Julio Le Parc: ¡°Ser¨ªa presuntuoso pretender hacer una obra de arte"
El artista argentino, leyenda del ¡®op-art¡¯ y el arte cin¨¦tico, realiza a sus 91 a?os la obra m¨¢s grande de su carrera: un m¨®vil para la Tabakalera de San Sebasti¨¢n
En la misma sala conviven pinturas geom¨¦tricas plagadas de c¨ªrculos blancos sobre cuadrados negros, realizadas hace medio siglo, con piezas de vivos colores producidas en las ¨²ltimas semanas. A lo largo del recorrido se ven enormes m¨®viles que caen del techo, cuyos colgantes azules y naranjas refulgen con la luz del sol que se cuela por los ventanales, abiertos a un patio ajardinado. En otra estancia se despliegan enormes lienzos con ondas de colores fluorescentes y otros cuyas formas superpuestas fingen la apariencia del movimiento. Otros cuadros parecen estar hechos de puros colores superpuestos, pero al acercar la mirada es posible percibir que en realidad se componen de diminutos puntos de pintura.
Podr¨ªamos estar hablando de un aut¨¦ntico museo lleno de tesoros pero en realidad se trata del estudio parisiense de Julio Le Parc, un enorme complejo donde tambi¨¦n se ve trabajar diligentemente a sus ayudantes y colaboradores. La visita, aunque realizada a trav¨¦s del m¨®vil, impresiona. Al otro lado de la pantalla, el artista, leyenda del op-art y el art cin¨¦tico que, no obstante, prefiere huir de las etiquetas, se quita la pantalla protectora de pl¨¢stico que le cubre la cara y comienza a charlar con una viveza y un sentido del humor encomiable (¡°Mira, vu¨¦lvete, mis nuevos cuadros est¨¢n ah¨ª mismo, detr¨¢s de ti¡±, se?ala a la periodista, que est¨¢ sentada en su casa).
Tras varias semanas en las que, debido al confinamiento, ha tenido que trabajar pr¨¢cticamente solo en ese enorme edificio donde tambi¨¦n se aloja su apartamento, la vida del espacio, y la del propio artista, parecen haber vuelto por fin a su habitual y bulliciosa rutina, aunque sea con el rostro cubierto con un trozo de pl¨¢stico. ¡°Tengo el taller ligado con la habitaci¨®n, as¨ª que no tengo que tomar el metro ni salir a la calle ni tomar taxi. Bajo y ya estoy en el taller. La gente que me ayuda y que trabaja ac¨¢ conmigo qued¨® muy reducida y solo ven¨ªa de forma espor¨¢dica¡±, cuenta el artista. ¡°Pero he sobrevivido¡±. Y no hay nada m¨¢s importante.
A sus 91 a?os, el creador argentino (Mendoza, 1928) acaba de realizar la obra m¨¢s grande de toda su carrera, d¨¦cadas enteras dedicadas al estudio de las formas, de las geometr¨ªas, de los colores y del movimiento. Se trata de un enorme m¨®vil de unos 11 metros de di¨¢metro compuesto por 2.660 piezas que preside el hall de la Tabakalera de San Sebasti¨¢n, centro que, como el resto de museos del Pa¨ªs Vasco, reabre sus puertas este lunes 1 de junio. La inauguraci¨®n deb¨ªa haber tenido lugar en marzo pero, literalmente solo una hora despu¨¦s de que Le Parc concluyera el montaje de la obra, el centro dio la orden de cerrar por la cuarentena.
Si las condiciones lo permiten, quiz¨¢ el artista viaje nuevamente a Donostia en los pr¨®ximos meses para la fiesta de inauguraci¨®n. ¡°Me dicen que tienen el cogote de merluza, la paletilla de cordero...¡±, enumera divertido Le Parc. Esta instalaci¨®n, Kuboa, concebida ad hoc, se arraiga, como explica el propio artista, en una ¡°familia¡± de obras que ha venido modelando desde comienzos de los a?os sesenta. ¡°Los primeros m¨®viles se fueron quedando, se fueron rehaciendo, fueron modific¨¢ndose, se fueron multiplicando, transformando¡±. En sus muchos a?os de trayectoria, el cambio ha sido precisamente una de sus principales constantes: la revisi¨®n de formas ¨Ce ideas¨C que, con sus fluctuaciones y peque?as transformaciones, van generando objetos y sensaciones diferentes.
Tras su etapa de formaci¨®n en Argentina, donde tuvo como profesor al fundador del Espacialismo, Lucio Fontana, Le Parc se instal¨® en Par¨ªs con una beca desde 1958. All¨ª particip¨® en 1960 en la fundaci¨®n del G.R.A.V (Groupe de Recherche d¡¯Art Visuel), un colectivo art¨ªstico en el que tambi¨¦n colaboraron compa?eros como el escultor espa?ol Francisco Sobrino y el pintor argentino Hugo Demarco, que se disolvi¨® ocho a?os despu¨¦s. En ese tiempo, sus integrantes se obcecaron en la experimentaci¨®n con la luz y el color como materiales creativos, en un intento por comprender intelectualmente y plasmar materialmente su papel en el hecho art¨ªstico. De aquella experiencia surgi¨® otra de las claves que define la obra de Le Parc: la de involucrar al p¨²blico como parte integrante de su trabajo. Sin alguien que la mire, la obra de arte simplemente no existe.
El espectador llega con sus propias vivencias y conocimientos, pasa el tiempo que considera necesario frente al objeto, se mueve alrededor de ¨¦l (?o es el objeto el que se mueve en realidad?) y juzga con el baremo de esas y otras variables de su percepci¨®n, que informa tanto como enga?a. ¡°La gente en general tiene una gran capacidad para ver. Puede multiplicar su propia mirada, puede descubrir cosas mirando algo que est¨¢ hecho, inventar o reinventar. Hay una multiplicidad de visiones¡±, apunta el artista. ¡°Lo que yo hago lo llamo experiencias. Pera estar m¨¢s libre en el trabajo, no tengo la pretensi¨®n de hacer una obra de arte, eso ser¨ªa presuntuoso. Para m¨ª es una experiencia. Luego, las clasificaciones que han sido hechas por los cr¨ªticos de arte, o historiadores, o el mercado, de op-art, o arte cin¨¦tico, siempre me parecieron artificiales, porque con formas geom¨¦tricas se pueden hacer multitud de cosas diferentes, y tambi¨¦n con objetivos diferentes¡±.
El compromiso social es otra de las llaves que abren las puertas de obra. En 1972 volvi¨® a probar con la creaci¨®n colectiva en el llamado Grupo Denuncia, con el que varios artistas latinoamericanos denunciaron a trav¨¦s de sus pinturas las torturas de las dictaduras militares del continente. Su desapego por las tendencias y las imposiciones del mercado le llev¨® a rechazar en esos a?os una retrospectiva en el Pompidou que podr¨ªa haber catapultado su fama d¨¦cadas antes de encontrar el reconocimiento del que hoy disfruta. ¡°En general hay una teor¨ªa que yo he aplicado siempre, y que un amigo de cuando yo era adolescente, la pon¨ªa de manifiesto, y que ¨¦l llamaba teor¨ªa del condicionamiento. Me dec¨ªa: si vos ten¨¦s necesidad de tal cosa, las condiciones van a aparecer para que eso se realice. Es cuesti¨®n de no exigir, sino adaptarse a lo que existe¡±.
Tanto el op-art como el arte cin¨¦tico cuentan con otros grandes exponentes latinoamericanos, artistas como los venezolanos Carlos Cruz D¨ªez y Jes¨²s-Rafael Soto. Quiz¨¢, dice Le Parc, tenga algo que ver con el uso que hac¨ªan de las formas geom¨¦tricas las culturas precolombinas. ¡°En la actualidad uno puede ver lo que pasa en el mundo instant¨¢neamente, no de forma directa pero s¨ª con los medios que tenemos, y la creaci¨®n latinomericana yo creo que tiene el valor equivalente a cualquier otra: la europea, la norteamericana... El problema es el juego de dominio, que hace que continentes enteros se hayan dejado de lado por consideraciones de preponderancia hegem¨®nica de los EE UU¡±, lamenta.
Si Julio Le Parc no hubiera sido artista, seguramente habr¨ªa trabajado como ferroviario, igual que su padre y su hermano. Pero la suerte que reconoce haber tenido en su vida acab¨® por transportarle a otro destino. ¡°El arte es producto de gente que son igual que los dem¨¢s¡±, reflexiona. ¡°El arte pl¨¢stico, lo mismo que la danza, la ¨®pera, la m¨²sica, el ballet o lo que fuera, lo llaman de manera muy circunstancial vocaci¨®n. Hay gente que tiene la disposici¨®n, el tiempo y una capacidad quiz¨¢ natural que ha ido desarrollando. Tambi¨¦n una voluntad. Yo si me pongo a bailar ahora, tampoco sacar¨ªa ning¨²n ballet¡±.
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