Gald¨®s nunca reneg¨® de la arena canaria
Un bulo llev¨® al obispo Pilda¨ªn a excomulgar a los que honraran la memoria de autor de los 'Episodios Nacionales'
Gald¨®s nunca reneg¨® de su tierra, ni dijo que al irse de Gran Canaria, donde naci¨® en 1843, se hab¨ªa limpiado la arena. Pero ese bulo, sacado en parte de una deducci¨®n de Clar¨ªn, en medio de una semblanza admirativa, sirvi¨® a?os despu¨¦s para alimentar la inquina que el obispo Pilda¨ªn, l¨¢tigo tambi¨¦n de Unamuno, lanz¨® contra aquel anticlerical r¨¦probo que us¨® la literatura para alimentar el ate¨ªsmo. Hasta el punto de que aquel cl¨¦rigo vasco inst¨® la excomuni¨®n para los que, en la isla, quisieran honrar la memoria de este tit¨¢n del siglo XIX que avanz¨®, firme, hacia la gloria del siglo XX.
Escribi¨® Clar¨ªn (recogido por Renacimiento en Gald¨®s, novelista, edici¨®n de Adolfo Sotelo V¨¢zquez, 2020) en sus apuntes para una biograf¨ªa: ¡°De lo que no hay ni rastros en sus novelas es del sol de su patria¡±. Adelantaba as¨ª su lupa el autor de La Regenta: ¡°Ni del sol, ni del suelo, ni de los horizontes; para Gald¨®s, novelista, como si el mar se hubiera tragado las Afortunadas. (¡) Jam¨¢s ha escrito nada que pueda hablarnos de los paisajes de su patria (¡) No sue?a con el sol de sus islas¡ a lo menos en sus libros¡±.
En efecto, quiz¨¢ en sus libros no habl¨® directamente de los paisajes, humanos o pl¨¢sticos, de las Canarias, pero desde chico, esos elementos nutrieron su imaginaci¨®n y movieron su pincel o su pluma, y ni de ¨¦l ni de sus zapatos desapareci¨® la huella canaria. Con su nombre o con seud¨®nimo, su pluma fue veh¨ªculo de sus pasiones insulares mientras estuvo en Las Palmas y en los primeros a?os de su muy larga aventura madrile?a.
Gald¨®s no dijo que al irse de Gran Canaria se hab¨ªa limpiado la arena. Pero ese bulo sirvi¨® a?os despu¨¦s para alimentar la inquina del obispo Pilda¨ªn
En Gald¨®s (premio Comillas, Tusquets 2020) Yolanda Arencibia hace un pormenorizado recuento de esa relaci¨®n del autor de los Episodios Nacionales con Canarias y con sus paisanos transterrados. Gald¨®s particip¨® en tertulias y utiliz¨® su habilidad como cronista para contar desde Madrid su visi¨®n del terru?o.
Dice la autora de su nueva biograf¨ªa que el autor de Miau escribi¨® en las islas s¨¢tira y descripci¨®n, dibuj¨® hechos hist¨®ricos. Y en Madrid se re¨²ne ¡°con todos los canarios¡±, recibe los peri¨®dicos insulares, ¡°que le sirven de materia de discusi¨®n en esas tertulias¡±, y est¨¢ al tanto de lo que pasa en su tierra, cuyo rastro, simb¨®licamente, nunca abandon¨® sus zapatos¡
Es cierto que en 1865 dej¨® de ir a la isla, a la que acud¨ªa los veranos, por una historia de amores contrariados y otras desgracias familiares dif¨ªciles de explicar o superar. Pero en sus suelas sigui¨® intacta la arena insular. Y de Tafira (Gran Canaria) fue la piedra de su finca m¨¢s querida.
Es cierto que en 1865 dej¨® de ir a la isla, a la que acud¨ªa los veranos, por una historia de amores contrariados y otras desgracias familiares
Aun as¨ª, dice Yolanda Arencibia, que ¡°cuando toc¨® renegar de Gald¨®s vino muy bien esa figura de renegado insular que pod¨ªa deducirse de lo escrito por Clar¨ªn¡±. El obispo Pilda¨ªn aprovech¨® la falsedad. Amenaz¨® con excomulgar a los que trabajaron entonces para crear en la capital grancanaria la Casa Museo P¨¦rez Gald¨®s. Hasta tal punto, que escribi¨® a Juli¨¢n Mar¨ªas, que iba a inaugurarla en 1960, para que desistiera de intervenir en el acto.
El fil¨®sofo no le hizo caso. Lleg¨® el obispo hasta Franco, pero el homenaje galdosiano sigui¨® adelante. Ahora la leyenda de que Gald¨®s se quit¨® la arena de las suelas de su zapato se halla atenuada. Pero ah¨ª est¨¢, como la expresi¨®n agrandada de un argumento que, como es natural, no ha podido contra la querencia insular de Gald¨®s ni tampoco, dice Arencibia, ¡°contra la arena imbatible, por ejemplo, de la playa de Las Canteras¡±.
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