Rachel Kushner: ¡°Ser moralista como escritor no te lleva a ning¨²n lado¡±
Tras el ¨¦xito de ¡®Los lanzallamas¡¯, la autora regresa con ¡®La sala Marte¡¯. En su nueva novela retrata a una mujer condenada a cadena perpetua para relatar la vida en las prisiones de EE UU, el pa¨ªs con mayor poblaci¨®n carcelaria del mundo
Romy Hall, la protagonista de La sala Marte (Alfaguara), a¨²n est¨¢ en la treintena, trabaj¨® en un s¨®rdido club de striptease, es madre soltera y cumple cadena perpetua por asesinato en el penal de mujeres m¨¢s grande de Estados Unidos. Rachel Kushner, su autora, ha cumplido los 50, trabaj¨® como editora en la revista de arte Bomb, est¨¢ casada y ha sido aclamada como una de las voces m¨¢s potentes de la novela actual estadounidense tras su debut con T¨¦lex desde Cuba, sobre un grupo de familias norteamericanas en la revoluci¨®n de Castro; y la deslumbrante historia de Los lanzallamas, en la que mezcl¨® con maestr¨ªa motos, arte y revoluci¨®n en el Nueva York y la Italia de los setenta. Mucho parece separar a la autora de la protagonista de su nueva novela, pero Kushner defend¨ªa una ma?ana de principios de octubre en Oslo, donde recal¨® durante la gira de promoci¨®n de La sala Marte, que sigue habiendo un amplio margen fuera de la autoficci¨®n para imaginar y fabular. Adem¨¢s, enfatizaba, esta es sin duda su novela m¨¢s personal: ¡°La calle de Romy es la calle donde crec¨ª; sus amigos son personajes de ficci¨®n, pero es gente que he conocido, que acab¨® en prisi¨®n y antes estuvo en centros de menores¡±.
El tiempo y el lugar que unen a Romy y a Kushner son el distrito de Sunset en el San Francisco de los a?os ochenta, una ciudad donde la revoluci¨®n tecnol¨®gica a¨²n no hab¨ªa llegado, las banderas arco¨ªris estaban desva¨ªdas y la degradaci¨®n rampante se mezclaba con drogas, delincuencia y violencia. All¨ª, a aquellos recuerdos, Kushner lleg¨® en parte tras una conversaci¨®n con su mentor y amigo Don DeLillo. ¡°Sent¨ªa que era algo facil¨®n usar mi propio material. En Submundo, ¨¦l cuenta su infancia en el Bronx. Le pregunt¨¦ c¨®mo se sinti¨® volviendo a aquello y me dijo que hubo un tiempo en el que fue el mayor experto mundial en cuatro manzanas al otro lado de Arthur Avenue. Me di permiso a m¨ª misma para ser la mayor experta en el distrito interior Sunset¡±. Para entonces, Kushner ya llevaba tiempo metida a fondo en el eje central de la novela: la vida en prisi¨®n.
¡°En el fondo soy bastante hombre. Cuando escribo voy a un lugar libre de restricciones de g¨¦nero¡±
En 2012, tras terminar Los lanzallamas ¡ªse?alado como mejor libro del a?o por la prensa cultural y finalista en los National Book Awards¡ª, la escritora estaba con su familia de vuelta en California tras m¨¢s de una d¨¦cada en Nueva York. ¡°Vivo cerca de los juzgados en Los ?ngeles, sab¨ªa lo que hab¨ªa pasado con gente que trat¨¦ de adolescente. A pesar de ser esta persona de clase media alta, puedo ver todas la consecuencias del sistema penal¡±. Decidi¨® sumergirse en un tema que corroe Estados Unidos, el pa¨ªs con mayor poblaci¨®n encarcelada del mundo. ¡°Tengo familiares que trabajan como abogados de oficio, una amiga que es defensora de menores, contact¨¦ con el grupo Justice Now y empec¨¦ a visitar a presos. Cuando ves ese mundo y c¨®mo est¨¢ gobernado te atrapa. Las cosas que ves ya no puedes dejar de verlas¡±. De todo aquello surgi¨® La sala Marte, una historia ajena a sentimentalismos o manique¨ªsmos, cruda y llena de fuerza por la que obtuvo en Francia el Premio M¨¦dicis. ¡°Hay escritores que miran hacia dentro y otros que van hacia fuera y experimentan dentro el mundo. Cuando miro fuera intento entender c¨®mo piensa o siente otra gente¡±.
En una de sus visitas a la prisi¨®n de New Folsom, Kushner se entrevist¨® con un preso, un expolic¨ªa condenado a cadena perpetua que se arranc¨® a contarle una ristra de cr¨ªmenes. ¡°No sab¨ªa si estaba minti¨¦ndome para impresionarme o cont¨¢ndome historias verdaderas, pero me estaba dando mucha informaci¨®n sobre s¨ª mismo. Comprend¨ª que ese hombre iba a morir entre esas cuatro paredes y segu¨ªa teniendo pensamientos y sentimientos de la misma manera que el resto. Me interesa eso m¨¢s que juzgar a una persona¡±, afirma Kushner. No teme las contradicciones, no se ajusta a las convenciones, se abstiene de subrayar dramatismos y no se asusta ante la violencia.
La conversaci¨®n sobre el inhumano e insostenible sistema de prisiones en EE?UU ha llenado en los ¨²ltimos a?os ensayos y series de televisi¨®n como Orange Is The New Black, pero Kushner aprecia pocos cambios reales y adem¨¢s no ve la televisi¨®n. ¡°No tengo la costumbre y adem¨¢s soy muy porosa cuando escribo. Si releo Los hermanos Karamazov o Las confesiones de San Agust¨ªn, puedo introducir algunas de sus ideas en los pensamientos de mis personajes, pero si haces eso con una serie de televisi¨®n, te metes en problemas¡±.
Tres hombres hablan en primera persona en La sala Marte: un acosador, un profesor y un expolic¨ªa. Sus voces demuestran que Kushner tiene el timbre masculino perfectamente cogido. ¡°En el fondo soy bastante hombre. Cuando escribo voy a un lugar libre de las restricciones de g¨¦nero, un lugar anterior a mi aprendizaje de la feminidad¡±. Es capaz de meterse en la piel del tipo que acude a un striptease sin que nada chirr¨ªe o escribir sobre sexo feo y transaccional sin tapujos. ?Qu¨¦ pasa con la lectura y el juicio moral que hoy se emite sobre obras y autores? ¡°Alguien me dijo hace poco que Nabokov se hab¨ªa pasado de moda. Y pens¨¦: ¡®?Ahora nos importa la moda en la literatura?¡±, comentaba alzando las cejas. ¡°M¨¢s all¨¢ del plano literario, la complejidad moral es dolorosa para la gente. Se quiere pensar en alguien como absolutamente bueno o condenar a alguien como totalmente malo. Pero ser moralista como escritor no te lleva a ning¨²n lado. Tienes que estar listo para asumir las contradicciones¡±.
Hace m¨¢s de dos a?os que termin¨® La sala Marte, pero Kushner no sali¨® de las prisiones. Mont¨® una lectura en una de ellas y decidi¨® colar a una periodista de The New Yorker. ¡°Vali¨® la pena correr el riesgo. La revista se comprometi¨® a que las presas y sus abogados vetaran lo que les pareciera del art¨ªculo. Ellas sintieron que se les devolv¨ªa la dignidad, que su historia importaba¡±, recordaba. Sigue visitando prisiones, colaborando con organizaciones, pero ya no ha podido hacer m¨¢s lecturas en las c¨¢rceles. Aquella vez eligi¨® un extracto del acosador que va al club de striptease. ¡°Es una parte guarra y graciosa y sexy, y quer¨ªa que se rieran. Pens¨¦ adem¨¢s que muchas conocer¨ªan a tipos como Kurt. Cuando llegu¨¦ a la parte en la que ¨¦l describe c¨®mo le gusta que ella se agache, pregunt¨¦ al guardia si pod¨ªa seguir y empezaron todas a gritar. Fue incre¨ªble¡±. Kushner se despide y unas horas despu¨¦s visitar¨ªa a distintos colectivos que trabajan en las c¨¢rceles noruegas. Su lucha no termina.
La sala Marte. Rachel Kushner. Traducci¨®n de Rub¨¦n Mart¨ªn Gir¨¢ldez. Alfaguara, 2019. 400 p¨¢ginas. 20,90 euros.
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