: Falstaff, al que da vida Joel Edgerton (tambi¨¦n coguionista) con una interpretaci¨®n m¨¢s contenida y soterrada de lo que suele ser habitual en el m¨ªtico personaje.
Mientras, Timoth¨¦e Chalamet, escu¨¢lido y andr¨®gino, compone un Enrique parad¨®jicamente firme y de ojos ca¨ªdos, de aspecto timorato y enfermizo pero de actitud rotunda, en un registro bien distinto (para bien) de los de Olivier y Branagh: casi como un River Phoenix somnoliento con trajes del siglo XV. The King, de estreno en cines este viernes 18 y en Netflix el 1 de noviembre, se convierte as¨ª en una obra lo suficientemente s¨®lida como para desterrar cualquier atisbo de levedad e inconsistencia, aunque tambi¨¦n con la cierta frustraci¨®n de no dejar ninguna m¨¢cula indeleble que la distinga de otros productos shakespearianos. Ni perro flaco ni perro gordo. Simplemente Shakespeare, que no es poco.
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