El himno a la alegr¨ªa de un hombre triste
La biograf¨ªa de Waldo de los R¨ªos ilumina los primeros a?os dorados del pop espa?ol

Una precauci¨®n si se plantean leer la biograf¨ªa de un m¨²sico o cantante: comprueben si incluye una discograf¨ªa, sea exhaustiva o selectiva. Si ese listado est¨¢ ausente, pi¨¦nsenselo dos veces. ?dem si se trata de otra de esas autobiograf¨ªas tan publicitadas: puede que el artista en cuesti¨®n est¨¦ tan distanciado de lo que le hizo famoso que ni siquiera se ha preocupado por refrescar su conocimiento sobre el orden, la fecha, el contenido de sus discos. Ocurre con m¨¢s frecuencia de lo que imaginamos.
Debo avisar que Desafiando al olvido (Roca Editorial), de Miguel Fern¨¢ndez, no cuenta con ese ap¨¦ndice, indispensable al tratarse de Waldo de los R¨ªos (Buenos Aires, 1934- Madrid, 1977), que editaba mucha m¨²sica bajo su nombre y, en cantidades industriales, como arreglador al servicio de artistas espa?oles y argentinos. En compensaci¨®n, Desafiando al olvido ofrece un 2 x 1: la historia profesional de un creador incansable mezclada con un melodrama tortuoso, que podr¨ªa haber sido filmado por Eloy de la Iglesia.
Nunca fue un hombre pr¨¢ctico: se enamor¨® de un proletario muy reticente, indiferente a su fama y su dinero, que ya ten¨ªa novio. El desenlace fue tan brutal como absurdo
Aunque Waldo despeg¨® en su Argentina natal, el libro presta m¨¢s atenci¨®n a su carrera en Espa?a, proporcionando una reveladora ventana sobre el funcionamiento de Hispavox. Disquera con vocaci¨®n pop, ejemplarizada por las magn¨ªficas portadas de Daniel Gil, pero que asum¨ªa compromisos culturales: produjo la Magna antolog¨ªa del cante flamenco o la colecci¨®n de m¨²sica antigua espa?ola (que resultar¨ªa una inversi¨®n prodigiosa, al incluir los cantos gregorianos de los monjes de Silos, todo un fen¨®meno a finales del siglo pasado).
Con su grupo, Los Waldos, nuestro personaje factur¨® discos mayormente deplorables, pero cierta aspiraci¨®n hacia la respetabilidad le llev¨® a modernizar venerables partituras, gui?os middlebrow que generar¨ªan un pelotazo mundial (Himno a la alegr¨ªa, de Miguel R¨ªos) y un impacto europeo (Mozart sinfon¨ªa n? 40, con su propio nombre). Waldo no fue el primer ansioso divulgador de los cl¨¢sicos pero su ¨¦xito insemin¨® mil monstruos.
Junto al productor Rafael Trabucchelli fue el art¨ªfice del Sonido Torrelaguna. Que no, nada ten¨ªa que ver con el muro de sonido de Phil Spector: consist¨ªa en endulzar el latido pop de las canciones de Jeanette, Raphael, Mar¨ªa Ostiz, Mari Trini ¨Cy hasta algunos grupos- con brochazos orquestales. Como recuerda Miguel R¨ªos, m¨¢s que un ¡°sonido¡± est¨¦ticamente rompedor era una f¨®rmula para colarse en las radios. Se aprecia mejor la marca de Waldo en sus sinton¨ªas televisivas y sus bandas sonoras, como las dos pel¨ªculas de Chicho Ib¨¢?ez Serrador.
Desafiando al olvido alterna sus p¨¢ginas musicales con su trayectoria emocional, narrada con t¨¦cnica novel¨ªstica. Prisionero de una madre vamp¨ªrica, la cantante folcl¨®rica Martha de los R¨ªos, Waldo intent¨® liberarse cas¨¢ndose con una inquieta actriz uruguaya, Isabel Pisano. Una pareja tan improbable como, a la larga, imposible. En los setenta, ella revoloteaba feliz por el c¨ªrculo romano de Fellini mientras Waldo se mov¨ªa discreto por la zona gay del Bocaccio madrile?o. Nunca fue un hombre pr¨¢ctico: se enamor¨® de un proletario muy reticente, indiferente a su fama y su dinero, que ya ten¨ªa novio. El desenlace fue tan brutal como absurdo.
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