El misterio de los restos de Montaigne
El examen de los huesos hallados en un s¨®tano de Burdeos permitir¨¢ comprobar si se trata del gran humanista del siglo XVI
El caso presenta todos los elementos de una novela de misterio con trasfondo hist¨®rico. Hay un ata¨²d en un s¨®tano. Unos huesos cuyo rastro se perdi¨® hace tiempo. Y un cad¨¢ver cuya identidad se desconoce, pero del que se sospecha, con certidumbre creciente, que pertenece a Michel de Montaigne, el gran humanista del siglo XVI, coet¨¢neo de otros dos genios de la cultura universal como Shakespeare y Cervantes.
¡°Se busca un cuerpo, unos indicios: el principio es el mismo que en una investigaci¨®n policial¡±, dice Laurent V¨¦drine, director del Museo de Aquitania en Burdeos. Pero aqu¨ª el misterio no es qui¨¦n es el que mat¨®, ni el m¨®vil del crimen, sino ¡°qui¨¦n o qui¨¦nes son los muertos¡±, a?ade V¨¦drine. Hay indicios bastante claros, aunque no definitivos, de que se trata del autor de los Ensayos.
El primer misterio ¡ª?a qui¨¦n pertenecen los restos?¡ª ya casi se ha dilucidado, pero encierra otros enigmas. ?C¨®mo lleg¨® Montaigne, si es que se trata de Montaigne, a lo que ahora es la sede del Museo de Aquitania? ?Por qu¨¦, en los a?os ochenta del siglo XIX, despu¨¦s de ser identificado y trasladado provisionalmente a otra ubicaci¨®n y de regreso a este lugar en el centro de Burdeos, qued¨® en el olvido? ?A qui¨¦n pertenecen el cr¨¢neo y la mand¨ªbula descubiertos cerca del ata¨²d?
¡°Yo ten¨ªa una intuici¨®n fuerte, verdaderamente fuerte¡±, explica V¨¦drine mientras baja por las escaleras profundas al fr¨ªo s¨®tano del museo, hoy un almac¨¦n de piedras medievales. Al fondo de la sala hay un ata¨²d de madera. Dentro, si acaban confirm¨¢ndose las sospechas, reposa el esqueleto del inventor del g¨¦nero ensay¨ªstico; el escritor del yo, de la duda, de la modestia y de la tolerancia; el pensador que sab¨ªa que "filosofar es aprender a morir".
Durante tiempo se crey¨® que, en efecto, los restos de Montaigne se escond¨ªan en este edificio. Era una creencia fundada, porque aqu¨ª se encontraba el cenotafio, o escultura funeraria vac¨ªa, de quien fue alcalde de Burdeos. Pero nadie se hab¨ªa preocupado por verificarla.
V¨¦drine consider¨® que los restos pod¨ªan hallarse debajo del mismo punto de la sala de entrada del edificio donde anta?o se expuso el cenotafio. En el almac¨¦n del subsuelo hab¨ªa una peque?a construcci¨®n, con dos aperturas, como un horno o como los nichos de un cementerio. En aquel momento estaba tapada por estanter¨ªas con objetos arqueol¨®gicos. Hab¨ªa que averiguar qu¨¦ hab¨ªa dentro. Para evitar destrozos, el director del museo y su equipo perforaron la pared e introdujeron una c¨¢mara. Era septiembre de 2018.
¡°Miramos en un monitor, vimos que hab¨ªa una caja y un colega t¨¦cnico del museo dijo: ¡®Hay algo escrito: Michel de Montaigne¡¯¡±, recuerda V¨¦drine. Fue el primer momento eureka. Pero el trabajo no hab¨ªa terminado a¨²n; era solo el principio. Para poner en marcha el proyecto, fue necesario pedir permisos para sacar el contenido, formar un equipo de arque¨®logos y especialistas, y crear un comit¨¦ cient¨ªfico.
Pas¨® m¨¢s de un a?o. Y, el 18 de noviembre pasado, V¨¦drine y su equipo abrieron por fin la tumba. En uno de los nichos se escond¨ªa el ata¨²d de madera que ya hab¨ªan visto un a?o antes con la c¨¢mara. Al lado hab¨ªa un cilindro met¨¢lico con una botella dentro y, dentro de la botella, un documento. En el otro nicho, el cr¨¢neo y la mand¨ªbula.
La apertura del ata¨²d fue el segundo momento eureka. ¡°Oh, my god¡±, exclama en un ingl¨¦s con acento franc¨¦s una de las asistentes, seg¨²n qued¨® registrado en v¨ªdeo. Ah¨ª vieron que, dentro del ata¨²d, hab¨ªa otro ata¨²d, o sarc¨®fago, de plomo, bastante deteriorado y agujereado. Introdujeron una c¨¢mara y vieron un f¨¦mur y un hueso de la pelvis.
El ata¨²d de plomo, as¨ª como la botella, deben abrirse en una pr¨®xima etapa, a principios de 2020. ¡°Espero encontrar dentro el esqueleto entero¡±, dice la arque¨®loga antrop¨®loga H¨¦l¨¨ne R¨¦veillas, responsable de la excavaci¨®n.
Una vez se acceda a los huesos se intentar¨¢ determinar el sexo del fallecido y su edad aproximada. Otro indicio que podr¨ªa ayudar a confirmar la identidad del esqueleto ser¨ªa el hallazgo de restos minerales de los c¨¢lculos renales que afligieron a Montaigne durante buena parte de su vida. Se sabe que, al morir, su esposa, Fran?oise de la Chassaigne, hizo que le retirasen el coraz¨®n, lo que habr¨ªa obligado a serrarle la caja tor¨¢cica: tambi¨¦n esto podr¨¢ comprobarse al examinar el esqueleto. Y podr¨ªa verse si tiene secuelas por su ca¨ªda literal de un caballo, a la que dedica uno de los Ensayos y que, seg¨²n escribe el cr¨ªtico Antoine Compagnon, "fue lo que m¨¢s cerca que se encontr¨® de la muerte y la experiencia fue dulce, insensible", lo que le permiti¨® deducir que "no hay que temer excesivamente morir". El ¨²ltimo elemento es el ADN, pero para ello es necesario encontrar descendientes directos.
¡°Es un proyecto excepcional, ocurre muy raramente en la vida de un investigador¡±, dice R¨¦veillas. Y es la culminaci¨®n de un periplo que arranca el 13 de septiembre de 1592, el d¨ªa de la muerte de Montaigne a los 59 a?os en su castillo, a 50 kil¨®metros de Burdeos. Nueve meses despu¨¦s fue trasladado al convento de los Feuillants, en Burdeos.
¡°Para m¨ª el misterio es qu¨¦ se hizo con el cad¨¢ver durante estos meses. ?D¨®nde se conserv¨®? ?Qui¨¦n lo transport¨® en este periodo de guerra, y c¨®mo?¡±, se pregunta en un caf¨¦ del centro de Burdeos la historiadora Anne-Marie Cocula, que pertenece al comit¨¦ cient¨ªfico del proyecto.
Cocula extrae varios aprendizajes de la investigaci¨®n. ¡°Montaigne debi¨® de recomendar que lo enterrasen en el convento de los Feuillants. Su mujer era muy piadosa. Todo esto nos revela su fidelidad al catolicismo, aunque tenga una hermana protestante. Tambi¨¦n, y es importante para los bordeleses, su voluntad de regresar a Burdeos. Y al mismo tiempo el culto a Montaigne en Burdeos. Los alcaldes de Burdeos dicen todos que son sus sucesores¡±, sonr¨ªe, y cita a Jacques Chaban-Delmas y Alain Jupp¨¦, ambos primeros ministros de la Rep¨²blica tambi¨¦n.
Tras el incendio del convento, en 1871, los restos de Montaigne se trasladaron al cementerio de la Chartreuse. Regresaron en 1886, una vez que se hab¨ªa construido la nueva facultad de ciencias y de letras. Y all¨ª debieron de quedarse.
En la Chartreuse estuvo enterrada otra figura de la cultura universal: Francisco de Goya, que muri¨® en Burdeos en 1828. En 1919 fue trasladado a San Antonio de la Florida de Madrid. Cuando se abri¨® la tumba, faltaba la cabeza. En Burdeos, medio en broma medio en serio, ya empiezan a circular las especulaciones sobre el propietario del cr¨¢neo descubierto en el Museo de Aquitania junto al ata¨²d de Montaigne.
Babelia
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