El Holocausto para ¡®millennials¡¯

Descubriendo a Ana Frank certifica que no es f¨¢cil enfrentarse a un documental sobre el Holocausto, nunca lo ha sido. Mucho menos para los que despu¨¦s de Shoah, la monumental pel¨ªcula de Claude Lanzmann, todo intento es un esfuerzo rid¨ªculo. Aunque no siempre se trata de seguir los pasos del cineasta e intelectual franc¨¦s, que reneg¨® de cualquier registro fotogr¨¢fico para su pel¨ªcula y que incluso lleg¨® a decir que si alguna vez encontraba alguna imagen de la Shoah ¨¦l mismo se encargar¨ªa de destruirla. Lanzmann no solo convirti¨® el testimonio de las v¨ªctimas en una nueva forma de cine sino que se pas¨® media vida enfrent¨¢ndose con su feroz inteligencia (es conocida la pol¨¦mica con Didi-Huberman por las ¨²nicas fotograf¨ªas que han sobrevivido a los campos de exterminio) contra quienes a su juicio banalizaban la maquinaria nazi contra el pueblo jud¨ªo. Una cruzada que culmin¨® con una velada traici¨®n a s¨ª mismo en El ¨²ltimo de los injustos, obra imprescindible para completar el cuadro de Shoah en la que el cineasta us¨® por vez primera im¨¢genes de archivo para contar la historia de Benjamin Murmelstein, el rabino de la comunidad jud¨ªa de Viena y ¨²ltimo presidente del Consejo Jud¨ªo del gueto y campo de concentraci¨®n de Terez¨ªn, donde recal¨® gran parte de la ¨¦lite jud¨ªa de Europa y que fue ideado por Adolf Eichmann como un falso escaparte al mundo del destino de los deportados.

Pero no, no es justo comparar a un tit¨¢n con un simple humano. Descubriendo a Ana Frank es un documental did¨¢ctico de clara vocaci¨®n millennial que intenta despertar las conciencias m¨¢s j¨®venes a trav¨¦s de la que quiz¨¢ es la figura m¨¢s simb¨®lica del Holocausto. Adem¨¢s, lo hace buscando el ¨²ltimo aliento de los supervivientes. En este caso, las ni?as que ten¨ªan una edad similar a Ana Frank pero tuvieron mejor suerte y que, como una de ellas dice, hoy pueden restregarle en la cara a los nazis no solo su vida, sino la de sus hijos y sus nietos. Esos descendientes que recogen aqu¨ª el testigo de la memoria.

El documental de Sabina Fedeli y Anna Migotto pone en manos de la actriz brit¨¢nica Helen Mirren la voz cantante de la pel¨ªcula. Sentada en una reproducci¨®n de la habitaci¨®n de ?msterdam donde Ana Frank vivi¨® escondida sus ¨²ltimos a?os de vida, Mirren recita el c¨¦lebre diario de la ni?a jud¨ªa con las herramientas de una algo forzada Sherezade. Pero la emoci¨®n de escuchar a la narradora o de ver los rostros de las ancianas (aunque sus testimonios est¨¦n recogidos sin el m¨¦todo sacacorchos de Lanzmann) casa mal con los toscos subrayados de la banda sonora o con el otro hilo del documental: el de una joven instagramer que comprime en candorosos hashtags su paso por los lugares que mantienen viva la llama de la pesadilla de los campos de exterminio. Un poco desprop¨®sito, s¨ª, pero ante el cada vez mayor n¨²mero de negacionistas dispuestos a enterrar, manipular o tergiversar la verdad, parece m¨¢s tolerable que nunca. A pesar de Lanzmann.