¡®Folklore¡¯: Taylor Swift ha dejado de ser circunstancial
Esta mujer nacida en Pensilvania hace 30 a?os ha lanzado el mejor disco de su carrera. Y lo es porque este ¨¢lbum no habla de c¨®mo, d¨®nde y con qui¨¦n ha estado en estos ¨²ltimos meses. Habla de c¨®mo es y qu¨¦ quiere ser hoy
Anunciado con apenas 17 horas de antelaci¨®n, sin ninguno de aquellos anzuelos, referencias semiprivadas, gui?os a sus fans, a sus enemigos y a sus ex tan habituales en cada lanzamiento suyo. Sin jugueteos en redes sociales con todo tipo de expectativas y, sobre todo, sin apenas dar tiempo para las especulaciones, que en algunas ocasiones han hecho que el tiempo que pasaba entre el anuncio de un disco de Taylor Swift y la llegada del mismo fuera lo mejor del disco, ayer por la tarde Folklore ya parec¨ªa otra cosa. Adem¨¢s, la alienaci¨®n de colaboradores anticipaba algo distinto. En el largo est¨¢ Jack Antonoff, que ya ha colaborado con ella en el pasado y que a estas alturas medio mundo ya sabe que, si est¨¢s en casa cocinando paella, va a ser ¨¦l a quien se la des a probar para que te diga qu¨¦ le sobra y que le falta. Jam¨¢s dir¨¢ chorizo. Un genio sensato. Tambi¨¦n Aaron Dessner, miembro de The National, ese grupo que lleva m¨¢s de una d¨¦cada permitiendo a los cuarentones seguir siendo indies sin sentirse mal porque ya no les entran las camisetas que se compraron en el FIB a finales de los noventa, y Justin Vernon (Bon Iver), un tipo que ha transitado de la llorera y el aislamiento forestal a hasta una suerte de Miles Davies del autotune. Se pod¨ªa intuir c¨®mo iba a sonar el disco, pero no dio apenas tiempo a siquiera considerar que iba a ser tan grande.
Se pod¨ªa intuir c¨®mo iba a sonar el disco, pero no dio apenas tiempo a siquiera considerar que iba a ser tan grande
Compuesto en confinamiento y producido en remoto, el octavo largo de Taylor Swift no es ese capricho indie que se dan a veces las grandes estrellas, cuando se cansan de s¨ª mismas o piensan que un mero giro de tim¨®n con la dosis justa de convencimiento es suficiente para mantener la atenci¨®n de sus seguidores. Swift no necesitaba este disco para nada. Le iba estupendamente siendo aquella persona perfecta que insiste una y otra vez en que no lo es, pero que incluso cuando te quiere convencer de que tiene fallos, su discurso es tan, eso, perfecto, que cuesta creerla. No hay ser humano en el mundo del pop tan aparentemente privilegiado y a la vez tantas veces ¡ªalgunas de forma justa, casi siempre de forma injusta¡ª vilipendiada, despreciada y mandada, con todo el paternalismo del mundo, al rinc¨®n de pensar en de qu¨¦ color ser¨¢ el vestido que se ponga esta noche en la entrega de premios que nunca deber¨ªa ganar. Con Taylor Swift, hasta hoy, solo ha habido dos opciones: o la sigues adonde sea, o te aseguras de ir siempre a ese sitio en el que jam¨¢s te la encontrar¨¢s. Los que gustan de tomar la primera decisi¨®n se sorprender¨¢n de d¨®nde les ha llevado en este Folklore (coged una rebequita, que por la noche refresca) y los que se fueron hasta ese sitio en el que jam¨¢s cre¨ªan cruz¨¢rsela van a quedar estupefactos cuando le vean entrar lo puerta, sentarse en la barra y pedir algo muy fuerte.
El ¨¢lbum arranca con The 1, que es tan brillante que logra recordarnos lo mucho que echamos de menos a Regina Spektor. La sigue el primer single, Cardigan. El v¨ªdeo que la acompa?a acumul¨® ayer un mill¨®n de visitas en apenas una hora. El tema no desentonar¨ªa en el Norman Fucking Rockwell de Lana Del Rey, pero como Taylor siempre ha sido de aquellas personas que utilizan el maquillaje para resaltar, no para esconder, le da las riendas musicales de corte al tipo de The National, no a Jack Antonoff, quien produjo el aclamado ¨¢lbum de Lana. El resultado est¨¢ muy cerca de lo que es un tema perfecto. La siguiente, The Last Great American Dinasty s¨ª lo es. Tal vez se trate de la mejor canci¨®n que ha escrito y grabado nunca. Es otra de aquellas historias que tan bien relata la estadounidense, pero en vez de estar construida a base de versos que pueden estamparse en un tatuaje peque?o en el tobillo o una camiseta, se centra en el relato. La voz de Taylor ¡ªaqu¨ª y en todo el disco¡ª hace muchas m¨¢s cosas de las habituales. Jam¨¢s suena plana y jam¨¢s parece que est¨¢ en una clase de OT tratando de impresionar a los jueces para que en la gala le den un tema de Alicia Keys.
Todo el largo se dedica a rodear un ambiente taciturno. Casi siempre se siente c¨®modo ah¨ª, incluso cuando est¨¢ anunciando que quiere salir, como en las magn¨ªficas Invisible string o August, que parece un tema compuesto por Wilson Phillips aquel d¨ªa en que confundieron el frasco de las aspirinas con el de los lexatines. Pausado, orquestado y con detalles de producci¨®n hasta modernos, Folklore se acerca a los dos ¨²ltimos largos de The National, aquellos en que descubrieron que pod¨ªan introducir elementos electr¨®nicos y seguir siendo ellos, pero con menos canas. Si en esos ¨¢lbumes se adivinaban largos debates en el seno de la banda durante sus grabaciones, en este no se ve el m¨ªnimo atisbo de conflicto. Ni siquiera en Exile, el tema en el que aparece Bon Iver. La canci¨®n fluye con una naturalidad sorprendente. Es como si Taylor le dijera: ?has pensado en dejar de querer ser Kanye West con camisa a cuadros y en vez de eso ser Sujfan Stevens cabreado porque le ha tocado el turno de noche?
Menos centrada en s¨ª misma, sin apenas ganas de vengarse de todos (solo en Mad Woman aparece esa Taylor Swift a la que si te cuelas en la fila de pescader¨ªa te hace un tema y te humilla ante millones de fans para los que inmediatamente pasas a ser el causante del conflicto entre Israel y Palestina), m¨¢s narrativa (hay algo incluso springsteeniano en algunos de sus personajes), esta mujer nacida en Pensilvania hace 30 a?os, ha lanzado el mejor disco de su carrera. Y lo es porque este ¨¢lbum no habla de c¨®mo, d¨®nde y con qui¨¦n ha estado en estos ¨²ltimos meses. Habla de c¨®mo es y qu¨¦ quiere ser hoy y, si hay suerte, el resto de su carrera. Taylor ha dejado de ser circunstancial.
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