Amalia Pica: arte para repensar el mundo
El CAAC de Sevilla dedica la primera exposici¨®n individual en Espa?a a la artista argentina
Amalia Pica (Neuqu¨¦n, Argentina, 1978) es una de esas personas que hablan sonriendo, estrechando cualquier atisbo de distancia. Lo hace presumiendo de acento patag¨®nico y di¨¢logo transoce¨¢nico, abrazando esa alegr¨ªa impl¨ªcita que conlleva la empat¨ªa. Sobre ella gira su pr¨¢ctica art¨ªstica. Sobre eso que tenemos en com¨²n: las din¨¢micas colectivas, los c¨®digos compartidos, el cruce entre historias. La suya, confiesa, siempre se ha guiado por un deseo de ser artista mucho m¨¢s grande que su capacidad de serlo. En humildad tambi¨¦n es generosa. Pese a crecer viendo con fascinaci¨®n los ensayos de teatro que su abuela dirig¨ªa, descart¨® pronto la interpretaci¨®n por una cuesti¨®n corporal. Tambi¨¦n la m¨²sica por su mal o¨ªdo, dice, y por el arte se decant¨® esquivando todas esas ideas asociadas al virtuosismo y pens¨¢ndolo como un instrumento para pensar el mundo. Eso lo aprendi¨® de otro artista argentino, Tulio de Sagastiz¨¢bal, y una de sus cl¨ªnicas, que recuerda como su maestro y el contrapunto perfecto al tono acad¨¦mico y antiguo de la Facultad de Bellas Artes de Buenos Aires, donde se form¨®.
Hoy es una de las artistas m¨¢s sobresalientes del contexto internacional. Uno de los cuerpos de trabajo m¨¢s personales y celebrados de su generaci¨®n. Su paso por la Rijksakademie, en ?msterdam, fue el primer escal¨®n en ese ascenso, ¡°dos a?os duros de di¨¢logo con mi trabajo en los que opt¨¦ por no dejar de hacer aunque la obra viviera en pleno conflicto¡±, dice. De su primera exposici¨®n individual naci¨® Extra?os (2008), la performance de dos personas que sostienen una banderola de fiesta evitando que toque el suelo, que en 2011 present¨® en la Bienal de Venecia de Bice Curiger. Por aquel entonces ya viv¨ªa en Londres y rozaba los 33: ¡°Ah¨ª estaba yo, entre Rebeca Wichmann, Gabriel Kuri y Fischli & Weiss, alucinando con la disparidad de fondos que manejan los artistas en un contexto como ese. Mi obra la autofinanci¨¦ con los 700 euros que ten¨ªa para hacerla, tratando de ser la artista que soy. Una contribuci¨®n humilde con la que todav¨ªa me siento orgullosa y con la que, de golpe, pas¨¦ a ser, sin mucha fanfarria, una artista en el mundo¡±, explica.
Su paso por el Museo Tamayo en 2013 convirti¨® otra de sus obras, A B C (l¨ªnea), en icono. Son sus conocidas formas trasl¨²cidas de plexigl¨¢s, activadas por performers, que remiten a su fascinaci¨®n por lo escenogr¨¢fico, a esa formalidad que mira de cerca la pintura concreta y a esa idea de comunidad con la que generar situaciones en las cuales tambi¨¦n ella pueda incluirse. ¡°Esa idea de trabajar desde la intuici¨®n, la introspecci¨®n y la soledad del taller tiene poco que ver con lo que me interesa: pensarnos desde un mundo colectivo e indagar en qu¨¦ es lo que nos lleva a querer comunicarnos a pesar de ser algo dif¨ªcil¡±, argumenta. L¨®gico con ese pensamiento es que est¨¦ en contra del momento Brexit.
Cita la palabra suerte cada tres minutos, aunque ese ¨¦xito tiene m¨¢s que ver con su mirada curiosa y esa desconfianza suya ante todo conocimiento adquirido, que se afana por descodificar. Lo hace con Diagrama de Venn (2011), una de sus obras m¨¢s conocidas, que nos recibe en su exposici¨®n en el CAAC de Sevilla dando la bienvenida a su primera individual en Espa?a. La instalaci¨®n se activa cuando dos o m¨¢s visitantes entran en la sala, disparando luces de colores. Una acci¨®n que parece inocente, pero act¨²a como una cr¨ªtica impl¨ªcita a la represi¨®n de la libertad de expresi¨®n ejercida por la dictadura argentina, que en los a?os setenta prohibi¨® las agrupaciones sociales y pol¨ªticas p¨²blicas y elimin¨® de la escuela primaria las ense?anzas de la teor¨ªa de conjuntos, las matem¨¢ticas modernas, al considerarla una amenaza en tanto que pensamiento subversivo. ¡°Me pareci¨® un claro ejemplo de un esfuerzo amplio por homogeneizar imaginarios, aunque no me interesa tanto la Historia con may¨²sculas como esos episodios m¨¢s anecd¨®ticos en los cuales se dan situaciones absurdas y que se manifiestan visualmente. Solemos creer que las ideas son inamovibles, pero hay temas, muchas veces nimios, en los que no hay una opini¨®n del todo formada, y es ah¨ª donde yo encuentro mi campo de acci¨®n¡±, explica.
En su diatriba sobre el lenguaje visual de los objetos y su capacidad (o no) de comunicaci¨®n, Amalia Pica revisa el poder de la cacerola como utensilio de protesta, el tambor como veh¨ªculo para la reivindicaci¨®n o el confeti como imagen de lo festivo. Lo vemos en algunas de sus mejores obras en la exposici¨®n. Momentos ef¨ªmeros congelados en el tiempo, como si hubi¨¦semos llegado tarde a la fiesta. Lo inesperado sostenido a la necesidad compulsiva de aferrarse a ese momento fugaz de alegr¨ªa. ¡°Hay algo en el hecho celebrativo que ofrece resiliencia. Incluso disfrutar de algo que no es disfrutable es un acto subversivo. En ese sentido, si alguien sale de mis exposiciones sinti¨¦ndose m¨¢s leve o con ganas de hacer algo, hay para m¨ª un potencial pol¨ªtico alto que da sentido a mi trabajo en el arte. Hablo de la complicidad con el otro, que puede llevarnos a pensar que el mundo puede ser de otro modo. Otro posible. Y no hablo de esa demanda por la felicidad individual utilizada tanto hoy en d¨ªa hasta por el Gobierno y su pol¨ªtica institucional. Me refiero a otra cosa: a la posibilidad de optimismo¡±.
Amalia Pica. Centro Andaluz de Arte Contempor¨¢neo. Sevilla. Hasta el 15 de marzo de 2020.
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