La resurrecci¨®n de ¡®American Horror Story¡¯
La novena temporada de la serie de Ryan Murphy triplica su audiencia con una f¨®rmula que a¨²na nostalgia e infinidad de giros inesperados
Existe un lugar, en la mente siempre en marcha de Ryan Murphy, el revolucionado Shakespeare queer de la narrativa televisiva, en el que la Muerte no descansa nunca. No es una Muerte cualquiera, es la clase de Muerte capaz de adoptar, como el payaso de It, hasta la ¨²ltima forma de cualquiera de sus terrores de adolescencia, y no solo de adolescencia. American Horror Story (FOX), la serie que estren¨® junto a su inseparable Brad Falchuk en 2011, siempre ha pisado el acelerador en todo aquello que el terror ¨Csin l¨ªmites y, por fin, despojado del manique¨ªsmo testoster¨®nico que asfixiaba el papel de la mujer y, en general, cualquiera que no fuese un hombre blanco¨C puede volver inquietantemente insoportable.
AHS,?como se la conoce por sus iniciales, ha ido revalidando el t¨ªtulo de extra?a pieza de culto macabro desde la primera temporada, la llamada Murder House, que contaba la historia de la casa encantada cuyos fantasmas no pod¨ªan abandonar nunca y siempre, qui¨¦n sab¨ªa por qu¨¦, buscaban venganza. Uno a uno, iban llev¨¢ndose a los a¨²n vivos al Otro Lado, ese en el que segu¨ªas vivo (o lo parec¨ªas: Murphy ha inventado el fantasma de carne y hueso y el juego de espejos entre vivos y muertos que eso provoca) pero no pod¨ªas escapar de la casa maldita. Pero la serie tambi¨¦n ha instaurado, un nuevo orden en lo actoral. Por primera vez var¨ªa todo menos el reparto, lo ¨²nico que continuaba de la serie respecto a la temporada anterior. Eso y, evidentemente, el horror (por momentos, m¨¢ximo) con el que constru¨ªa la historia principal.
Una historia principal que siempre depend¨ªa de un lugar. He aqu¨ª, de hecho, el detonante del terror: el lugar cerrado que, a su vez, contiene un imaginario propio relacionado con un clich¨¦, o algunos de ellos, y siempre debidamente deformados, del g¨®tico americano. As¨ª, en las nueve temporadas Murphy y los suyos (cuenta con la magistral ayuda de Jessica Lange, Sarah Paulson, Kathy Bates, Evan Peters y Emma Roberts en el reparto), han reinventado la casa encantada (Murder House); el manicomio (Asylum); el aquelarre de brujas, o Nueva Orleans y lo oculto (Coven); el circo de monstruos (Freak Show); el hotel maldito (Hotel); el reality o el lugar abandonado asediado por sat¨¢nicos ancestros (Roanoke); la Norteam¨¦rica de Trump (Cult); el b¨²nker victoriano postapocal¨ªptico (Apocalypse) y, este a?o, el campamento de verano con slasher (1984).
Sin embargo, y pese a lo casi siempre imponente del guion, la interpretaci¨®n y el manejo de los c¨®digos de hasta el ¨²ltimo subg¨¦nero del terror ¨Cun terror poderosamente feminista¨C, el entusiasmo del p¨²blico hab¨ªa ido decayendo, temporada tras temporada, en especial, en las dos ¨²ltimas (la pol¨ªtica Cult propon¨ªa una revoluci¨®n violenta feminista, una guerra entre hombres trump y mujeres hillary, con gui?os a La naranja mec¨¢nica y la violencia indiscriminada; mientras que la muy irregular Apocalypse se enzarzaba en un fin del mundo incomprensible). El cierre de la franquicia parec¨ªa inminente.
Pero entonces lleg¨® 1984 y resucit¨® la f¨®rmula. El propio Murphy se maravillaba hace una semana en su cuenta de Instagram de que, al sexto cap¨ªtulo de esta novena temporada, la audiencia se hubiese triplicado. ¡°Maravilloso. Pet¨¢ndolo a¨²n despu¨¦s de nueve a?os. Este fandom es intenso, el mejor¡±, escribi¨®. Y no es casualidad que la audiencia remontara en concreto ahora. Los primeros episodios transitaban un slasher aparentemente convencional, al que se a?ad¨ªa la posibilidad de que dos asesinos en serie, uno antol¨®gico, ¡°eterno¡±, como ellos dicen, y un novato, estuvieran en el mismo campamento de verano, durante la misma semana y con la misma intenci¨®n, un clash of titans muy Murphy. Pero el sexto, un grupo de monitores improvisado, sacados todos de unas rid¨ªculas clases de aer¨®bic, compuesto por ex prometedores atletas, actores porno en cubierto, un incre¨ªblemente bien dotado tipo con bigote, una Billie Lourd por fin desatada, y la, por una vez, recatada, y por lo tanto, a salvo, Emma Roberts, se instalan en Redwood, un campamento, sin que lo sepan, maldito.
Hay nostalgia en esta mezcla: todo el imaginario de los ochenta, empezando por los calentadores, est¨¢ de vuelta, y no a la manera na?f en que lo est¨¢ en Stranger Things sino en una mucho m¨¢s trash, con gui?os constantes al cine de serie B de la ¨¦poca, y no solo el cine de serie B, sino a los cl¨¢sicos de John Carpenter y, sobre todo, Wes Craven. Hay tambi¨¦n un elemento de lo extra?o: esta es, sin duda, la temporada en que m¨¢s muertos por cap¨ªtulos hay, y en que estos mueren de formas m¨¢s salvajemente rid¨ªculas, pero eso no es todo porque hay incluso fans del asesino en serie legendario, el tal Mr. Jingles, homenaje¨¢ndolo por todas partes. Y sobre todo, hay una infinidad de giros inesperados espeluznantemente c¨®micos e inteligent¨ªsimos ¨Chay incluso un divertido gui?o a Mindhunter, la serie de David Fincher en Netflix.
Un poco a la manera en que Scream ¨Creferente ineludible de todo el terror inteligente que se ha filmado desde su estreno¨C resucit¨® el slasher a trav¨¦s de la metaficci¨®n, AHS: 1984 ha obrado el milagro de devolverse a s¨ª misma a la cresta de la ola reinventando lo aparentemente imposible de reinventar. ?Que c¨®mo lo ha hecho? Otorg¨¢ndoles a los personajes femeninos todo el poder, algo habitual en la ficci¨®n de Murphy y Falchuk, pero que en este caso redobla la apuesta hasta l¨ªmites inimaginables que esta vez m¨¢s que nunca lindan con el absurdo m¨¢s genial.
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