Javier Pradera, pensar la democracia
Una biograf¨ªa retrata a uno de los intelectuales m¨¢s influyentes de la Transici¨®n. Comunista y disidente del PCE, editor y analista pol¨ªtico, fue un referente para la izquierda espa?ola
Lo que Jordi Gracia cuenta en Javier Pradera o el poder de la izquierda no son s¨®lo las peripecias por las que pas¨® el editor, analista pol¨ªtico y referente intelectual de EL PA?S durante a?os ¡ªcomo editorialista y como el mayor responsable de la construcci¨®n de las posiciones pol¨ªticas y morales del peri¨®dico¡ª, sino el accidentado viaje de la dictadura a la democracia de una generaci¨®n de espa?oles. Es la historia de un salto enorme, el que se produce cuando se pretende llevar las ideas a la pr¨¢ctica. Lo que Pradera encarna, o que en ¨¦l se hace visible, es el contradictorio y problem¨¢tico y pantanoso proceso de salir de aquella esfera gratificante (por dura que fuera) del ¡°contra Franco viv¨ªamos mejor¡± y pasar a esa provincia gris y tediosa donde no hay otra que desempe?ar el prosaico ejercicio del poder. Lo que la biograf¨ªa de Jordi Gracia revela es la historia de esos que se quisieron progresistas, la izquierda, y que en medio de la dictadura se empe?aron en cambiar las cosas. No es una historia de lo que les fue pasando d¨ªa a d¨ªa, sino m¨¢s bien de las ideas que los alimentaron, de los argumentos que tuvieron que construir, de las justificaciones de sus acciones, del relato de su proyecto. Un proyecto que termin¨® siendo el de ir transformando el pa¨ªs poco a poco, dando martillazos a una realidad hosca, atornillando los engranajes para hacer algo diferente, limando los ruidos, barriendo los desperdicios.
La cuesti¨®n que termina dominando la vida de Javier Pradera, fallecido en 2011, es la de c¨®mo construir una democracia y c¨®mo evitar luego que se vaya estropeando, y c¨®mo empujar para construir dentro de ese marco institucional una sociedad m¨¢s justa, libre e igualitaria. No es casual que le resultara profundamente irritante que, durante la Transici¨®n, de pronto brotaran por todas partes gentes que se proclamaban dem¨®cratas de toda la vida. No pod¨ªan serlo, de ninguna manera, los que proced¨ªan del aparato del r¨¦gimen, pero tampoco la gran mayor¨ªa de los que ven¨ªan del otro lado. ¡°Cre¨ªamos en una democracia popular que descansaba en el supuesto de pasar por una dictadura del proletariado que crease unas condiciones objetivas para la democracia¡±, coment¨® alguna vez. ¡°No eran antidem¨®cratas¡±, escribe Gracia, ¡°pero la democracia en la que pensaban era otra, no exactamente la representativa y liberal a la que hubo que educarse por inmersi¨®n e improvisaci¨®n tras la muerte de Franco¡±.
Lo que le correspondi¨® hacer a Pradera fue embarcarse en esa profunda transformaci¨®n que ahora se da tan f¨¢cilmente por hecha, como si se hubiera tratado tan solo de cambiar de chaqueta. Ten¨ªa, m¨¢s bien, algo de la tarea de S¨ªsifo: empujar una piedra cuesta arriba de la monta?a y observar c¨®mo rueda hacia abajo en el momento de alcanzar la cima. Como escribi¨® el propio Pradera en Corrupci¨®n y pol¨ªtica, su ensayo sobre los costes de la democracia, hay quienes descubren ¡°un nuevo Mediterr¨¢neo¡± cuando constatan ¡°que un sistema democr¨¢tico no funciona como los textos constitucionales ordenan y los programas predican¡±. Y a?ade: ¡°Esa democracia intransigente defendida tanto desde la derecha como desde la izquierda lleva a la pira a las democracias existentes en nombre de las democracias imaginarias¡±. Frente a ¡°la tradici¨®n exasperada y furiosa del viejo regeneracionismo¡±, lo que Pradera representa es el af¨¢n por dar esa batalla diaria, tan poco lustrosa y tan extraordinariamente dif¨ªcil, de apuntalar y corregir y profundizar ese sistema democr¨¢tico que la sociedad espa?ola conquist¨® tras la muerte de Franco.
La primera crisis la tuvo Pradera muy joven, cuando ten¨ªa 19 a?os, y viv¨ªa en un entorno de amigos, cuenta Gracia, que se sent¨ªa ¡°reserva genuina del ¡®falangismo puro¡± y que era muy consciente a la vez de que ¡°los marcos del sistema eran absolutamente inamovibles¡±. Hab¨ªa nacido el 28 de abril de 1934 en San Sebasti¨¢n, y su abuelo y su padre fueron asesinados al comienzo de la Guerra Civil por un grupo de milicianos que defend¨ªan la Rep¨²blica, as¨ª que, tal como se desarrollaron los acontecimientos despu¨¦s, pertenec¨ªa a una familia que qued¨® del lado de los vencedores. Corr¨ªa entonces el a?o 1953, y aquel muchacho no tardar¨ªa m¨¢s de un par de a?os en entrar en la c¨¦lula comunista que impulsaba en la universidad Federico S¨¢nchez (Jorge Sempr¨²n). En poco tiempo la vida se le fue torciendo de manera imprevisible. De un lado estaba el brillante estudiante que acababa de sacar las oposiciones al cuerpo jur¨ªdico del Ej¨¦rcito del Aire y pod¨ªa empezar a labrarse un brillante provenir; del otro, un joven airado que sal¨ªa en 1956 a las calles para acabar con la dictadura. La candidez de aquellos muchachos, explica Gracia, era enorme pues pensaban ¡°que un golpe de efecto, un acto relevante, un momento estelar disparar¨ªa la movilizaci¨®n y derrocar¨ªa al r¨¦gimen sin remisi¨®n¡±. Lo que les ocurri¨® fue que terminaron en la c¨¢rcel. La vida de Pradera tomaba definitivamente otros derroteros. En 1957 se cas¨® con Gabriela, la hija de Rafael S¨¢nchez Mazas, con la que no tardar¨ªa en tener dos hijos.
Pradera lleg¨® a pasar hasta tres veces por la c¨¢rcel, alguna vez durante un largo periodo de tiempo, como cuando estuvo en la de Alcal¨¢ de Henares entre enero y noviembre de 1958. Cuando sali¨®, su carrera militar estaba empantanada y tampoco ten¨ªa mucho futuro en la universidad, donde fue por un tiempo profesor auxiliar de Derecho Pol¨ªtico. Termin¨® trabajando en una editorial, Tecnos, sin que todav¨ªa pudiera imaginar que por ah¨ª iba a desarrollar una parte important¨ªsima de su carrera. En 1956, la movilizaci¨®n estudiantil se hab¨ªa concretado en un manifiesto en el que destacaba un prop¨®sito que ser¨ªa decisivo a partir de ese momento en la historia pol¨ªtica de Espa?a. ¡°Nosotros, hijos de los vencedores y los vencidos¡±, se dec¨ªa ah¨ª, y lo que denunciaban aquellos j¨®venes era ¡°la incapacidad del r¨¦gimen para integrarnos en una tradici¨®n aut¨¦ntica, de proyectarnos a un porvenir com¨²n, de reconciliarnos con Espa?a y con nosotros mismos¡±.
Ese argumento de fondo, el de ¡°reconciliarnos con Espa?a y con nosotros mismos¡±, iba a ser el que marcar¨ªa los esfuerzos de Pradera y los suyos en su futuro inmediato. Eran las l¨ªneas maestras que por entonces introdujeron los comunistas como marco de su batalla contra la dictadura: superar los odios y los rencores de guerra, lo que importaba era la libertad y la democracia. Jordi Gracia muestra c¨®mo en aquella ¨¦poca ya se dibujaban los rasgos esenciales que iban a caracterizar la manera de operar de Pradera a lo largo de su vida. Era un tiempo marcado por la clandestinidad y donde exist¨ªa un incesante movimiento subterr¨¢neo para unir esfuerzos e iniciativas que contribuyeran a debilitar la dictadura, y siempre con el horizonte de una sociedad socialista. Contactos con gentes de fuera, discusiones, planes, proyectos. Una comunista, Rossana Rossanda, que conoci¨® por entonces a Pradera dijo de ¨¦l que era incapace di calma. Iba y ven¨ªa, pero lo m¨¢s relevante fue siempre lo que iba y ven¨ªa por su cabeza. El joven Pradera, un tipo largo que impon¨ªa ya por la finura de sus argumentos y por la oportunidad de sus ideas y su inteligencia, empez¨® por complicarle la vida a su amigo Federico S¨¢nchez, el jefe de su c¨¦lula. Le escribi¨® una larga carta en la que pon¨ªa en cuesti¨®n la pol¨ªtica de los comunistas de entonces, pregunt¨¢ndose si ¡°la burgues¨ªa no monopolista¡± ten¨ªa realmente ¡°alg¨²n inter¨¦s objetivo en aliarse con la clase obrera sobre la base de un programa democr¨¢tico¡±, como proclamaban entonces. Pradera fue discretamente apartado, pero ya hab¨ªa plantado la semilla de la discordia en un aparato de poder claramente autoritario.
Sali¨® del PCE en 1965. ¡°No necesit¨® desestalinizaci¨®n porque entr¨® desestalinizado¡±, escribe Jordi Gracia. Los patrones de su conducta estaban ya perfilados. No iba a callarse nunca. Parte de su tarea fue, como hac¨ªa en esos a?os, ¡°enlazar, conectar, vincular a los distintos grupos de liberales, socialistas, cristianos revolucionarios, filocomunistas y otras especies¡±. El arma era el di¨¢logo, reconocer al otro, incorporarlo en la transformaci¨®n de la dictadura. Su trabajo como editor ¡ªde Tecnos pas¨® a Fondo de Cultura Econ¨®mica y de ah¨ª a Alianza, colaborando estrechamente tambi¨¦n con Siglo XXI¡ª le permiti¨® reunir a gente muy diversa para hacer ese otro trabajo de m¨¢s largo alcance. Ah¨ª le toc¨®, dice Gracia, ser el ¡°catalizador¡± de ¡°una especie de colectivo intelectual que inspira, recomienda, escribe y traduce los libros posteriormente publicados¡±. Fue la tarea que, de alguna forma, desempe?¨® tambi¨¦n en EL PA?S desde que el diario empez¨® a gestarse como proyecto. Juntar a sensibilidades diferentes, agitar el debate, afinar las posiciones que contribuyeran a reforzar las ra¨ªces de la democracia que estaba naciendo y que la empujaran hacia posiciones progresistas: m¨¢s igualdad y m¨¢s libertad en el marco de unas instituciones s¨®lidas. Era la ¡°caja negra¡± del peri¨®dico, observa Gracia; ejerc¨ªa el liderazgo desde la sombra, desde un profundo compromiso civil y cultural, y con la generosidad de operar desde el anonimato de los editoriales para ir construyendo, siempre de manera colectiva, las posiciones de un peri¨®dico que se terminar¨ªa convirtiendo en el amigo m¨¢s preciado de cuantos quer¨ªan dejar la dictadura definitivamente atr¨¢s, acabando con ¡°los modos intolerantes y dogm¨¢ticos que deparan sociedades en las que no existe el derecho a la cr¨ªtica libre, a la alternancia en el ejercicio del poder de las distintas formaciones pol¨ªticas, a la primac¨ªa del voto popular, a la informaci¨®n independiente y el pluralismo pol¨ªtico¡±.
Antes de llegar ah¨ª, Pradera tuvo que superar otras conmociones. Buena parte del esp¨ªritu que alent¨® la lucha contra la dictadura beb¨ªa de los manantiales de la revoluci¨®n. Hacia mediados de los setenta, las cosas hab¨ªan cambiado dr¨¢sticamente. ¡°La experiencia hist¨®rica de la revoluci¨®n era ya un fracaso en Cuba, la ¨®rbita sovi¨¦tica carec¨ªa del menor atractivo, el activismo guerrillero era improductivo y anarquizante, y la experiencia de un socialismo a la chilena hab¨ªa sido frustrada por las armas¡±, explica Gracia. Frente a esa revoluci¨®n que ¡°se hace con coraje, con armas y con una minor¨ªa abnegada y heroica¡±, como recomendaba Fidel Castro, iba madurando en Espa?a la otra izquierda, la de los socialistas, que entend¨ªa que las transformaciones que iban a conducir a una sociedad m¨¢s justa pasaban por aceptar el marco democr¨¢tico y por asumir el lento camino de las reformas paso a paso. Pradera hab¨ªa llegado tambi¨¦n a esas conclusiones y fue, en ese punto, cuando empez¨® la aventura de EL PA?S. ¡°Pradera asume as¨ª el papel de editorialista y analista pol¨ªtico de un peri¨®dico nacido para la democracia y contra la revoluci¨®n¡±, apunta Gracia.
El enorme editor, el editorialista puntilloso, el analista pol¨ªtico que no deja t¨ªtere con cabeza. ¡°Como sucede siempre con Pradera, no hay manera de fijar con precisi¨®n o exactitud una funci¨®n concreta que no sea a la vez m¨®vil, fluida o difusa¡±. Jordi Gracia ha reconstruido su vida, ese largo viaje que no fue solo suyo: el dif¨ªcil abandono de los proyectos m¨¢s radicales de la lucha antifranquista, el lento y complejo aprendizaje de la democracia, la construcci¨®n de un peri¨®dico de referencia, el acompa?amiento cr¨ªtico al proyecto socialista de modernizar Espa?a, el rechazo en¨¦rgico a sus desmanes m¨¢s graves (la corrupci¨®n, los GAL, el ensimismamiento en el ¨¦xito, las distorsiones a los que se forz¨® al sistema), la vigilancia atenta a lo que vino despu¨¦s.
Javier Pradera o el poder de la izquierda. Medio siglo de cultura democr¨¢tica. Jordi Gracia. Anagrama, 2019. 666 p¨¢ginas. 25,90 euros.
La fratr¨ªa
Cuenta Santos Juli¨¢ en Camarada Javier Pradera (Galaxia Gutenberg) que, a mediados de los cincuenta, "en Madrid era habitual, entre estudiantes y j¨®venes literatos, un modo de vida que uno de los m¨¢s ¨ªntimos y queridos amigos de Pradera, Rafael S¨¢nchez Ferlosio, llamaba fratr¨ªa, cinco o seis amigos que se ve¨ªan a diario, que igual hablaban de agitaci¨®n hisp¨¢nica que de teor¨ªa del lenguaje". Lo que Jordi Gracia despliega en su aproximaci¨®n biogr¨¢fica a este imponente personaje, de quien recoge su enorme energ¨ªa y su incansable pasi¨®n por la conversaci¨®n, temible por sus sarcasmos, un tanto desgre?ado en su indumentaria, lleno de sentido del humor y brillante siempre, apabullante a la hora de machacar a sus adversarios con una pl¨¦tora de argumentos, es la multitud de fratr¨ªas de las que form¨® parte. Son tantas y tantas las redes de c¨®mplices que fue construyendo a su alrededor, o en las que simplemente se integr¨®, que no hay manera de recogerlas todas, incluso de citar a sus amigos y compa?eros de maniobras. Primero en la clandestinidad, enseguida en el mundo editorial, tambi¨¦n en el marco de sus viejas aficiones al f¨²tbol y a los toros, luego en EL PA?S, siempre alrededor del barullo pol¨ªtico. Supo construir lazos profundos con unos y otros, y termin¨® juntando a su alrededor a un pu?ado de ¨ªntimos que fueron frecuentando verano tras verano la casa que compr¨® Natalia Rodr¨ªguez-Salmones, la mujer con la que se cas¨® en 1989 tiempo despu¨¦s de divorciarse de Gabriela, en Gandarilla, en San Vicente de la Barquera.
Jordi Gracia va recogiendo tambi¨¦n, al hilo del minucioso relato que hace de la vida de Pradera siguiendo el curso de la construcci¨®n de sus ideas, retazos de su vida privada. Fue un hombre muy reservado, nunca permiti¨® que se aireara su intimidad, y Jordi Gracia se acerca con elegancia y discreci¨®n a todos esos lugares donde gobiernan los afectos, y donde se producen tambi¨¦n enormes tempestades y revuelos.
La juventud que en los cincuenta se rebela contra el franquismo no solo cuestiona radicalmente sus pol¨ªticas, sino que se alza tambi¨¦n contra la atm¨®sfera asfixiante que impuso el nacionalcatolicismo. Pradera y sus amigos fueron haciendo lo que hac¨ªan todos, ¡°cambiar de h¨¢bitos, cambiar de costumbres y, sobre todo, cambiar de ropa para abandonar por fuera lo que intentaban abandonar por dentro¡±, explica Gracia. Y observa que se trataba de ¡°una afirmaci¨®n ensanchada de rebeld¨ªa expl¨ªcita, era negar la evidencia de pertenecer a un mundo caduco y cat¨®lico, era el rechazo a ser pasado para inventarse el futuro sin conocer la letra peque?a, capciosa y a veces dolorosa, de esa informalidad irreverente¡±. De esa letra peque?a est¨¢ llena esta biograf¨ªa.
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