Las empoderadas del rom¨¢nico
Un curso reivindica el silenciado papel de las mujeres en el arte y la sociedad de la Edad Media
Reinas que han influido en la historia de sus territorios y tejedoras que elaboraban la lujosa ropa que luc¨ªan las grandes damas, se?oras de la nobleza que fundaron monasterios y poderosas abadesas que los gobernaban, promotoras del arte m¨¢s excelso y juglaresas analfabetas. El papel de las mujeres en la Pen¨ªnsula durante la Edad Media fue mucho m¨¢s complejo y variado que el estereotipo que las ha reducido a monjas, arist¨®cratas o menesterosas pecadoras. El curso F¨¦minas, organizado por la Fundaci¨®n Santa Mar¨ªa la Real este fin de semana en Aguilar de Campoo (Palencia), ha reunido a expertos de media docena de universidades espa?olas que han reivindicado el verdadero protagonismo de la mujer en los siglos del rom¨¢nico.
Una de aquellas mujeres fue do?a Menc¨ªa de Lara, primero condesa y, tras enviudar, abadesa del monasterio palentino de San Andr¨¦s de Arroyo -el ca?o de una fuente en el claustro recuerda el origen de su nombre-, que fund¨® en torno a 1180. Do?a Menc¨ªa era, adem¨¢s, ¡°se?ora de horca y cuchillo, por lo que ejerc¨ªa la jurisdicci¨®n civil y criminal en 11 pueblos de la zona¡±, explica el director del curso, Pedro Luis Huerta.
¡°Las mujeres estaban en todos los niveles, aunque hubo figuras excepcionales¡±, dice Diana Pelaz, de la Universidad de Santiago de Compostela. ¡°Hay que desterrar que sus espacios eran solo la casa, o el convento, o el palacio. Es otra de las ideas de oscuridad asociada a la Edad Media¡±. Junto a la rese?ada do?a Menc¨ªa, destaca la noble francesa Leonor de Aquitania que, ¡°ya octogenaria, atraves¨® los Pirineos y viaj¨® a Palencia para decidir cu¨¢l de sus nietas deb¨ªa ser la reina consorte de Francia¡±, a?ade.
Esta estudiosa de la historia de las mujeres matiza que, aunque se trataba ¡°de una sociedad patriarcal, por la mentalidad religiosa, esto no significa que estuvieran completamente oprimidas¡±. ¡°Las vemos esgrimiendo su independencia, quiz¨¢s m¨¢s cuando enviudaban, y las hay que se consagran a la vida religiosa, sin tener que adoptar un r¨¦gimen de clausura¡±. La profesora Pelaz se?ala, adem¨¢s, una cuesti¨®n llamativa: ¡°La indefinici¨®n normativa caracter¨ªstica de la Edad Media jugaba a favor de ellas, por ejemplo, en los gremios¡±. As¨ª ocurri¨® con una pionera como Velasquita Gir¨¢ldez, ¡°fundadora de la cofrad¨ªa de los alfayates [sastres] en Oviedo, en 1232¡±. ¡°El problema ven¨ªa cuando se empezaba a regular, entonces se las dejaba fuera¡±.
Compositoras de m¨²sica culta
Del silencio impuesto a la voz de las mujeres se ocup¨® el medievalista Josemi Lorenzo Arribas. ¡°La Edad Media no tuvo la culpa, han sido las interpretaciones posteriores de los historiadores; el papel de la mujer era un tab¨² cultural que, gracias al feminismo, se ha replanteado¡±. Lorenzo se explay¨® sobre las mujeres a las que, literalmente, se acall¨® en la m¨²sica: ¡°Cuando hay testimonios de compositoras en la m¨²sica culta¡±.
En el plano m¨¢s popular, hab¨ªa trovadoras, juglaresas, que desarrollaban su oficio igual que los hombres: itinerantes, de clase baja y, a veces, analfabetas, lo que no les imped¨ªa memorizar largos romances. ¡°Cantoras, que eran las que ense?aban a cantar los oficios religiosos, y adem¨¢s dirig¨ªan su interpretaci¨®n en los monasterios. Endechaderas, para los cantos f¨²nebres; soldaderas, que cantaban por una soldada¡¡±. ¡°Hay que tener en cuenta que la m¨²sica medieval es casi por completo interpretada con la voz, apenas hab¨ªa instrumentos¡±.
Lorenzo cita a la abadesa Mar¨ªa Gonz¨¢lez de Ag¨¹ero, autora de un planctus (composici¨®n f¨²nebre), como figura que desarroll¨® sus habilidades musicales en el monasterio de las Huelgas, en Burgos, torno a 1300. ¡°Sostengo que es la primera compositora hispana que conocemos¡±. De nuevo la creaci¨®n de normas, en este caso a trav¨¦s de ¡°la polifon¨ªa establecida en los centros acad¨¦micos, frena la actividad femenina¡±. Sin embargo, este investigador coincide con Pelaz en restar negrura a la Edad Media en lo que se refiere a las mujeres. ¡°Entonces ten¨ªan m¨¢s libertad que, por ejemplo, a partir del Concilio de Trento (1545). Y en el XVII, durante el Barroco, su situaci¨®n era m¨¢s terrible¡±.
Velasquita Gir¨¢ldez fund¨® la cofrad¨ªa de los sastres en Oviedo, en 1232
Adem¨¢s de c¨®mo viv¨ªan, el curso se ha ocupado de c¨®mo vest¨ªan. Laura Rodr¨ªguez Peinado, profesora de historia del arte en la Universidad Complutense de Madrid, explica que ¡°la ropa femenina era un trasunto de la masculina¡±. ¡°La t¨²nica o saya era el atav¨ªo fundamental, que se pon¨ªa sobre la camisa, que es la prenda interior¡±. En una sociedad de estamentos, ¡°las clases populares usaban tejidos en lana o c¨¢?amo y se pon¨ªan esas ropas hasta que se les ca¨ªa de vieja¡±. ¡°Usaban tintes, pero de mala calidad, mientras que las clases poderosas, aunque no ten¨ªan un gran armario, pose¨ªan prendas selectas¡±, a?ade. Las damas luc¨ªan ¡°finas lanas y linos, algod¨®n y sedas, tejidos con exquisita decoraci¨®n y colores luminosos¡±.
?Pero qui¨¦nes las elaboraban? Rodr¨ªguez Peinado se refiri¨® al protagonismo femenino en la actividad textil: ¡°Aunque los hombres regentaban los talleres, ellas confeccionaban los vestidos, y hab¨ªa tejedoras con su propio telar y bordadoras profesionales¡±. Mientras, las nobles ¡°bordaban y tej¨ªan¡±, y en algunos casos patrocinaron piezas. Est¨¢ documentado que la estola de Sant Narc¨ªs, en la bas¨ªlica gerundense de Sant Feli¨², fue tejida y bordada por una abadesa, que tambi¨¦n la patrocin¨®.
Ese papel de mecenas en las ¨¦lites propici¨® que se erigieran monasterios cistercienses en la Pen¨ªnsula en los siglos XII y XIII. La profesora Mar¨ªa Concepci¨®n Cosmen, del Instituto de Estudios Medievales de la Universidad de Le¨®n, mencion¨® en su ponencia ¡°hasta 15 cenobios promovidos en la actual Castilla y Le¨®n por reinas, infantas y se?oras¡±. El caso m¨¢s significativo es el de Leonor de Plantagenet, esposa de Alfonso VIII de Castilla, que impuls¨® la joya de las Huelgas.
A estas mujeres que mandaban les gustaba verse representadas en aquello que hab¨ªan costeado. Juan Antonio Ola?eta, de la Universidad de Barcelona, puso como ejemplo el Diurnal de Fernando I y Sancha, de 1055, un lujoso libro iluminado, de uso privado para el rezo, que esta reina leonesa encarg¨® para su consorte. En una de sus escenas, se ve al escriba entregando el regalo al rey mientras mira, con gesto reverencial, a do?a Sancha. Que para eso lo hab¨ªa pagado.
Las mujeres en la catedral de Santiago
Victoriano Nodar, de la Universidad de Vigo, habl¨® de la representaci¨®n de lo femenino en la catedral de Santiago de Compostela, ¡°que se caracteriza por im¨¢genes marginales¡±, de las que destac¨® un capitel en el que una mujer, con gesto de horror, ve c¨®mo dos sapos le succionan los senos mientras intenta sujetar a dos serpientes que la atacan. ¡°Es la representaci¨®n del castigo por la lujuria, un mensaje dirigido a los religiosos para que no cayeran en la tentaci¨®n¡±, dijo. En otros casos, la f¨¦mina sufre una metamorfosis, como se ve en un canecillo en el que, con el pelo encrespado, mira al espectador y exhibe su desnudez, con piernas que acaban en garras. Era otra advertencia de lo que pod¨ªan acarrear ¡°comportamientos libidinosos¡±. Finalmente, tambi¨¦n hay en la decoraci¨®n de la catedral un bestiario femenino de sirenas y arp¨ªas.
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