Conversaciones ¨ªntimas
La Sala Ver¨®nicas de Murcia pone en di¨¢logo a Juan Mu?oz y Pepe Espali¨² en una exposici¨®n silente y resiliente
Para sobrevivir a la ca¨ªda, equilibrismo. ¡°Hombre, he ah¨ª tu paraca¨ªdas maravilloso como el v¨¦rtigo¡±, dice el Altazor, de Huidobro. Ignoro si aceptar la fragilidad es m¨¢s liberador que desasosegante, pero hay algo seguro: pocas cosas generan tanta intimidad como compartir la vulnerabilidad. Esto, justamente, es lo que desprende la exposici¨®n de Pepe Espali¨² y Juan Mu?oz que ha comisariado Jes¨²s Alcaide para la Sala Ver¨®nicas de Murcia. Alcaide ¡ªque ya hab¨ªa expuesto a Espali¨² y que ha editado sus textos¡ª propone, bajo el sugerente t¨ªtulo de Correspondencias, un juego de encuentros y similitudes entre la obra de ambos, en el que se reconocen motivos similares (la silla, la baranda, la inestabilidad, la tortuga, etc¨¦tera). Todos ellos aluden en buena medida a preocupaciones cercanas y complejas. Los balcones y las ventanas son espacios intersticiales que separan lo p¨²blico de lo privado, que permiten asomarse, pero tambi¨¦n permanecer a resguardo. Los asideros ¡ªla forma en negativo de la mano¡ª son una protecci¨®n, pero tambi¨¦n una barrera. Las botas y las sillas vac¨ªas ponen de manifiesto la ausencia de un cuerpo. Piezas inestables que, sin embargo, no se caen; caparazones que protegen en la misma medida en que lastran.
El acierto de la muestra reside en la naturalidad con la que conversan las piezas y la abundancia de lecturas que propone
Esta riqueza sem¨¢ntica es, sin embargo, muy discreta. Las obras permiten al espectador adentrarse en ellas si quiere, pero no lo atosigan. El montaje se sirve del barroco blanqueado de la sala, evitando la tentaci¨®n de lo eclesi¨¢stico y lo solemne. Prefiere, como dec¨ªamos, ese airecillo de confesi¨®n que se enfatiza con el uso de una iluminaci¨®n puntual. La sala principal est¨¢ dominada por tres jaulas tentaculares de Espali¨² (Sin t¨ªtulo, 1992), la pieza m¨¢s monumental de la exposici¨®n y, posiblemente, la menos interesante (las im¨¢genes ocurrentes y metaf¨®ricas las carga el diablo). Por suerte, en la misma nave central, salen a nuestro encuentro dos palanquines (Carrying IV y VII, 1992), esas obras fascinantes en su negritud y en su cerraz¨®n: transportes impenetrables y opacos, inm¨®viles. A la derecha, en el crucero, uno de los caracter¨ªsticos personajes de Mu?oz (Broken noses carrying a bottle, 1999) se esfuerza en su postura acrob¨¢tica, aportando una pizca de irreverencia al conjunto. Las cosas demasiado serias son rid¨ªculas. Finalmente, tras la reja del coro, en una sala mucho m¨¢s privada, se ha dispuesto la conocida serie de caparazones de tortuga del artista cordob¨¦s (Sin t¨ªtulo, 1989), en di¨¢logo con otras piezas de sillas desequilibradas y una tortuga meditabunda de Mu?oz (Contemplaci¨®n, 1985). Afortunadamente, la exposici¨®n trasciende el acercamiento biogr¨¢fico (las vidas de ambos son conocidas), que facilita tanto como esclerotiza la interpretaci¨®n de la obra de cualquier artista. El acierto (y lo interesante) de la exposici¨®n reside en la naturalidad con la que conversan las piezas, en la soltura con la que se integran y en la abundancia de lecturas que nos propone. En suma, la recreaci¨®n del encuentro de dos amigos del que, ahora, podemos formar parte.
Pepe Espali¨²-Juan Mu?oz. Correspondencias. Sala Ver¨®nicas. Murcia. Hasta el 5 de enero de 2020.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.