El nombre roto
Tecla Sala revisa los pasos creativos de Pepe Espali¨² trazando l¨ªneas temporales discontinuas y cruces con otros artistas
Hay otra historia del arte que parte del cero absoluto como principio de producci¨®n y que se detiene en los pasos perdidos, en las dudas latentes y en los encuentros fugaces. Ocupa un lugar quebradizo, ese que, pareciendo el m¨¢s superficial, es el m¨¢s profundo. Ese tambi¨¦n donde las historias se dejan presumir pero no identificar: una tarde imprecisa, pedazos de un suelo, restos de un para¨ªso. Espacios del olfato donde habita una intimidad ac¨²stica, llena de conexiones a contratiempo. En eso se ha convertido estos d¨ªas el centro Tecla Sala de L¡¯Hospitalet de Llobregat, en Barcelona. El propio espacio, centenario ya, tiene mucho que ver con esa idea de ensalzar la vida y atrapar una peque?a revoluci¨®n.
La suya responde tambi¨¦n a otra historia, la de Tecla Sala Miralpeix, una mujer al frente de una f¨¢brica textil en un momento, a?os treinta, en que esos peque?os imperios estaban en manos de ellos. No tard¨® en instalar una escuela con biblioteca para las mujeres que trabajaban con ella, que todav¨ªa dignifica el lugar. Hoy rescata esa m¨¢xima de que un momento decisivo est¨¢ siempre en transcurso. Lo hace con Pepe Espali¨² explicado en Tres tiempos, m¨¢s los que lleva dados su comisario, Jes¨²s Alcaide, para ponerle tantos interrogantes como ha podido a la gran pregunta de fondo aqu¨ª: ?c¨®mo se escribe la historia?
Todo parte de Pepe Espali¨² para llegar a Pepe Espali¨². Pues vaya cosa, dir¨¢n. ?l lo tachar¨ªa, con raz¨®n, de extra?a contradicci¨®n, y eso que dominaba a la perfecci¨®n lo de dibujar ausencias para definir la m¨¢s entera presencia. Dudo que este artista pueda explicarse de otro modo. El comisario lleva tiempo d¨¢ndole vueltas a su trabajo para tratar de explicar esa otra cara de Espali¨² que tanto tiene que ver con las contaminaciones m¨¢s all¨¢ del sida, las emocionales e intelectuales al margen de la enfermedad con la que siempre se le conecta. Hacer que la memoria adopte un perfil m¨¢s di¨¢fano. Para eso juega con los saltos temporales, de ah¨ª el t¨ªtulo.
No esperen ver las obras m¨¢s conocidas del artista, porque esta exposici¨®n rinde tributo a un libro, una carta o un amigo decisivo
Si generalmente se fija el inicio de su producci¨®n en 1987, fecha de su primera exposici¨®n en la galer¨ªa La M¨¢quina Espa?ola, la muestra se coloca en 1975 en Barcelona. Espali¨² ten¨ªa entonces 20 a?os y celebraba su primera colectiva en la Escola Massana. Andaba fascinado con una escuela experimental creada por Gerard Sala, Aula Oberta, que apenas dur¨® un a?o, pero que puso en conexi¨®n a una generaci¨®n de artistas. El hecho de tener todos el estudio cerca, en el Raval, donde hizo muchas de sus primeras intervenciones, facilit¨® proyectos como 10 visiones de la pintura industrial o acciones como Las manos sucias, en las Ramblas, menores en cuanto a piezas, pero vitales en esos primeros pasos. Oscar Masotta tambi¨¦n se cruz¨® en ese camino. Hab¨ªa llegado a Barcelona en 1974 y, en los Seminarios que hac¨ªa en su piso de Aribau, Espali¨² sol¨ªa decir que encontr¨® la experiencia te¨®rica m¨¢s importante de su vida.
En Tecla Sala revive con varios tomos de Freud, Lacan y el propio Masotta, todos de los que siguen durmiendo en C¨®rdoba en la biblioteca del artista, en el centro que lleva su nombre. Tambi¨¦n con la relectura de Dora Garc¨ªa del psicoanalista argentino en Para inducir el esp¨ªritu de la imagen y varias publicaciones de su Segunda vez. Ahora que Masotta ha llegado al Macba y que Dora Garc¨ªa est¨¢ a punto de ocupar el Reina Sof¨ªa, los ecos crecen y se retroalimentan. Alberto Card¨ªn, figura clave en la transici¨®n espa?ola para el colectivo LGTB, es otro de los personajes principales convocados en estas genealog¨ªas torcidas de la historia de Espali¨². Llega con voz del Equipo Palomar y su No es homosexual simplemente el hom¨®filo sino el cegado por el falo perdido (2016), t¨ªtulo del guion que, seguramente, Card¨ªn dej¨® in¨¦dito para que el Palomar retomara esa voz desde la radicalidad del activismo po¨¦tico que les define como una de las voces con m¨¢s sentido en la Barcelona de hoy.
Un salto en la exposici¨®n nos lleva a 1988, en pleno boom del arte espa?ol fuera y de esa movida recogida en todas las revistas, y a una exposici¨®n en Carles Tach¨¦ de Espali¨² con Guillermo Paneque, donde se traduc¨ªa el amor que ten¨ªa el primero por las estatuillas africanas que rodeaban su estudio.
El tercer tiempo pasa por 1993, la ¨²ltima fecha en la que Espali¨² visita Barcelona, para una exposici¨®n en la galer¨ªa Antonio de Barnola: muletas, jaulas, espinas, agujeros¡ Los ¨²ltimos d¨ªas. Pocos meses antes hab¨ªa recorrido Madrid con su conocido Carrying, el mismo d¨ªa que publicaba en EL PA?S su texto de despedida con Retrato del artista desahuciado.
No esperen ver las obras m¨¢s conocidas de Espali¨² aqu¨ª, quiero decir las convencionales, porque esta es una exposici¨®n que rinde tributo a otra cosa: el primer apellido en un cat¨¢logo, los libros de cabecera, una carta decisiva, un amigo c¨®mplice¡ Y he ah¨ª su proeza. Saca adem¨¢s el comisario una cita del artista de una de sus jaulas que dice que ¡°cada hombre tiene dos nombres: uno entero y otro roto¡±. Por el segundo caminamos para llegar al primero y de esa manera extraviar toda idea de nombre, que es lo que a Pepe Espali¨² le hubiera gustado.
¡®Pepe Espali¨². Tres tiempos¡¯. Centro de Arte Tecla Sala. L¡¯Hospitalet de Llobregat. Barcelona. Hasta el 3 de junio.
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