En Austerlitz, con tres emperadores y un asesino
Lectura del libro sobre la batalla del historiador Oleg Sokolov, homicida confeso y descuartizador de su amante y al que le gustaba disfrazarse de personaje napole¨®nico
He le¨ªdo las 647 ¨Csin contar los anexos- intensas p¨¢ginas de Austerlitz, Napoe¨®n, Europa y Rusia (Desperta Ferro, 2019), de Oleg Sokolov, con el prop¨®sito de ver si pod¨ªa descubrir algo que arrojara pistas sobre la condici¨®n de asesino del autor. Como recordar¨¢n, Sokolov, de 63 a?os, es el historiador ruso, especialista en las guerras napole¨®nicas y al que le encantaba caracterizarse de mariscal franc¨¦s, que pescaron el pasado 9 de noviembre en el r¨ªo Moika de San Petersburgo con una mochila en la que llevaba los brazos seccionados de una mujer. El estudioso cay¨® al agua y sufri¨® una hipotermia cuando estaba tratando de deshacerse de los restos de su amante, Anastasia Y¨¦shenko, de 24 a?os, a la que, seg¨²n confes¨®, hab¨ªa asesinado de cuatro tiros en su piso y cortado a trozos con una sierra. La polic¨ªa encontr¨® varias partes de la chica en la vivienda y el torso en el r¨ªo (Sokolov lo hab¨ªa lanzado a las aguas en un primer viaje); una c¨¢mara de vigilancia capt¨® el momento en que el historiador asesino tiraba el siniestro paquete al Moika.
El suceso ha producido la natural conmoci¨®n en el mundo acad¨¦mico. Sokolov, con un aire al mariscal Kut¨²zov, n¨¦mesis de la Grande Arm¨¦e de Napole¨®n en Rusia, era un personaje bien conocido y respetado en el ¨¢mbito de los estudios napole¨®nicos y hab¨ªa visitado numerosas veces Espa?a, a menudo para participar en reconstrucciones hist¨®ricas de batallas de la ¨¦poca como el sitio de Zaragoza. Le chiflaba disfrazarse, lo que espero no nos haga ahora sospechosos a los dem¨¢s que nos gusta hacerlo. Con el editor Daniel Fern¨¢ndez hemos planeado varias veces asistir al reenactment de Waterloo (el de siempre, el de Wellington y Bl¨¹cher, no el de Puigdemont, claro) caracterizados de oficial del 92? Gordon Highlanders, ¨¦l, que tiene buenas piernas, y de h¨²sar del 7? (Marbot), yo, pero desde luego en las mochilas solo ¨ªbamos a llevar provisiones, libros de Bernard Cornwell y bebidas espiritosas.
No llegu¨¦ a conocer personalmente a Sokolov, y mira que lo siento: podr¨ªa haberlo entrevistado a ¨¦l y no a Francesc Gracia, y no vaya esto en desdoro del autor de Cabezas cortadas y cad¨¢veres ultrajados. Los que s¨ª lo hicieron, conocerlo, como Javier G¨®mez, de Desperta Ferro, editorial en la que public¨® su libro de Austerlitz y con la que colaboraba en las revistas militares, lo consideran una persona impulsiva, soberbia, con gran af¨¢n de protagonismo, pero bueno eso describe a mucha gente, como a Karl Popper. No obstante, parece que hab¨ªa algunos detalles muy oscuros en su personalidad, aunque esto, por supuesto, es f¨¢cil decirlo ahora de alguien que sabes que han sacado del r¨ªo Moika ebrio y cargando los brazos seccionados de su amante. En todo caso, no se puede decir que en su demencial l¨®gica el tipo no fuera consecuente: declar¨® a la polic¨ªa que planeaba matarse arroj¨¢ndose de la fortaleza de Pedro y Pablo disfrazado de Napole¨®n. Siempre piensas que porqu¨¦ los asesinos no har¨¢n eso antes de matar a sus parejas.
Al parecer, Sokolov, profesor de la Sorbona y de la Universidad de San Petersburgo y chevalier de la L¨¦gion d¡¯honneur (le impuso la distinci¨®n Chirac), no dejaba muy buena impresi¨®n en el t¨² a t¨², sobre todo si eras mujer. O caballo: se cuenta que lleg¨® a reventar a alguna de sus monturas en las escenas de reconstrucci¨®n hist¨®rica. Tambi¨¦n se relata que hab¨ªa tenido actos de violencia con otras chicas, incluso amenazando a una con una plancha, un maltratador, pues. A Y¨¦shenko la conoci¨® cuando era alumna suya y la arrastr¨® a su pasi¨®n napole¨®nica. La pareja se disfrazaban juntos y hay im¨¢genes que los muestran bailando con aire de Napole¨®n y Josefina o m¨¢s bien de pr¨ªncipe Andr¨¦i Bolkonsky (en rollizo) y condesa Natasha Rostova. Ella, Anastasia Y¨¦shenko, era una criatura de aspecto angelical con un punto de Audrey Hepburn y que quedaba preciosa vestida tanto de moda Imperio como de h¨²sar. El asesino ha tratado de justificar su crimen ¨Cpor lo visto despu¨¦s de intentar herirse histri¨®nicamente con un sable- diciendo que la mat¨® durante una discusi¨®n en la que ella se puso hecha una furia. Es como si Napole¨®n tratara de excusar la infame ejecuci¨®n del duque de Einghien porque le llevaba la contraria. ¡°Era un tipo excesivo en todos los sentidos¡±, me cuenta Javier, que no solo conoci¨® bien a Sokolov y fue de cervezas con ¨¦l sino que se ocup¨® de su mujer y sus hijas en las visitas a Barcelona. ¡°Muy expresivo, soltaba grandes risotadas, ten¨ªa que ser siempre el centro¡±. ?Se percib¨ªa alg¨²n rasgo psicop¨¢tico en su car¨¢cter? ¡°Bueno, ahora a bal¨®n pasado, es f¨¢cil decirlo, pero la verdad es que cuando me enter¨¦ de lo que hizo, pese al shock, pens¨¦ que me hubiera sorprendido m¨¢s de otro¡±.
Al conocer los hechos, la editorial Desperta Ferro hizo p¨²blico un comunicado en el que expresaba su consternaci¨®n por lo sucedido y tras trasladar sus condolencias a la familia de la v¨ªctima se?alaba que se ve¨ªan en la ¡°obligaci¨®n moral¡± de retirar el libro sobre Austerlitz de su cat¨¢logo, para ¡°no hacer negocio con la tragedia¡±, como dice Javier. La medida, que invita a reflexionar una vez m¨¢s sobre las relaciones del autor y su obra, y en qu¨¦ medida la vida y acciones de uno contaminan la otra, ha significado no reponer el volumen, que se ha podido seguir adquiriendo en librer¨ªas, aunque algunas han devuelto los ejemplares que ten¨ªan. En otras, el libro se contin¨²a vendiendo, y bien: por lo visto, el asesinato ha sido, parad¨®jicamente, un buen gancho para las ventas. Para la editorial ha resultado un desastre porque, Sokolov asesino aparte, el libro es en verdad excelente, posiblemente la mejor y m¨¢s clarificadora descripci¨®n moderna no solo de la batalla sino de los acontecimientos que llevaron hasta ella. De hecho, el libro de Sokolov, con un prefacio muy elogioso -que ahora debe estar comi¨¦ndose- del general franc¨¦s Robert Bresse, ex director del Mus¨¦e de l¡¯Arm¨¦e y actual director del Cercle d¡¯¨¦trudes de la Fondation Napol¨¦on, arranca en Arcola en 1796, con Bonaparte convirti¨¦ndose en un mito, y se cierra con la paz tras Austerlitz y con el zar Alejandro pensando ya en la revancha.
La batalla misma est¨¢ descrita con un pulso narrativo sensacional, haciendo vivir los dram¨¢ticos combates de manera mucho m¨¢s intensa que explicando simplemente los movimientos de tropas. La lectura pensando en lo que ha hecho Sokolov, ese Althusser napole¨®nico, te hace percibir m¨¢s la vehemencia del autor. Juzga que lo m¨¢s impresionante de Austerlitz es su ¡°magnitud¡±, y aparece deslumbrado por los choques brutales a la bayoneta, las devastaciones de la artiller¨ªa y las sobrecogedoras, ¨¦picas y desenfrenadas cargas de caballer¨ªa con sus mel¨¦s de coraceros, dragones, cosacos y mamelucos. Describe cuerpos ensangrentados, cad¨¢veres alineados en batallones, mutilados arrastr¨¢ndose hacia las ambulancias. Algunas frases te sobresaltan como cuando recuerda que en la ¨¦poca la percepci¨®n del bien y del mal de la gente era distinta o cuando cuestiona que se haya puesto de moda al hablar de la Revoluci¨®n francesa, ¡°verla como producto de la actividad de personalidades perturbadas, man¨ªacos (...), regode¨¢ndose de manera casi patol¨®gica en la descripci¨®n de las ejecuciones y las masacres¡±. Llama la atenci¨®n tambi¨¦n en el libro su defensa del zar Pablo, irascible y vengativo y del que tradicionalmente se ha dicho que estaba como una regadera. Sokolov opina que simplemente era muy nervioso y describe con quiz¨¢ excesivos pormenores ¨Cvisto lo visto- su atroz asesinato: se ensa?aron tanto con su cuerpo, destaca, que hubo que recomponerlo para darle un aspecto decente de cara a los funerales.
Metidos en batalla, Austerlitz -la de los tres emperadores, el sol, etc¨¦tera-, el 2 de diciembre de 1805, el historiador no esconde su admiraci¨®n por Napole¨®n y su fascinaci¨®n por los uniformes, los h¨¦roes y los actos valerosos (como la captura del ¨¢guila del 4? de l¨ªnea por jinetes del Regimiento de Guardias a Caballo ruso), pero vamos, nada de eso es reprochable. Concluye Sokolov que la suerte en Austerlitz la decidi¨® que en el bando franc¨¦s mandaba solo Napole¨®n mientras que en el aliado mandaba todo el mundo.
Pendiente de juicio, el historiador ha anunciado que piensa escribir un libro contando su crimen. No s¨¦ si en las c¨¢rceles rusas te dejan disfrazarte de Napole¨®n, probablemente no, pero en todo caso quiz¨¢ lo que deber¨ªa hacer Sokolov es plantearse escribir ahora del Waterloo de verdad y no del suyo; tiempo no le va a faltar.
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