El d¨ªa en que Dal¨ª se visti¨® de almirante para recibir a Franco
Los diarios in¨¦ditos del coleccionista Reynolds Morse desvelan los plantones del dictador al artista, que se prest¨® a apuntalar la imagen modernizadora del r¨¦gimen
Los diarios in¨¦ditos del coleccionista Reynolds Morse, in¨¦ditos hasta para los bi¨®grafos de Salvador Dal¨ª, aportan nueva luz sobre las relaciones personales entre el pintor catal¨¢n y Francisco Franco. En los a?os sesenta, Morse, que ten¨ªa por costumbre anotar sus conversaciones con el artista, le pregunt¨® si tem¨ªa, en caso de que en Espa?a triunfara una revoluci¨®n y Franco muriera, ser uno de los primeros fusilados. ¡°S¨ª¡±, contest¨®, ¡°igual que los campesinos ignorantes hab¨ªan matado a Lorca(...). Su muerte fue una tragedia. Tuvo un affaire con un chico en un pueblo y las gentes se pusieron col¨¦ricas y le fusilaron¡±. ¡°Yo estoy absolutamente seguro de que si no me hubiera ido de Espa?a antes de la guerra, ahora estar¨ªa muerto¡±, le confes¨® otro d¨ªa a Morse, dedicado comprador de la obra del pintor, cuya colecci¨®n nutre el Salvador Dal¨ª Museum, en St. Petersburg (Florida).
El franquismo pag¨® con honores, halagos y exposiciones la colaboraci¨®n activa del artista, que regres¨® de EE UU a Espa?a en 1948, pero a este le faltaba el reconocimiento personal de Franco, que le dio dos plantones y le hizo esperar ocho a?os, hasta 1956, como demuestran los diarios de Morse, conservados en los Archives of American Art del Smithsonian, y a pesar de todas sus alabanzas: ¡°Soy el s¨ªmbolo que muestra la tolerancia de Franco¡±, le dijo Dal¨ª.
Dal¨ª recibi¨® a un emisario que le anunci¨® la inminente visita del dictador. El pintor se afeit¨® y, entusiasmado, se aprest¨® a vestirse con sus mejores galas: un llamativo uniforme blanco de almirante. Pero el dictador no apareci¨®
La elecci¨®n de su pintura cl¨¢sica La cesta de pan como imagen para el plan Marshall, gracias a la portada de febrero de 1948 de The Week Magazine, revista con una difusi¨®n de 15 millones de ejemplares, mostraba a Dal¨ª como un pintor virtuoso que, amparado en el clich¨¦ que asocia genialidad con locura, pod¨ªa compensar su vida escandalosa en un momento en que la administraci¨®n Truman ve¨ªa a Franco como dique ante el comunismo. Eso ayud¨® a preparar su retorno a Espa?a.
Seg¨²n relat¨® a Morse, en 1955, con el yate Azor del dictador fondeado en la bah¨ªa de Cadaqu¨¦s, Dal¨ª recibi¨® a un emisario que le anunci¨® la inminente visita de Franco. En las colinas se vieron polic¨ªas. El pintor se afeit¨® y, entusiasmado, se aprest¨® a vestirse con sus mejores galas: un llamativo uniforme blanco de almirante.
Dal¨ª esper¨® en vano todo el d¨ªa a la comitiva. Al d¨ªa siguiente, lleg¨® el mismo emisario con el mismo anuncio. El artista repiti¨® el ritual, aguardando con su pomposa vestimenta la llegada de Franco, que nunca se produjo. Al tercer d¨ªa, nuevo aviso con el mismo mensaje. Esta vez, Dal¨ª ya no hizo ning¨²n preparativo ni se engalan¨® y, efectivamente, el dictador no hizo acto de presencia. Franco sol¨ªa visitar la zona para encontrarse con el influyente empresario falangista Miguel Mateu, uno de sus asesores m¨¢s estrechos, due?o del castillo de Peralada y de una casa en la cercana Garbet.
Dal¨ª le cont¨® a Morse que Franco le hab¨ªa parecido ¡°muy inteligente e interesado en el arte¡± y le elogi¨® por haber creado ¡°una monarqu¨ªa con la misma genialidad con la que Vel¨¢zquez hab¨ªa creado ¡®Las meninas¡±
En 1956 hubo un segundo plant¨®n. ¡°Dal¨ª¡±, siempre seg¨²n relato de Morse, ¡°emprendi¨® un largo viaje a Madrid para ver a Franco, esperando ansiosamente d¨ªa tras d¨ªa la confirmaci¨®n de una audiencia que no llegaba. Dal¨ª [acompa?ado de Gala], estaba impaciente para volver a Port Lligat y seguir pintando, as¨ª que al cabo de tres d¨ªas volvieron a Port Lligat. Tan pronto como llegaron y, apenas instalados, lleg¨® un telegrama notificando que Franco les recibir¨ªa. Se desplazaron r¨¢pidamente a Barcelona para coger el tren, pues a Dal¨ª no le gustaba volar¡±. La reuni¨®n tuvo lugar en El Pardo el 6 de junio. Fue primera de sus cinco entrevistas.
Dal¨ª le cont¨® a Morse que Franco le hab¨ªa parecido ¡°muy inteligente e interesado en el arte¡± y le elogi¨® por haber creado ¡°una monarqu¨ªa con la misma genialidad con la que Vel¨¢zquez hab¨ªa creado Las meninas¡±. ¡°Franco ri¨® un poco, rechazando modestamente el genio que Dal¨ª le atribu¨ªa, pero lo importante es que la idea de la monarqu¨ªa qued¨® plantada en la mente de Franco, pues Espa?a tendr¨ªa que restaurar la monarqu¨ªa, con Franco como jefe de los ej¨¦rcitos¡±, escribi¨® Morse.
Morse recordar¨ªa toda su vida la ma?ana de marzo de 1958 en que son¨® el tel¨¦fono de su casa en Denver y oy¨® la voz furiosa de Dal¨ª al otro lado de la l¨ªnea. El coleccionista hab¨ªa escrito un art¨ªculo sobre Dal¨ª en la revista Art in America en el que dec¨ªa que su pintura religiosa obedec¨ªa al intento de estar a bien con Franco. ¡°Nunca he pintado para agradar a nadie, s¨®lo a m¨ª mismo. ?Eres un don nadie! ?Un mequetrefe!¡±, vociferaba el artista. ¡°El curso de los acontecimientos me ha llevado del anarquismo al conservadurismo, del ate¨ªsmo sacr¨ªlego al m¨¢s grande mundo m¨ªstico. Yo soy el mismo que cuando era joven, lo que ha cambiado es el mundo: la Guerra Civil y la bomba at¨®mica¡±.
Monumental enfado
El monumental enfado del pintor no obedec¨ªa solo a que Morse cuestionaba su falta de inspiraci¨®n o de autonom¨ªa art¨ªstica, sino a que dinamitaba su pacto t¨¢cito con Franco. Dal¨ª y su pintura hist¨®rica y religiosa eran el ejemplo que el r¨¦gimen expon¨ªa en el exterior para contrarrestar a Picasso, exiliado en Par¨ªs, y a Mir¨®, que callaba sin ocultar su antifranquismo retirado en Mallorca.
Franco se entrevist¨® con Dal¨ª al menos cuatro veces m¨¢s. El pintor cont¨® a Morse detalles del encuentro mantenido en el castillo de Peralada en 1970. ¡°Primero lleg¨® un helic¨®ptero, despu¨¦s soldados con fusiles, luego dos limusinas. De una de ellas sali¨® tambaleante un peque?o anciano que ten¨ªa a todo el mundo bajo su control¡±, y a¨²n as¨ª, escribe Morse, ¡°se neg¨® a hacer la siesta cuando todos estaban exhaustos¡±. A Dal¨ª le maravill¨® la energ¨ªa que demostraba una figura tan fr¨¢gil. ¡°Tiene que ser un m¨ªstico¡±, dijo.
Dal¨ª, que se cre¨ªa muy superior a Picasso y Mir¨®, se entreg¨® con entusiasmo a sacar r¨¦dito de su colaboraci¨®n con una dictadura necesitada de emplear la cultura como campa?a de imagen
All¨ª mismo, el pintor hizo un r¨¢pido retrato de la esposa de Franco, Carmen Polo, y acept¨® pintar otro de su nieta. Dal¨ª buscar¨ªa la intervenci¨®n del dictador para obtener apoyo incluso financiero de sus lienzos de exaltaci¨®n m¨ªstica y patri¨®tica y para la construcci¨®n del Teatro Museo de Figueres, que vendi¨® como contrapunto a la apertura del Museo Picasso de Barcelona y como foco de atracci¨®n tur¨ªstica.
Dal¨ª, que se cre¨ªa muy superior a Picasso y Mir¨®, se entreg¨® con entusiasmo a sacar r¨¦dito de su colaboraci¨®n con una dictadura necesitada de emplear la cultura como campa?a de imagen ante las democracias occidentales. Durante la inauguraci¨®n de la I Bienal de Arte Hispanoamericano de 1951 hay una foto en la que se ve a Franco, vestido de uniforme militar, riendo. T¨¤pies contaba que la imagen capta el momento en que el dictador fue informado de que se hallaba en ¡°la sala de los artistas revolucionarios¡±, a lo que este respondi¨®: ¡°?Ah, bueno, mientras hagan la revoluci¨®n as¨ª¡!¡±.
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