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La casa de los Pel¨¢ez: la historia completa

Todos los cap¨ªtulos de la novela humor¨ªstica por entregas sobre el confinamiento

La familia Pel¨¢ez
ENRIQUE FLORES

Cap¨ªtulo 1: Juntos otra vez

Parece mentira, pero todo lo que va a suceder a continuaci¨®n tiene lugar en un espacio min¨²sculo, aunque coqueto, de 80 m?, distribuidos en tres habitaciones, una cocina, un sal¨®n-comedor y un solo cuarto de ba?o. Es la casa de los Pel¨¢ez, un piso de protecci¨®n oficial, sito en una conocida barriada de cierta ciudad manchega.

El dormitorio m¨¢s grande es el del matrimonio; en el mediano duerme Iv¨¢n; y el m¨¢s peque?o, donde a duras penas cabe una cama mueble que hay que plegar y desplegar todos los d¨ªas, es el cuarto del abuelo, que vive con ellos desde que el a?o pasado Miriam, la hija mayor, se fuera a estudiar Biol¨®gicas a la Universidad Aut¨®noma de Madrid.

S¨ª, Miriam Pel¨¢ez es uno de los muchos estudiantes que el viernes pasado, alarmados por las noticias que empezaban a circular en las redes, aprovecharon el cierre de los centros de ense?anza para regresar a sus a?orados lugares de origen, favoreciendo de ese modo la expansi¨®n de la epidemia.

Pero todav¨ªa no sabemos si Miriam tiene el virus, eso habr¨¢ que ir vi¨¦ndolo poco a poco; los s¨ªntomas a veces tardan en aparecer. Y puede incluso que no acaben de manifestarse nunca y que Miriam constituya un foco imperceptible de contagio. Por eso las autoridades recomendar¨¢n m¨¢s adelante no salir a la calle. Pero todo esto es algo que ahora mismo no preocupa a los Pel¨¢ez; que est¨¢n abordando, sentados alrededor de la mesa del sal¨®n-comedor, los retos a los que esta visita inesperada les obliga a hacer frente, sobre todo en lo tocante a la distribuci¨®n de habitaciones.

¡ª?Y una polla! Yo soy el miembro m¨¢s vulnerable de esta familia, merezco protecci¨®n integral y un espacio propio. ?Que compartan habitaci¨®n los ni?os!

¡ªTiene raz¨®n el abuelo. Hasta que no sepamos de qu¨¦ va esto, ¨¦l no deber¨ªa salir de su cuarto.

¡ªEso es lo que os gustar¨ªa: que desapareciera. Pero mi pensi¨®n es la fuente de ingresos m¨¢s importante en esta unidad familiar, as¨ª que ten¨¦is que soportarme.

¡ªS¨ª, pap¨¢; lo que t¨² digas, pap¨¢.

¡ª?A vosotros os importar¨ªa compartir habitaci¨®n?

¡ª¡­

¡ª¡­

¡ª?Animad esa cara! Puede ser muy bonito compartir habitaci¨®n despu¨¦s de tanto tiempo separados. Seguro que ten¨¦is muchas cosas que contaros; ahora los dos pod¨¦is hablar de chicos¡­

¡ªAdolfo, por favor¡­

¡ªNo tiene gracia, pap¨¢.

¡ªSigues siendo igual de hom¨®fobo que cuando me fui.

¡ª?Hom¨®fobo vuestro padre? Vuestro padre es un fascista.

¡ª?Uhhh! S¨ª, soy Adolfo, Adolfo Hitler. ?Uhhh! Esta noche os voy a exterminar a los cuatro: a ti, Dori; por mujer. A ti, Miriam, por feminista. A ti, Iv¨¢n, por marica. Y a ti, pap¨¢, por viejo. ?Uhhh!

No le hag¨¢is caso y no os dej¨¦is llevar por las apariencias. Limadas las asperezas que todas las negociaciones traen aparejadas, los Pel¨¢ez vuelven a ser la unidad familiar que tanta admiraci¨®n despierta en el barrio, y cuya fortaleza a la postre va a garantizar su victoria frente a la voracidad de lo que todav¨ªa es una amenaza incierta: el coronavirus. Ya lo ver¨¦is.

Cap¨ªtulo 2: Amor de hermanos

Decidme, ?hay algo m¨¢s hermoso que la amistad entre hermanos? Pues aprovechemos entonces la ocasi¨®n que se nos ofrece y entremos en el cuarto de Iv¨¢n: ¨ªnfimo, s¨ª, pero decorado con gusto y sentido pr¨¢ctico. De qu¨¦ manera se han podido introducir en aquel habit¨¢culo una cama-nido, una mesa de trabajo, una silla de oficina y un televisor gigante que hace las veces de monitor y de pantalla de la Play no lo s¨¦. La disposici¨®n del mobiliario y los materiales en los que est¨¢ fabricado han creado una atm¨®sfera c¨¢lida y hospitalaria. En la pared, dos l¨¢minas: una con el logo de Heretics, un equipo de eSports, y otra con el rostro de Bad Bunny. Los ni?os de ayer convertidos hoy en dos atractivos j¨®venes est¨¢n tumbados cada uno en su cama. Comparten confidencias al d¨ªa siguiente de la negociaci¨®n familiar, el jueves 12 de marzo, veinticuatro horas antes de que toda Espa?a reciba la noticia de que durante los pr¨®ximos quince d¨ªas nadie podr¨¢ salir de casa.

¡ªJoder, Miriam: si vas a fumarte un canuto, abre la ventana. No me apestes la habitaci¨®n.

¡ª¡­

¡ªMiriam. ?Miriam! ??Miriam!!

¡ªPerdona, ten¨ªa los cascos puestos.

¡ª?Que fumes en la ventana, co?o!

¡ªOk, ok, ok. ?Quieres un poco?

¡ªPaso. Odio el humo y los porros me dan asco. Y que no se entere el abuelo de que has tra¨ªdo mar¨ªa. ?ltimamente est¨¢ disparado. Ahora su ¨ªdolo es Pablo Iglesias.

¡ªJoder. Con lo franquista que ha sido el cabr¨®n toda su vida¡­

¡ªPues tendr¨ªas que haberlo visto en los debates de las elecciones. Lo llamaba Comandante.

¡ª?Y t¨²? ?Qu¨¦ pasa, que te has hecho de Vox?

¡ª?Por qu¨¦ dices eso?

¡ªNo s¨¦, esas fotos que tienes escondidas de Ortega Smith¡­

¡ª?Has estado mirando mis papeles, Miriam?

¡ª?Su¨¦ltame, Iv¨¢n!

¡ªEres una puta cotilla.

¡ªNo soy ninguna cotilla. Las fotos de Ortega Smith estaban en el suelo, listo. Las he escondido para que no te las pille pap¨¢ y te machaque con sus bromitas de machirulo. ?Su¨¦ltame! Est¨¢ claro que la violencia forma parte estructural de lo masculino, independientemente del g¨¦nero.

¡ª?D¨®nde las has puesto?

¡ªTe las he metido en el caj¨®n de los calzoncillos. ?Te has hecho de Vox?

¡ª?Qu¨¦ me voy a hacer de Vox? Lo que pasa Ortega Smith me pone muuuuy cerdo. Sus ideas las odio, pero el t¨ªo est¨¢ tremendo. Por eso he hecho ese collage.

¡ªYa lo he visto. Un poco raro. ?T¨² no eres gay?

¡ªS¨ª, pero a veces me gustan las t¨ªas. Ese montaje de la cara de Ortega Smith en el cuerpo de una t¨ªa en bolas me pone mucho.

¡ªSeguro que sigues siendo virgen.

¡ª?Virgen? Seg¨²n como lo mires. ?Y t¨²? ?Queda alguien en la universidad a quien no te hayas follado?

¡ªNo me hables de follar, que tengo una movida que te cagas.

¡ª?Ah, s¨ª? Cu¨¦ntame.

Y Miriam empieza a contar. Es una l¨¢stima que no podamos quedarnos m¨¢s tiempo contemplando este enternecedor espect¨¢culo de dos hermanos reconstruyendo con mimo una relaci¨®n que hab¨ªa quedado interrumpida por el curso natural de la vida. Quiz¨¢s m¨¢s adelante, cuando el estado de alarma sea ya un hecho y los Pel¨¢ez conozcan todos los detalles del confinamiento que los espera, podamos nosotros hacer un resumen, siquiera sea abreviado, de la movida ¡ªpor utilizar su simp¨¢tico lenguaje juvenil¡ª en la que la bella Miriam se ha visto envuelta.

Cap¨ªtulo 3: Viernes 13

Pese a que el cierre de los centros de ense?anza y el retorno de la hija pr¨®diga constituyen, en s¨ª mismas, dos se?ales elocuentes de que la normalidad se est¨¢ quebrando, la sensaci¨®n de que la cosa va en serio Dori solo la empieza a tener cuando, tras cerrar la peluquer¨ªa que regenta, se pasa un momento por el mercado a comprar unas acelgas.

Calcula que la operaci¨®n no le llevar¨¢ m¨¢s de diez minutos, como otras veces. Pero frente al mostrador de MORENTE HNOS. FRUTAS Y VERDURAS, su proveedor de confianza, se agolpa a las 14:45 una multitud hist¨¦rica. Ella no lo sabe todav¨ªa, pero esta es la ¨²ltima vez que ver¨¢ lo que en solo veinticuatro horas ser¨¢ percibido por la ciudadan¨ªa como una b¨¢rbara costumbre primitiva: un grupo de personas interactuando sin observar distancia de seguridad alguna. Unos se interpelan con agresividad, manifestando diferencias de criterio sobre qui¨¦n ha dado la vez a qui¨¦n; otros intentan hacerse un hueco en primera fila para, pongamos por caso, evaluar las alcachofas.

Morente, el frutero, advertido del peligro que se cierne ¡ªo qui¨¦n sabe si en poder de alguna informaci¨®n de car¨¢cter confidencial que la gente todav¨ªa ignora¡ª, ha prohibido de manera taxativa que la clientela tome en sus manos el g¨¦nero, sea para servirse as¨ª misma, sea para calibrar su peso, textura y calidad.

¡ªA quien vuelva a tocarme los tomates le meto una hostia.

?l, que nunca antes hab¨ªa mostrado especial inter¨¦s por la cosm¨¦tica y que ten¨ªa una visi¨®n muy ¨¢cida de los varones que cuidan las manos, las lleva ahora enfundadas en unos guantes de l¨¢tex negro. Cada vez que termina de servir a un cliente, vierte sobre ellos, sobre los guantes, una generosa cantidad de gel l¨ªquido y se las frota las manos, lo que produce un efecto como de farsa.

¡ª?Qui¨¦n va ahora?

Han de transcurrir cuarenta y cinco minutos antes de que a Dori le llegue su turno. En el transcurso de esos tres cuartos de hora es tal su exposici¨®n a los datos que circulan de boca en boca ¡ªalgunos verificados, otros no tanto, y casi todos convertidos en chascarrillos apocal¨ªpticos que, en su ignorancia pero con buena fe, las gentes sencillas difunden con una mezcla de temor y regocijo¡ª, que cuando le toca pedir las acelgas ya ha decidido a?adir a la compra inicial tres kilos de naranjas, dos de manzanas, dos de peras y pl¨¢tanos, dos de cebollas, cinco de patatas, siete puerros, tres kilos de calabacines, dos coliflores y un poco de perejil.

Cargada de bolsas, Dori se detiene en la puerta del mercado y con el auxilio de las nuevas tecnolog¨ªas, se pone en contacto con el grupo familiar para que alguno de sus miembros baje a la esquina y la ayude a subir la compra. Por desgracia, ninguno de sus miembros advierte la entrada del mensaje. O, si lo advierten, hacen caso omiso porque la Fortuna, tan caprichosa siempre, ha querido que el w¨¢sap entre cuando todos ellos se encuentran ejecutando otras tareas: Iv¨¢n est¨¢ librando una feroz batalla al Call of Duty contra un compa?ero que le gusta; el abuelo est¨¢ inform¨¢ndose del avance de la epidemia a trav¨¦s del televisor, sin ce?irse a ninguna cadena, contrastando los datos que proporcionan las diferentes emisoras; Miriam, que se ha pasado la ma?ana mirando por la ventana a intervalos regulares, como si temiera o esperara ver a alguien, tiene el tel¨¦fono en silencio; y Adolfo ha aprovechado la ausencia de su mujer para encerrarse en el ba?o y poder mantener entre susurros una conversaci¨®n telef¨®nica.

?Con qui¨¦n habla Adolfo? ?Esa respiraci¨®n al otro lado de la puerta del ba?o a qu¨¦ se debe? ?Qu¨¦ est¨¢ pensando el abuelo ante el imparable avance del coronavirus? ?Qu¨¦ nuevo delirio se est¨¢ fermentando en su cabeza? ?En qu¨¦ l¨ªo se ha metido Miriam? ?A qui¨¦n teme o espera ver por la ventana? ?Qui¨¦n es ese chico del instituto que tanto le gusta a Iv¨¢n? Y en cuanto a Dori, ?c¨®mo ha podido, con lo menudita que es, subir todas esas bolsas sin ayuda? ?Por qu¨¦ no los manda a paseo?

Cap¨ªtulo 4: La movida de Miriam

La desmesurada compra realizada por Dori se les antoja a los dem¨¢s exc¨¦ntrica y sin fundamento, motivada ¡ªdicen¡ª por su car¨¢cter de natural exagerado y con querencia no tanto hacia la resoluci¨®n de problemas reales, cuanto a la proyecci¨®n de temores y fantas¨ªas apocal¨ªpticas. De todos los miembros de la unidad familiar es su marido (al que hab¨ªamos dejado, record¨¦moslo, respirando pesadamente tras la puerta del cuarto de ba?o) quien con mayor crueldad la somete a escarnio cuando, al salir ¡ªsubi¨¦ndose todav¨ªa la bragueta y abroch¨¢ndose el cintur¨®n¡ª, ve la estrecha cocina convertida en un tr¨¢iler de fruta, verdura y hortalizas. Resulta ir¨®nico que sea precisamente ¨¦l, que tanto se ha burlado, quien m¨¢s se acongoja cuando minutos despu¨¦s el presidente del Gobierno aparece en el gigantesco televisor que preside el sal¨®n-comedor, y anuncia de manera oficial la entrada en vigor del estado de alerta para el d¨ªa siguiente.

¡ªHay que comprar ¡ªsostiene con solemnidad¡ª m¨¢s papel higi¨¦nico.

Ninguno de los hijos parece muy afectado por la declaraci¨®n institucional. Miriam porque, como ya hemos dicho, tiene la cabeza en otra parte; e Iv¨¢n porque acaba de enterarse de que Ortega Smith ha sido un activo vector de contagio. Iv¨¢n no ha confesado a nadie su plan, minuciosamente urdido, de escaparse a Madrid el pasado 8M para asistir al mitin de Vox y poder estrechar la mano de su patriota favorito. Al final, un inoportuno examen de mates el 9M lo hab¨ªa disuadido de emprender una aventura que tal vez hoy estar¨ªa pagando muy cara.

Para el abuelo, acostumbrado a los avatares de la Guerra Civil, el estado de alerta no entra?a ¡ªy as¨ª lo dice con aires del mariscal que fue¡ª grandes limitaciones de movimiento.

¡ªPues para ti las va a entra?ar todas ¡ªle responde agrio su hijo¡ª; porque t¨² te vas a encerrar en el cuarto y no vas a salir ni para cagar. Dori: adem¨¢s de papel higi¨¦nico, a mi padre hay que comprarle tambi¨¦n un orinal.

Las airadas protestas del viejo guardia civil se disuelven en la pesada atm¨®sfera del momento y quedan en nada. La ¨²nica que se comporta con cierta templanza es la que unos minutos antes ha sido acusada de generar una alarma innecesaria. A Dori el discurso de S¨¢nchez no la pilla por sorpresa; todo lo que est¨¢ diciendo el presidente ya lo hab¨ªa o¨ªdo ella ¡ªsi bien es cierto que expresado de manera m¨¢s hiperb¨®lica¡ª mientras esperaba su turno en la fruter¨ªa de los Hnos. Morente.

No por repetido es menos cierto aquel viejo adagio seg¨²n el cual los grandes l¨ªderes se forjan en las crisis m¨¢s acusadas. Terminado el discurso del presidente, la menuda Dori se pone en pie y con esa resoluci¨®n que solo anida en el esp¨ªritu de los mejores, fija objetivos y encomienda tareas.

¡ªIv¨¢n, recoge la cocina; Miriam, ve a la farmacia y compra una caja de paracetamol y otra de ibuprofeno, un bote de alcohol, una caja de guantes de l¨¢tex y un paquete de mascarillas. Usted, abuelo, a su cuarto. Adolfo: coge las llaves del coche, nos vamos al centro comercial.

Ya s¨¦ que os hab¨ªa prometido detener aqu¨ª brevemente el curso de los acontecimientos y explicaros a grandes rasgos el l¨ªo en el que Miriam anda envuelta; pero, como dicen los periodistas, la actualidad manda y estas son las cosas del directo. La movida de Miriam, me temo, tendr¨¢ que esperar.

Cap¨ªtulo 5: La movida de Miriam, ahora s¨ª

Como no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, quisiera aprovechar que los distintos miembros de la familia Pel¨¢ez tienen una misi¨®n encomendada para detener el vertiginoso discurrir de la actualidad y reproducir con leves retoques de mi cosecha la famosa movida que la bella Miriam confi¨® a su hermano mientras se fumaba un canuto asomada a la ventana.

Resulta que, acomplejada por su paup¨¦rrimo dominio de la lengua inglesa, Miriam hab¨ªa decidido tomar lecciones particulares en IDIOMAS OXFORD, un centro de ense?anza cercano a su domicilio, en el popular barrio de Usera. Tras realizar una prueba de ingreso, se inscribi¨® en el curso b¨¢sico, a la saz¨®n impartido por Taylor Rich, un joven ingl¨¦s natural de Bristol, que durante varios meses la instruy¨® con paciencia y amonest¨® con ternura no exenta de severidad. Y como la costumbre hace el cari?o, fue naciendo en ella una afici¨®n por Taylor que iba m¨¢s all¨¢ de ese afecto filial que une a los disc¨ªpulos con los maestros.

S¨ª, la bella Miriam se enamor¨®. Ella, que ve¨ªa a los hombres ¡ªy no a todos¡ª como meros instrumentos de satisfacci¨®n sensual y que siempre se hab¨ªa declarado incapaz de sentir fascinaci¨®n por aquellos seres b¨¢sicos y elementales, descubri¨® que la simplicidad tambi¨¦n pod¨ªa resultar encantadora precisamente por lo que ten¨ªa de previsible. Pero, aunque Taylor era muy simple, no resultada en absoluto previsible.

¡ªLa semana pasada ¡ªle cont¨® Miriam a su hermano entre calada y calada¡ª, mientras nos pon¨ªamos los guantes de l¨¢tex para ir a la manifestaci¨®n del 8M, Taylor me confes¨® que no se llamaba Taylor Rich, sino Juan Francisco Serrano, y que no era de Bristol, sino de un pueblecito de Guadalajara por donde discurre una fuente clara de verdes cenefas, al que prometi¨® llevarme para que me sumergiera en sus frescas aguas cuando la pesadilla en la que viv¨ªa hubiera terminado. Tampoco era profesor de ingl¨¦s, sino relaciones p¨²blicas de una discoteca de Algete y propietario, junto a otros dos socios, de un whisquer¨ªa de tem¨¢tica hawaiana a las afueras de Moralzarzal. Se hab¨ªa hecho pasar por profesor de ingl¨¦s porque le persegu¨ªan los asesores de la Zarzuela.

Juanfran ¡ªque as¨ª le pidi¨® ¨¦l que lo llamara¡ª hab¨ªa reconocido que su participaci¨®n en el 8M no ven¨ªa dada por la solidez de sus convicciones feministas ¡ªque las ten¨ªa¡ª, sino por la necesidad de mezclarse con la multitud, aun a riesgo de contraer el virus, y poder as¨ª dar esquinazo, como vulgarmente se dice, a sus perseguidores. Comprando voluntades y forzando confesiones, los asesores de la Zarzuela hab¨ªan descubierto por en¨¦sima vez su fingida identidad. As¨ª viv¨ªa ¨¦l desde hac¨ªa a?os, mudando de identidad como el ¨¢spid se deshace de su piel en primavera (lo del ¨¢spid no lo dijo ¨¦l, esto es de mi cosecha).

¡ªMenos el amor que te profeso, Miriam, todo lo que te he dicho es mentira ¡ªle confes¨® Juanfran¡ª: mi nombre, mi profesi¨®n y las reglas para construir oraciones condicionales en ingl¨¦s. Ahora, cuando salgamos a la calle y mi figura se desdibuje entre los miles de personas que claman por la igualdad entre hombres y mujeres, yo aprovechar¨¦ la muchedumbre para, confundido con ella, escapar de ellos una vez m¨¢s. Pero antes de desaparecer he decidido confiar en ti y, como prueba de mi fidelidad, entregarte este preciado objeto para que lo pongas a buen recaudo porque de ¨¦l depende mi salvaci¨®n. Si en el transcurso de un mes, no has vuelto a tener noticias m¨ªas, ¨¢brelo. Su contenido te indicar¨¢ lo que tienes que hacer con ¨¦l.

Y Juanfran le entreg¨® un pendrive.

Cap¨ªtulo 6: Los asesores de la Zarzuela

Os preguntar¨¦is si Miriam entr¨® en ese pendrive y la respuesta, ya os lo adelanto, es no. Alentada por la fidelidad a la que empuja el amor, Miriam hab¨ªa resistido la poderosa fuerza de la curiosidad y ocultado celosamente la memoria USB en un lugar de la casa de sus padres que prefiero mantener en secreto porque yo tambi¨¦n soy partidario de respetar la voluntad de las personas amadas. Y tambi¨¦n porque podr¨ªa ser que alguno de vosotros, aprovechando el ocio forzado al que nos obliga este confinamiento infernal, diera en matar el tiempo haciendo averiguaciones sobre la familia Pel¨¢ez hasta encontrar el perfil de alguno de sus miembros en las redes sociales.

Nada hubiera deseado m¨¢s Iv¨¢n que recibir hoy por Instagram un mensaje vuestro con instrucciones precisas sobre el paradero del pen. En vano hab¨ªa intentado ¨¦l que su hermana lo conectara a la computadora de sobremesa para acceder a su contenido, pero ella se hab¨ªa mantenido firme a la palabra dada. Por eso, ahora que Miriam ha abandonado el hogar para cumplir la misi¨®n de adquirir medicinas y protecciones, ¨¦l troca la encomienda de recoger la cocina por la b¨²squeda fren¨¦tica de la memoria port¨¢til.

Ajena a la febril actividad de su hermano y tambi¨¦n, por qu¨¦ no decirlo, muy segura del lugar elegido para mantener el preciado objeto fuera de su alcance, Miriam se dirige a la farmacia de la esquina, en lo que acaso constituya su ¨²ltima salida de casa en mucho tiempo. Se dir¨ªa que la popular barriada manchega donde reside, poblada otrora de p¨ªcaros y buscavidas, se ha vuelto por v¨ªa de encantamiento una nueva Utop¨ªa donde las gentes son capaces de formar una ordenada hilera, de separarse unas de otras y sobre todo de guardar silencio, sin reclamar para s¨ª privilegios ni recurrir a enga?os o a?agazas para colarse.

Cuando a Miriam le llega el turno y puede formular su pedido, un mozo de botica, embozado tras una mascarilla que solo deja ver unas cejas extraordinariamente pobladas y unos ojos diminutos y extraviados tras unas gafas de miope, le informa de que las existencias de guantes, mascarillas y alcohol de 72? se han agotado, y de que en ese momento solo puede proveerle de p¨ªldoras de paracetamol e ibuprofeno.

¡ªY tambi¨¦n puedo dejarle mi tel¨¦fono, se?orita Pel¨¢ez ¡ªle dice el supuesto farmac¨¦utico mientras le tiende un paquetito con las medicinas y una tarjeta de visita¡ª, por si usted o alg¨²n miembro de su familia encuentra cierto objeto que nos pertenece. En ese caso le recomiendo que se ponga en contacto con nosotros a la mayor brevedad. Estamos por todas partes. Uno de mis hombres, o yo mismo, se desplazar¨¢ hasta su domicilio con el fin de recogerlo y ahorrarle a usted molestias. Nos gustar¨ªa sobre todo eso: ahorrarle molestias.

Miriam, que tras recoger el pedido ha echado a correr como alma que lleva el diablo, solo se detiene al guarecerse en su portal; y es all¨ª, al amparo de los buzones, donde se siente capaz de leer la tarjeta, cuya inscripci¨®n en hermosa letra humanista dice:

L?PEZ & L?PEZ LTD.

CROWN ADVISORS /ASESORES DE LA CORONA

MADRID, LONDON, LUXEMBOURG

Cap¨ªtulo 7: Separ¨¦monos todos

Si ayer dejamos a la bella Miriam bajo los efectos de la terrible impresi¨®n que le hab¨ªan causado las palabras del asesor de la Zarzuela travestido de boticario, hoy la encontramos ya recuperada y dispuesta a subir por la escalera cuando ve bajar a Falito, el vecino del 4? izda., que en otro tiempo estuvo enamoriscado de ella.

Ante la fescasez de suministros, Falito ha dado en protegerse del virus con un pa?uelo como el que usan los forajidos en las pel¨ªculas del oeste y con unos guantes de fregar. Retra¨ªdo, poco dado a fumar porros y a participar en botellones con otros j¨®venes de su edad, Falito hab¨ªa consagrado su vida desde ni?o, como Petrarca, a la lectura de libros y a la escritura de poes¨ªa l¨ªrica. Esta temprana afici¨®n literaria, junto al padecimiento de una ligera dislexia que lo llevaba a alterar el orden de algunas s¨ªlabas en determinadas palabras, le hab¨ªa granjeado no pocas burlas en el barrio y algunas agresiones verbales.

Miriam todav¨ªa conserva los versos sin firma que Falito le dejaba en el buz¨®n cuando al principio de la adolescencia la convirti¨® en su musa:

El amarte en secreto es una mierda;

me muero por ti y t¨² no te enteras.

Siempre que bajas por las escaleras,

oigo tus pasos desde el 4? izquierda.

No bien se reconocen, los dos j¨®venes se saludan con afecto, pero a distancia; se resumen sumariamente el curso de sus respectivas vidas en el ¨²ltimo a?o, y cuando Miriam se lamenta del cruel confinamiento que los espera, Falito, al que le brillan los ojos como si fueran de carbunclo y que parece pose¨ªdo por una extra?a fiebre, la tranquiliza:

¡ªNo te preocupes, Miriam; el encierro se pasar¨¢ volando. Vamos a convertir el patio interior en un espacio de cultura. Voy a organizar conciertos de los vecinos, conferencias, lecturas p¨²blicas, espect¨¢culos de danza y recitales de poes¨ªa. ?Voy a contagiar el virus de la poes¨ªa a todo el vecindario! Esto s¨ª que va a ser una pandemia.

Y ri¨¦ndose de su propia met¨¢fora, sale a la contaminaci¨®n exterior mientras ella inicia la penosa subida hasta el quinto piso. Al abrir la puerta, una atalaya de rollos de papel higi¨¦nico, apilados a modo de muralla defensiva, le corta el paso hacia el interior de la exigua vivienda. Sus padres, que ya han regresado del centro comercial cargados de v¨ªveres y utensilios para afrontar el largo encierro, est¨¢n discutiendo sobre la finalidad y el destino de aquel cargamento de papel. Adolfo sostiene que, en caso de extrema necesidad, la ingesti¨®n de celulosa proporcionar¨¢ al cuerpo los nutrientes y la glucosa necesarios para su sustento.

Por encima de sus gritos se distingue perfectamente la voz estent¨®rea del abuelo, que desde su inhumana reclusi¨®n est¨¢ cantando La Internacional. Para manifestar su frontal oposici¨®n al destierro decretado por su hijo, ha alterado la letra del himno y marca el ritmo en la puerta de su celda con el orinal que le han comprado:

¡ªSepar¨¦eemonos tooodos en la luuucha finaaal¡­

El ¨²nico que no parece haber perdido el juicio en aquella hora trascendental es Iv¨¢n, que, por no mudar la costumbre, est¨¢ en la Play librando otra batalla de Call of Duty. Al ver a su amada hermana entrar en su cuarto, se libera brevemente de los cascos auriculares a trav¨¦s de los cuales se comunica con su adversario virtual y le pide silencio:

¡ªChsssss. Estoy jugando con uno que dice que es Ortega Smith. No s¨¦ si cre¨¦rmelo.

¡ª?Seguro que es un adulto?

¡ªDice que tiene 50 tacos, pero mentalmente tiene 17. Yo creo que es ¨¦l.

Cap¨ªtulo 8: Telecomunicaciones

Como en todos vuestros hogares, la puerta de los Pel¨¢ez tambi¨¦n se clausura en la medianoche del s¨¢bado 14 de marzo, y solo se volver¨¢ a abrir en contadas pero muy emocionantes ocasiones, ya ver¨¦is.

Se inicia ahora un per¨ªodo de estrecha convivencia no solo entre los individuos de una misma familia, sino tambi¨¦n y sobre todo entre los miembros de familias diferentes. El dise?o arquitect¨®nico de la llamada vivienda de protecci¨®n oficial suele incluir un patio interior que invita a la interacci¨®n mediante el uso compartido de cuerdas para tender la ropa, lo que fomenta la tertulia y la murmuraci¨®n. Adem¨¢s, en la ejecuci¨®n de estas obras financiadas con dinero p¨²blico, a menudo se escatiman gastos ¡ªsi es que no se distraen partidas presupuestarias completas¡ª en perjuicio de la calidad de los materiales empleados en su construcci¨®n. As¨ª, se da la paradoja de que existen m¨¢s secretos entre personas de la misma familia que entre vecinos del mismo piso o de pisos diferentes.

Adolfo y Dori, verbigracia, conocen mejor las pulsiones sexuales y los procesos digestivos de Ismael, El Pollero, y la Beti ¡ªlos vecinos del piso de arriba¡ª que los de sus respectivos c¨®nyuges. Y, si no me cre¨¦is, leed la conversaci¨®n que sin ¨¢pice de s¨¢tira sostienen los Pel¨¢ez no bien apagan la luz de la mesilla de noche para entregarse al sue?o espalda contra espalda:

ADOLFO. ?Qu¨¦ le pasa a la Beti, que lleva unos d¨ªas sin pedirle a su marido que le aplaste la pechuga con el mazo?

DORI. El pobre Ismael est¨¢ muy delicado; tiene problemas de ves¨ªcula y lleva unos d¨ªas con gases y diarrea l¨ªquida.

Iv¨¢n, que apenas s¨ª conoce el alma de su amada hermana Miriam, no es que est¨¦ al corriente de todos los asuntos de las hermanas Reineta ¡ªcuyo cuarto est¨¢ separado del suyo por un fino muro tabiquero¡ª, pero s¨ª sabe que cuando la madre se marcha a limpiar por horas domicilios particulares, ellas, que trabajan como falsas aut¨®nomas para una p¨¢gina de alcahueter¨ªa, se despojan de sus prendas ¨ªntimas frente a la webcam y simulan alcanzar el ¨¦xtasis entre gestos procaces y palabras soeces.

Y ninguno de ellos, ni Dori ni Adolfo ni Miriam ni Iv¨¢n, sabe tampoco que el abuelo mantiene una comunicaci¨®n tan fluida como secreta con el heroico capit¨¢n Ripoll, un jubilado de la marina mercante que vive con su hija y su yerno justo en el bloque de enfrente. Cuando las sombras de la noche se ciernen sobre la ciudad, los dos ancianos, vali¨¦ndose de sendas linternas de pila de petaca, intercambian se?ales luminosas en c¨®digo Morse, cuyo alfabeto aprendieron al comienzo de sus carreras profesionales; Ripoll como telegrafista del buque La Moreneta y el abuelo Pel¨¢ez como cabo primero de la Guardia Civil, encargado de las telecomunicaciones en la comandancia de Formentera.

Es el heroico capit¨¢n Ripoll quien esa noche, la primera del confinamiento, le comunica a su compadre que durante su discreta guardia matutina ha sorprendido a su nieta, a Miriam, entrando en su cuarto, y que la ha visto esconder debajo del colch¨®n una memoria USB (que en c¨®digo Morse se escribe: ..- ¡­ -¡­).

Ah¨ª lo dejo.

Cap¨ªtulo 9: Chantaje

Si a menudo los espa?oles hemos recurrido a la violencia para dirimir nuestras diferencias, en los momentos excepcionales tambi¨¦n hemos sabido orillarlas y aunar esfuerzos en pos del bien com¨²n. ?Con qu¨¦ presteza hemos aprendido que de la suma de sacrificios individuales resulta un beneficio com¨²n! ?Con qu¨¦ entusiasmo en estos momentos de tribulaci¨®n los pr¨ªncipes de las letras han cedido sus obras a las gentes que, ora por falta de tiempo ora por escasez de dinero, se hab¨ªan alejado del disfrute literario! Y no solo ellos; tambi¨¦n los m¨²sicos, los c¨®micos, los saltimbanquis y los maestros de yoga y gimnasia han regalado su talento.

¡ª?Vaya cojones que tiene El Pollero! ¡ªdice Adolfo¡ª ?Ya pod¨ªa regalarnos jam¨®n serrano en vez de tanta matraca!

Pese a sus problemas de salud, El Pollero ha desempolvado este fin de semana la gaita que soplaba de mozo para hacerla sonar en el balc¨®n y amenizar as¨ª las tardes de confinamiento. Las hermanas Reineta han sustituido sus indecorosas emisiones por unos tutoriales en los que ense?an a tocar las casta?uelas, una t¨¦cnica que adquirieron de ni?as, cuando a¨²n so?aban con un futuro esplendoroso en el circuito de canci¨®n espa?ola. Y Falito, como prometi¨®, ha convertido un humilde patio de vecinos en un centro irradiador de cultura: desde las 12 hasta las 20 horas los vecinos disfrutan de recitales de poes¨ªa, conciertos de bandurria, exhibiciones de pilates, clases de gimnasia, espect¨¢culos de ballet infantil y obras de teatro algo dif¨ªciles de seguir porque todos los trajes son iguales ¡ªsayos confeccionados con bolsas de basura, guantes azules y mascarillas de papel higi¨¦nico¡ª y porque los actores declaman cada uno desde la ventana de su casa.

Cada miembro de la familia Pel¨¢ez se evade como puede de esta incesante y abrumadora oferta cultural. El abuelo escucha el transistor y mantiene animadas tertulias en c¨®digo Morse con el capit¨¢n Ripoll. Iv¨¢n juega partidas y partidas de Call of Duty contra ese misterioso contrincante que dice llamarse Ortega Smith. Entre tiro y tiro, est¨¢ naciendo entre ellos una amistad varonil no exenta de confidencias ¨ªntimas y picard¨ªas. Miriam rastrea en vano pistas de su amado Juanfran en forma de likes, retuits o comentarios en redes sociales; y, encerrado en el ba?o, Adolfo intercambia por Whatsapp mensajes subidos de tono y selfies de contenido er¨®tico con Maruchi Frailes, una comercial de su empresa.

Por su parte, Dori ha adquirido la costumbre de escaparse al terrado de la vivienda para contemplar el paisaje desierto del pol¨ªgono industrial que linda con el barrio. All¨ª se encuentra cuando el sonido de una aeronave viene a turbar su estado contemplativo. Incr¨¦dula, ve un helic¨®ptero acercarse hacia ella y alcanzar la vertical del punto donde se encuentra. Por un momento piensa que es la polic¨ªa, alertada por alg¨²n vecino, que viene a recordarle la prohibici¨®n de salir a los espacios comunes. Pero no es as¨ª: enganchada a un grueso cabo met¨¢lico, una figura ataviada con un equipo de protecci¨®n integral va descendiendo hasta posarse en el suelo.

¡ª?Germ¨¢n L¨®pez, de L¨®pez&L¨®pez, asesores de La Corona, para servirla! ¡ªgrita tras la escafandra¡ª. ?Do?a Dori, su hija Miriam tiene algo que nos pertenece! ?D¨ªgale que ma?ana me pasar¨¦ a recogerlo! ?Ah, y d¨ªgale tambi¨¦n que tenemos cautivo a su amado Juanfran!

Dicho lo cual, la figura ascendi¨® hasta la nave y, abordo de ella, desapareci¨®.

Cap¨ªtulo 10: El contenido de la memoria

Entre l¨¢grimas, Miriam le confiesa a su madre, ante la atenta mirada de Iv¨¢n, todo lo que le ha sucedido desde que conoci¨® a Juanfran en la academia de ingl¨¦s hasta que huy¨® de la capital, aprovechando el ¨¦xodo de los universitarios. Cuando termina su relato tiene que volver a repetir toda la historia porque su padre sale en ese momento del ba?o y se incorpora al improvisado c¨®nclave familiar.

Tras unos instantes de prudente silencio, todos los miembros del clan coinciden en la importancia de recuperar el pendrive. Aunque ellos todav¨ªa lo creen escondido bajo el colch¨®n del abuelo, la memoria hace tiempo que descansa en el caj¨®n de su mesilla de noche. Atendiendo la opini¨®n del heroico capit¨¢n Ripoll, con quien hab¨ªa contrastado las diferentes estrategias, el abuelo ha decidido no tomar la iniciativa y esperar a que su nieta reclame el aparatito o quiera acceder a su habitaci¨®n con pretextos peregrinos.

¡ªCuando el enemigo manifiesta su debilidad en forma de petici¨®n o queja es el momento de negociar desde una posici¨®n ventajosa ¡ªle hab¨ªa aconsejado Ripoll, que en sus incontables traves¨ªas a lo largo y a lo ancho de este mundo, en m¨¢s de una ocasi¨®n se hab¨ªa visto en la tesitura de tener que parlamentar con secuestradores y negociar con piratas.

¡ªAbuelo, ret¨ªrate de la puerta, ponte papel higi¨¦nico en la boca y d¨¦jame entrar, que tengo que coger una cosa ¡ªdice Miriam a trav¨¦s de la portezuela que da paso a la celda donde lo tienen confinado.

¡ª?Qu¨¦ quieres? ?El pendrive? ¡ªpregunta el abuelo¡ª ?Y qu¨¦ recibo yo a cambio?

¡ª?Qu¨¦ quieres?

¡ªQuiero una de tus bolsitas de marihuana, con papelillos, filtros y tabaco. Anulaci¨®n del orinal: acceso libre al ba?o y paseos diarios por el terrado; quiero ver el telediario de La Primera todos los d¨ªas y que me consig¨¢is la rueda de prensa del Comandante salt¨¢ndose la cuarentena; la quiero ver. Y unos cuantos botes de leche condensada.

¡ª?Pap¨¢, la leche condensada te perjudica! Y adem¨¢s s¨®lo se puede salir a comprar lo esencial.

¡ªEntonces quiero pizza todas las noches; una Kansas Barbacoa con el borde relleno de mozzarella.

¡ªDe acuerdo. Aceptamos las condiciones ¡ªdice Miriam¡ª. Ahora p¨¢same el pendrive por debajo de la puerta.

¡ªHasta que no haya hecho al menos una vez todo lo que os he pedido, no hay pendrive que valga.

La entrega de estupefacientes, el uso del ba?o, la salida al terrado, el visionado del Telediario y de la rueda de prensa de Pablo Iglesias son demandas que la familia va satisfaciendo en lo que resta del d¨ªa. Para la pizza barbacoa hay que esperar a que llegue la noche.

Cuando a las 21.05 el pizzero anuncia su llegada, el abuelo libera el pendrive. Mientras el viejo mariscal da buena cuenta de la pitanza, el resto de los Pel¨¢ez se acomoda como puede en el cuarto de Iv¨¢n, que conecta el dispositivo a su ordenador. Para sorpresa general, la memoria no contiene voluminosos archivos de texto, instant¨¢neas de documentos ni hojas de c¨¢lculo, sino un v¨ªdeo titulado Perreo.

¡ªDale al play.

Cap¨ªtulo 11: Perreo

Aunque el pudor y, por qu¨¦ no decirlo, mis firmes convicciones mon¨¢rquicas refrenan la pluma, voy a cumplir con mi obligaci¨®n y a describir fidedignamente las im¨¢genes que aquella noche contemplan los Pel¨¢ez.

0:00. A juzgar por la intermitencia de las luces y por el reguet¨®n que suena de fondo, la filmaci¨®n tiene lugar en el interior de una sala de fiestas. Las im¨¢genes, grabadas con un tel¨¦fono m¨®vil de gama media, muestran de espaldas a un var¨®n cauc¨¢sico de aproximadamente 1,85 m. de estatura, 90 kilos de peso y edad avanzada. Peinado hacia atr¨¢s, el cabello clarea a la altura de la coronilla, aunque caracolea al llegar a la nuca. Viste pantal¨®n oscuro, demasiado ce?ido, zapatillas blancas de deporte y una camiseta de baloncesto de color amarillo con la leyenda CORONAVIRUS y el n¨²mero 69, una inscripci¨®n sorprendente toda vez que el v¨ªdeo fue grabado hace 8 a?os, en la madrugada del 13 de abril de 2012. Con el brazo derecho apoyado en la barra, ingiere a intervalos irregulares un refresco, o combinado, servido en un vaso de tubo, que sujeta con la mano izquierda. Al parar la imagen, los Pel¨¢ez advierten que en el dedo me?ique luce un magn¨ªfico camafeo, engastado en un metal indeterminado, aunque probablemente precioso.

00:37. El individuo se aproxima a una mujer joven, que como ¨¦l se encuentra consumiendo una bebida y marcando con ligeros movimientos de cabeza el ritmo del reguet¨®n. Tras una breve conversaci¨®n, la muchacha reh¨²sa su compa?¨ªa. La misma operaci¨®n se repite en varias ocasiones y en todas ellas es rechazado con irritaci¨®n y fastidio.

05:03. El individuo parece reconocer los compases de Me Tienes Loco, de J. ?lvarez y Jory Boy, y se encamina hacia la zona de baile. Al girarse, los Pel¨¢ez paran la imagen: aunque se encuentra bajo techo y la iluminaci¨®n de local es muy tenue, el individuo oculta sus ojos tras unas gafas modelo Aviator de la casa Ray Ban, que no impiden asignarle unos 70 a?os de edad, llevados eso s¨ª con una excelente forma f¨ªsica. Colgando del cuello, varias cadenas doradas le engalanan el pecho, cuyo vello asoma por el escote de la camiseta de baloncesto.

05:13. En la pista, personas de diferentes sexos contonean sus caderas simulando coitos caninos, en un tipo de danza que recibe por esta caracter¨ªstica el nombre de perreo. Se repite la misma situaci¨®n que en la barra: el individuo se acerca a varias mujeres con la intenci¨®n de formar con ellas pareja de baile, pero en todos los casos es rechazado.

08:56. A partir de ese minuto las im¨¢genes son confusas, y los Pel¨¢ez tienen que verlas varias veces para comprender lo que sucede. El individuo, que en opini¨®n de Miriam mueve la cadera con demasiada agresividad para la preceptiva del g¨¦nero, se queda de pronto r¨ªgido, como clavado, y cae de rodillas.

09:15. Desde diferentes puntos de la sala de fiesta varios hombres, unos con traje y otros con indumentaria m¨¢s informal y mucha quincalla, acuden a auxiliarlo en una exhalaci¨®n. Mientras unos lo levantan; otros, desencajados, hablan a trav¨¦s de un pinganillo disimulado; y entre todos se lo llevan de all¨ª.

En mi humilde opini¨®n, nada de lo que se ve en esas im¨¢genes justifica la apresurada conclusi¨®n de Iv¨¢n, formulada de viva voz cuando los Pel¨¢ez terminan de ver el v¨ªdeo:

¡ªHostia puta, es el em¨¦rito.

Cap¨ªtulo 12: Cuesti¨®n de Estado

Os preguntar¨¦is c¨®mo se las ingeni¨® Germ¨¢n L¨®pez, de L¨®pez&L¨®pez, Asesores de La Corona, para cumplir su amenaza y acceder al domicilio de los Pel¨¢ez. Pues bien, os sorprender¨ªa saber hasta d¨®nde llegan los tent¨¢culos del Estado y el uso, no siempre recto, que da a los numerosos datos que almacena de nosotros.

Cuando al final del d¨ªa, los Pel¨¢ez vuelven a llamar a Telepizza en cumplimiento del pacto alcanzado con el abuelo, la llamada es interceptada y derivada a Germ¨¢n L¨®pez, que est¨¢ teletrabajando en el discurso que rey Felipe tiene pensado dirigir a la naci¨®n. Cuarenta y cinco minutos despu¨¦s ya est¨¢ presionando el telefonillo de los Pel¨¢ez y anunci¨¢ndose torticeramente como el repartidor de la pizza. Va pertrechado con un traje amarillo de protecci¨®n integral y escafandra de dos filtros, y lleva en la mano la caracter¨ªstica caja, falsificada por los servicios secretos del Estado.

Dispuesto como est¨¢ a ejercer su autoridad recurriendo si es necesario a la coacci¨®n o al uso de violencia, a L¨®pez le resulta sorprendente, pero muy grata, la c¨¢lida acogida que le dispensan los Pel¨¢ez.

¡ªAhora comprendemos su insistencia en venir ¡ªle confiesa Dori¡ª. El v¨ªdeo es muy delicado. Por favor, si¨¦ntese y qu¨ªtese la escafandra.

¡ªNo, gracias, prefiero dej¨¢rmela puesta.

¡ª?Una cerveza y unas patatas fritas?

¡ªNo, gracias. He venido a lo que he venido.

¡ªAqu¨ª est¨¢ el pendrive ¡ªse lo muestra Dori¡ª. ?D¨®nde est¨¢ mi amado Juanfran?

¡ªEn cuanto los servicios secretos del Estado comprueben que no se han hecho r¨¦plicas, el se?or don Juanfran quedar¨¢ en libertad.

¡ªLa verdad es que hab¨ªamos pensado hacer una copia y vend¨¦rsela por un pastizal a Eduardo Inda, jejeje ¡ªle suelta Adolfo.

¡ªLos medios de comunicaci¨®n son un poder del Estado. Nos preocupan m¨¢s las redes sociales.

¡ªPues nosotros pensamos ¡ªdice Iv¨¢n¡ª que el v¨ªdeo aumentar¨ªa la simpat¨ªa del pueblo por la Corona. Deber¨ªan difundirlo.

¡ªDiscrepo; pero en todo caso, su patri¨®tica observaci¨®n llega demasiado tarde. Todo eso sucedi¨® en 2012.

¡ª?No fue en 2012 cuando se rompi¨® el rey la cadera en Botsuana? ¡ªle pregunta Dori.

¡ªNo, se?ora. Ya lo ha visto, usted: Su Majestad se rompi¨® la cadera perreando en una discoteca de Moralzarzal que sol¨ªa frecuentar en su tiempo de ocio, tal es su campechan¨ªa. Fue idea de un servidor ocultar la verdad a la opini¨®n p¨²blica y construir el falso relato del safari en la lejana Botsuana. Relato falso, pero m¨¢s apropiado a su noble rango. Entre provocar la simpat¨ªa del pueblo con un v¨ªdeo indigno de un rey y despertar el odio con el relato de un aristocr¨¢tico safari africano, juzgu¨¦ preferible lo segundo, y me lo invent¨¦ todo. Ciertamente Su Majestad tuvo que abdicar en su hijo; pero su prestigio ha quedado intacto entre las monarqu¨ªas europeas. Nosotros las asesoramos a todas ellas.

¡ª?Y lo de ponerse una camiseta de con el nombre CORONAVIRUS?

¡ªHasta los reyes se comportan a veces como cr¨ªos. Una inocente bromita, producto de su afici¨®n al juego de palabras o calambur. En 2012 hubiera sido chiste inofensivo, pero hoy har¨ªa temblar los cimientos de La Casa¡­ En fin¡­ Son ustedes muy simp¨¢ticos y yo me estoy sofocando con esta escafandra. ?Sigue en pie esa cervecita?

Cap¨ªtulo 13: Desenlace

Me figuro que a vosotros, como al que suscribe estas l¨ªneas, tambi¨¦n os admira la templanza de Germ¨¢n L¨®pez, de L¨®pez&L¨®pez, Asesores de La Corona, y os hab¨¦is sentido atra¨ªdos por su arrojo y por el vigor de sus convicciones. No es algo que me cause maravilla: as¨ª como en la tempestad el angustiado n¨¢ufrago ase (del verbo asir) el providencial le?o, en tiempos de incertidumbre y zozobra los desamparados buscan refugio y los afligidos, contento.

Nuestros Pel¨¢ez tampoco son inmunes a los encantos del asesor de La Zarzuela, cuyo verbo florido embelesa sus voluntades. Si bien es cierto que los poderosos y quienes los frecuentan parecen investidos de un aura sobrenatural que los hace casi divinos, en el caso de L¨®pez no es su familiaridad con las monarqu¨ªas europeas o sus contactos con los servicios secretos de todo el mundo lo que cautiva el ¨¢nimo de los Pel¨¢ez, sino su agudeza de ingenio y su deleitosa conversaci¨®n.

Miriam, que hasta el momento ¡ªel momento en el que su madre saca unas cervecitas y unas patatas fritas, y el asesor se quita la escafandra y se relaja¡ª beb¨ªa los vientos por Juanfran y solo ansiaba su pronta liberaci¨®n, va sintiendo por L¨®pez una creciente e inexplicable afici¨®n. Sus audaces razonamientos sobre el feminismo ecologista post-conservador y la formulaci¨®n de su teor¨ªa de las varices como disidencia cultural lo convierten a sus ojos en un adalid de la nueva masculinidad, y se enamora perdidamente de ¨¦l.

Iv¨¢n, encaprichado de Ortega-Smith, o como se llame su misterioso contrincante de Call of Duty, lo escucha fascinado disertar sobre LoL, Counter-Strike y otros eSports. Cuando ambos van a la cocina a por m¨¢s cerveza y L¨®pez le confiesa, mir¨¢ndolo como no lo ha mirado nadie en corta vida, que, de no haberse convertido en asesor de La Zarzuela, habr¨ªa sido caster de Fortnite, Iv¨¢n se rinde a su persuasi¨®n y encanto.

Aunque Dori se encandila con la selecci¨®n de an¨¦cdotas reales y chascarrillos aristocr¨¢ticos que Germ¨¢n L¨®pez confecciona especialmente para ella, no le desagrada en absoluto que el asesor le mire con descaro el canalillo cuando ella se inclina a coger una patata frita.

Incluso Adolfo, tan poco dado a sentir inter¨¦s por otro sexo que no sea el femenino, descubre en Germ¨¢n L¨®pez un semejante, un hermano o, mejor dicho, un cu?ado; un cu?ado prodigioso, cuyo an¨¢lisis de la dram¨¢tica situaci¨®n que vive Espa?a coincide punto por punto con el suyo y se resume en dos apotegmas: la culpa de todo la tienen Pedro S¨¢nchez o Pablo Iglesias y el coronavirus es un bicho que han fabricado los chinos.

¡ªEste t¨ªo es un m¨¢quina ¡ªsentencia el cabeza de familia.

El abuelo, que ya puede entrar y salir de su celda libremente, ha asistido en secreto a la improvisada francachela; y en varias ocasiones ha estado a punto de irrumpir en el sal¨®n, encolerizado por las fementidas palabras del asesor de la Zarzuela. ?l es el ¨²nico miembro de la familia que no se queda complacido y admirado cuando L¨®pez se marcha de regreso a La Casa, sino escamado y receloso o, como vulgarmente se dice, con la mosca detr¨¢s de la oreja.

Pero esa es otra historia, que requiere m¨¢s tiempo y mayor espacio; de ella os hablar¨¦ en una pr¨®xima ocasi¨®n. Hasta entonces os deseo salud a todos y muchas gracias.

- Aqu¨ª puede seguir la ¨²ltima hora sobre la evoluci¨®n de la pandemia

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