Cr¨¦eme, me averg¨¹enza escribir esta columna tan vil y pelota
Carlos Alsina ha ganado un Ondas por un programa especial callejero que hicimos por el centro de Madrid como homenaje a la radio a la que ha dedicado su vida
Siento mucho pudor al escribir esta columna, porque a las pocas horas de que se publique, me tocar¨¢ sentarme frente al micr¨®fono que hay a su izquierda, en la misma silla donde se sientan, muy inc¨®modos, los pol¨ªticos que entrevista a diario. Para entonces, ¨¦l ya habr¨¢ le¨ªdo este texto, porque se lo habr¨¢ encontrado al repasar la prensa o porque alguien de la redacci¨®n se lo habr¨¢ se?alado (eh, mira lo que dice el Del Molino de ti en EL PA?S), y tendr¨¢ preparado alg¨²n comentario divertido que me soltar¨¢ fuera de micro o alguna inconveniencia que me sonrojar¨¢ en antena y a la que tendr¨¦ que reaccionar muy r¨¢pido.
Es un privilegio del escritor de peri¨®dicos dedicar una de cada mil columnas a hablar bien de un amigo, pero no estoy gastando el cupo que me corresponde con estas l¨ªneas, porque en realidad estoy escribiendo sobre un periodista excepcional que acaba de ganar un Ondas, el segundo de su carrera. As¨ª que no menciono gratuitamente a Carlos Alsina: cr¨¦eme, la actualidad me obliga a hacerlo.
Ha ganado un Ondas por un programa especial en el que tuve la suerte de participar. Un programa callejero y g¨¦lido (helaba) que hicimos por el centro de Madrid como homenaje a la radio a la que ha dedicado su vida. Varios paseos en los que puso en escena su idea de la radio como un medio enemigo de toda solemnidad y de todo efectismo.
Iba a aprovechar el premio para darle las gracias por dejarme sentarme a su lado, por no afearme las tonter¨ªas que digo en antena y por hacerme quedar mejor de lo que soy, pero no voy a enfangarme en un ditirambo tan vil y pelota, pues s¨¦ que le repugnar¨ªa. Adem¨¢s, menuda verg¨¹enza me dar¨ªa mirarle a la cara tras publicar algo as¨ª.
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