Niveles de vida

Est¨¢n los de arriba, los de abajo y los que caen. A los de abajo les llega toda la mierda, a veces, literal. Pero arriba puede surgir cierto ahogo, la ambici¨®n desmedida, el mal de altura, la imposibilidad de mejorar. Los niveles intermedios pueden ser los m¨¢s deseables. Quiz¨¢ como en la vida misma.

Es la parafernalia estructural de El hoyo, llamativo, meritorio debut en el largo del bilba¨ªno Galder Gaztelu-Urrutia, ambientado en un espacio ¨²nico: una especie de prisi¨®n en una distop¨ªa futurista con cientos de niveles, en cada uno de los cuales solo habitan dos personas, y que son cambiantes con el tiempo, a merced de un ente del que poco se sabe y todo lo manda, y con una alimentaci¨®n que depende siempre de lo que vayan dejando los de los pisos superiores a los de los inferiores. La esencia, a pesar de que no puede presumir de sutileza, es sugerente. La alegor¨ªa est¨¢ servida. Estamos ante una reflexi¨®n pol¨ªtica y social sobre la codicia, la tolerancia, el orden, la justicia, la cooperaci¨®n, la asistencia, la violencia, el ansia y el conformismo. En fin, la lucha de clases.

La pel¨ªcula comienza muy bien, su desarrollo, sin embargo, es un tanto desigual y acaba bastante peor de lo que empieza. El primer tercio, atractivo de concepto, es el m¨¢s redondo. Es aqu¨ª cuando se establecen las bases del espacio, naturalmente muy restringido, y el trabajo de Gaztelu-Urrutia con la c¨¢mara y el montaje es excelente, y el del equipo de dise?o de producci¨®n comandado por Azegi?e Urigoitia, de una eficacia absoluta, sobre todo porque el conjunto art¨ªstico convierte la necesidad en virtud al tratarse de una producci¨®n de bajo presupuesto a la que nunca se le notan las carencias. Adem¨¢s, en esa primera media hora el duelo interpretativo entre Iv¨¢n Massagu¨¦ y el soberbio Zorion Eguileor es el m¨¢s profundo, por sus actuaciones y por la calidad de los textos de David Besola y Pedro Rivero, los guionistas.

Es en ese trayecto inicial cuando los di¨¢logos parecen entroncar con el teatro del absurdo, con Beckett y Ionesco, con sus situaciones simb¨®licas, con la dependencia mutua de Final de partida, con el aislamiento de Las sillas. En cambio, en los siguientes niveles f¨ªsicos y narrativos, conforme van apareciendo la violencia y el instinto de supervivencia, la pel¨ªcula se torna m¨¢s convencional, menos profunda dentro de su evidente originalidad, en una l¨ªnea gen¨¦rica m¨¢s visitada, m¨¢s vista, de marcados paralelismos con Cube y con Snowpiercer. Hasta llegar a un desenlace quiz¨¢ m¨¢s confuso que abierto.

Gran triunfadora en Sitges, donde obtuvo los premios de mejor pel¨ªcula, direcci¨®n novel, efectos especiales y del p¨²blico, El hoyo es ingeniosa y encomiable, pero apuesta por una lectura pol¨ªtica que quiz¨¢ le viene grande. Y sus anhelos acaban siendo mayores que su trascendencia real.