Rosa del Desierto
La actriz, como esa flor de aspecto fuerte, pero fr¨¢gil en su composici¨®n interior, ha llevado hasta el final de sus d¨ªas el S¨¢hara dentro de su enorme coraz¨®n
A lo largo de los siglos, una combinaci¨®n natural de arena, yeso y agua va formando en el duro e inh¨®spito S¨¢hara una serie de cristalizaciones superpuestas que dan como resultado una roca sedimentaria que all¨ª llaman rosa del desierto. Con su color oscuro rojizo, parece ciertamente una flor fosilizada, y los saharauis la utilizan muchas veces para decorar las austeras jaimas y casas de adobe en las que habitan.
Cuando en 2008 Rosa Mar¨ªa Sard¨¢ viaj¨® por primera vez al Campamento de Dajla a participar en la edici¨®n de ese a?o del Festival Internacional de Cine del S¨¢hara, le sorprendi¨® que los saharauis, por la semejanza del nombre, la llamaran tambi¨¦n a ella Rosa del Desierto. Supuso todo un honor, se sinti¨® halagada, pero a la vez, la semejanza encerraba una met¨¢fora terrible. Con una rosa del desierto, aparentemente una roca s¨®lida que por su composici¨®n podr¨ªa ser utilizada para construir casas en lugar del fr¨¢gil y ef¨ªmero adobe, que se deshace como azucarillo cuando llega la ¨¦poca de fuertes y cuantiosas tormentas lluviosas, no es posible construir nada por su contenido arenoso. Sin embargo, es un hermoso objeto decorativo que la cultura saharaui utiliza tambi¨¦n para agasajar a sus invitados.
La Sard¨¢, como esa rosa de aspecto fuerte, pero fr¨¢gil en su composici¨®n interior, ha llevado hasta el final de sus d¨ªas el S¨¢hara dentro de su enorme coraz¨®n. Aparte de la entrevista con Jordi ?vole en la que hablaba con naturalidad de la enfermedad que al final se ha llevado su vida, su ¨²ltima aparici¨®n p¨²blica fue un v¨ªdeo hace pocas semanas en el que reclamaba justicia para los presos saharauis encarcelados injustamente por Marruecos. Sin arengas pol¨ªticas, apelaba en su intervenci¨®n entre otros rostros populares simplemente a la humanidad de las autoridades marroqu¨ªes.
Despu¨¦s de 2008, la Sard¨¢ sigui¨® viajando a los campamentos de poblaci¨®n refugiada saharaui. Estableci¨® un fuerte v¨ªnculo con la familia de origen n¨®mada que la acogi¨® en su primer viaje. Tanto, que desde entonces, tras grandes peleas burocr¨¢ticas, consigui¨® que una de las hijas de esa familia, Whaba Hamma Yahya (al principio la Sard¨¢ no sab¨ªa pronunciar bien su nombre y la llamaba Guapa, por semejanza fon¨¦tica) viniera con ella a vivir a su casa de Barcelona. Era su orgullo. Dec¨ªa que a la ni?a llegada del desierto le hab¨ªa ense?ado por igual castellano que catal¨¢n y que le emocionaba escucharla hablar con soltura en las dos lenguas con su acento saharaui.
Pol¨ªticamente pr¨®xima al Partido Socialista Catal¨¢n y al PSOE a nivel estatal, era muy cr¨ªtica con la postura que ambos partidos manten¨ªan sobre la causa saharaui. No se cortaba nunca de dec¨ªrselo a la cara a los altos mandatarios con los que se codeaba a menudo. Incluso dec¨ªrselo en persona a los mism¨ªsimos Gonz¨¢lez y Rodr¨ªguez Zapatero.
La Sard¨¢ entendi¨® de siempre que la democracia espa?ola ten¨ªa una deuda hist¨®rica con el pueblo saharaui. Se avergonzaba del abandono eterno que ning¨²n gobierno espa?ol se atrevi¨® a abordar desde la reinstauraci¨®n de la democracia y as¨ª lo hac¨ªa ver en las numerosas manifestaciones que acud¨ªa en solidaridad con la causa saharaui. Muchas veces era ella el rostro popular elegido que le¨ªa el manifiesto al final de cada acto.
El ¨²ltimo Gobierno franquista entreg¨® unilateralmente a Marruecos y Mauritania entre noviembre de 1975 y febrero de 1976 lo que hasta entonces era la 53? provincia espa?ola: el S¨¢hara Occidental, oficialmente llamado hasta entonces S¨¢hara Espa?ol. La Sard¨¢ no lo llevaba con resignaci¨®n y siempre luch¨®, como esa rosa del desierto fr¨¢gil, pero que se construye y adquiere su bella forma caprichosa poco a poco a base de capas y sedimentos, para que se reparara esa afrenta.
Al principio de la pandemia, la Sard¨¢ compart¨ªa emocionada y con l¨¢grimas entre sus amigos del WhatsApp los v¨ªdeos que le llegaban desde los campamentos con los ni?os saharauis mandando ¨¢nimos al pueblo hermano espa?ol. Admir¨® Rosa siempre la generosidad y ausencia de rencor de los saharauis hac¨ªa Espa?a a pesar de ser la potencia responsable de su dura situaci¨®n, condenados a vivir como refugiados en mitad de uno de los lugares m¨¢s inh¨®spitos del planeta. Pero ah¨ª estaba Rosa siempre. El movimiento civil espa?ol de solidaridad con el S¨¢hara recurr¨ªa a ella con frecuencia para pedir su presencia en manifestaciones y actos porque siempre dec¨ªa s¨ª. Valiente y comprometida, nadie le hizo callar su rabia por el S¨¢hara. Wahba, Guapa para ella, la ni?a saharaui a la que abri¨® su casa y su coraz¨®n hace unos a?os, es ya toda una joven mujer que en unos d¨ªas se grad¨²a. Rosa no lo podr¨¢ ver, como tampoco el sue?o que tuvo hasta su ¨²ltimo instante: haber visto un S¨¢hara libre.
Babelia
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