Francis Montesinos y la glosa del estilo mediterr¨¢neo
Los 50 a?os de trayectoria profesional del modisto valenciano se celebran con una completa y potente exposici¨®n en el museo Muvim
El t¨ªtulo de la exposici¨®n 50 A?os. Valencia, Seda y Fuego en su s¨ªntesis po¨¦tica quiere hacer justicia a muchas cosas y circunstancias. Primero tenemos que hacer un ejercicio de abstracci¨®n (o de m¨¢quina del tiempo virtual) y ver c¨®mo era la realidad social, cultural y pol¨ªtica la Espa?a predemocr¨¢tica en que surgen las aguerridas inquietudes de una generaci¨®n que ni quiere ni puede estar quieta. Y eso no lo explica solamente la sociolog¨ªa o la antropolog¨ªa, la raz¨®n habr¨ªa que buscarla directamente en las personas, en algunas personas que con el tiempo se nos convirtieron en iconos referenciales cantando a su propia libertad expresiva, a su realizaci¨®n humana y cultural, en formas activas de ver un acelerado cambio, un ponerse al d¨ªa que con toda probabilidad hab¨ªa empezado con miedos, reparos, improvisaciones y fracasos y que finalmente se hab¨ªa impuesto con su pujanza y su deseo de asaltar la contemporaneidad.
Se trata de un deseo visceral, de una chispa esencial de lucha y de voluntad, de compaginaci¨®n entre el divertimento, el ¨¦xito y el triunfo, de la diaria prueba experimento-fracaso-eureka. Francis Montesinos (Valencia, 1950) es justamente un producto de ese cruce de est¨ªmulos, quien con 22 a?os abre su primera tienda propia en el Barrio del Carmen transformando un espacio comercial familiar de tradici¨®n en un espacio de moda donde ya se dan cita outsiders y otras literaturas. Pero ?qu¨¦ moda? Pues una moda que no quiere parecerse a lo que se ve y se estila en la provincia, una que quiere saltar hacia una idea un tanto ingenua, pero a la vez muy energ¨¦tica de renovaci¨®n, actualidad y gusto moderno, siendo abanderados de un pop-naif primigenio. Ese mismo a?o en Casa Bella hace Francis un boceto de desfile, de presentaci¨®n de lo propio, de su b¨²squeda, y un a?o m¨¢s tarde, en el Teatro Tal¨ªa, ya hay algunos focos con gelatinas prestadas, un trozo de alfombra roja, m¨²sica estridente y color, mucho color. Est¨¢ naciendo un estilo, pero sobre todo est¨¢ canaliz¨¢ndose una fuerza, una energ¨ªa que debe apuntarse hacia una direcci¨®n espec¨ªfica. Y all¨ª ya estaba presente uno de los rasgos caracter¨ªsticos y esenciales que van a modelar la personalidad (y consecuentemente el estilo) del modista.
Cuando conoc¨ª a Francis hace much¨ªsimos a?os me impact¨® su cercan¨ªa y disponibilidad. Ven¨ªa yo acostumbrado al falso protocolo de pitimin¨ª de que se rodea la Alta Moda y la que pretende serlo, y me encontr¨¦ a un hombre conversador y atento a todas las noticias. Y as¨ª es su moda, informada desde dentro y pidiendo su disfrute. Eso no ha cambiado, es sangu¨ªneo y honesto.
Pasados los a?os, varias aventuras y experiencias nos pusieron otra vez en comunicaci¨®n. Puede resultar enigm¨¢tico, pero con Montesinos la conversaci¨®n informal ya es una reuni¨®n de trabajo. No es que la vida sea una fiesta constante, pero mejor si lo parece. Al plantearme la exposici¨®n Hombres en falda en 2005 (por fin la inauguramos en 2006 en la Casa de Vacas del Parque del Buen Retiro de Madrid y despu¨¦s la llevamos a las Naves de Sagunto y a la Fashion Week de Lisboa, entre otras localizaciones europeas), en las primeras reuniones con Cuca Solana y Macarena Blanch¨®n surgi¨® el nombre de Francis Montesinos como un bander¨ªn de salida, como un motivo fundamental, pues era el valenciano quien primero hab¨ªa apostado en la moda espa?ola por esta prenda, no siempre herencia del kilt escoc¨¦s, como err¨®neamente se dice, sino que ancla su tradici¨®n mediterr¨¢nea en otras prendas de procedencia antigua, y entre ellas, una que no es propiamente una falda pero que lo parece o puede llegar a serlo, el sarag¨¹ells, y que Francis dot¨® de modernidad y variedad.
Las faldas masculinas y los ¡°sarag¨¹ells¡±, muy afollados y en evoluci¨®n formal de Montesinos, fueron el punto de partida de nuestra muestra, y pudimos rescatar prendas de aquellos m¨ªticos a?os setenta y ochenta, algunas hechas especialmente para m¨²sicos, bailarines, actores y para los desfiles, que poco a poco, a medida que iba progresando el estilo del estilista, iban tambi¨¦n creciendo en complejidad esc¨¦nica y de performance. Los adornos florales monumentales, las bandas de m¨²sica de Liria con sus relucientes metales y sus pasodobles, la presencia de figuras del cine y del arte, el gusto por el detalle al relieve, la transparencia para el hombre y la mujer y su inseparable sensualidad, la asimilaci¨®n del avance tecnol¨®gico en los tejidos y en los accesorios, la aparici¨®n de las franquicias y los productos m¨¢s variados, desde perfumes a maletas y alfombras, desde porcelanas a sillones, coloc¨® a Montesinos en un podio propio.
No todo fueron luces. Es lo que tiene la econom¨ªa real cuando trufa los sue?os por inspirados que sean. Pero Montesinos ha sobrevivido emocional y profesionalmente a todo. Dir¨ªa que eso es una demostraci¨®n m¨¢s de su talento, una manifestaci¨®n a la vez muy mediterr¨¢nea y que nos lleva a los tratantes de cipria, seda y lapisl¨¢zuli. Y esto no es jam¨¢s un t¨®pico si estamos tratando de Francis Montesinos, de alguien pegado a ese ¡°gran mar antiguo¡± que dir¨ªa acertadamente David Abulafia y que en el artista que nos ocupa es una constante, un rumor interior de faralaes asim¨¦tricos y en capas elegantes, en mantoncillos de mil hilos y prietos corpi?os.
All¨¢ donde mires en el medio siglo de trabajo de Francis Montesinos, est¨¢ forjada y es poso la tradici¨®n saltando hacia el futuro. No hay traiciones en su est¨¦tica porque responde fielmente un gen de l¨®gica naturalidad. Y es el Sur, pero un sur que no apunta solamente hacia Occidente (lo vern¨¢culo andaluz y sus tipismos contaminantes) sino hacia Oriente, un viaje memorial y pl¨¢stico que pasa por las islas italianas y sigue, casi en un viaje de Odiseo, hacia el m¨¢s com¨²n y sagrado de los or¨ªgenes, el de Magna Grecia, pues es verdad que, a¨²n hoy, somos todos un poco y bastante griegos. La alpargata recreada y los viriles sarag¨¹ells hablan por s¨ª mismos. La exposici¨®n del Musu Valenci¨¤ de la Il.lustraci¨® i la Modernitat (Muvim), comisariada por Jos¨¦ Vicente Plaza, y que estar¨¢ abierta, con entrada gratuita, hasta el mes de diciembre de este mismo a?o, consta de 15 salas, que son (o pueden entenderse) como 15 nichos, 15 refugios, 15 islas con sus mitolog¨ªas propias. Son m¨¢s de 500 piezas, algunas de ellas nunca antes exhibidas en museo, rescatadas de colecciones particulares, de clientas y del propio archivo del artista en que, a la manera de las grandes muestras brit¨¢nicas, se recrea el estudio del modista, su trabajo con grandes fot¨®grafos de nuestro tiempo (de Helmut Newton, Aldo Falai y Christopher Makos a Carrazzoni y Ferrater, entre otros)
Si ya tuvieron sus exposiciones de recapitulaci¨®n o antol¨®gicas figuras de la moda espa?ola hist¨®rica como Crist¨®bal Balenciaga o Pertegaz, iba tocando la hora de las muestras del mismo car¨¢cter y envergadura a los nombres imprescindibles de la generaci¨®n siguiente. En tales gestas, Montesinos es un afortunado, de eso no hay dudas, y est¨¢ aqu¨ª a disposici¨®n de todos un ingente y maravilloso trabajo de medio siglo. Tuvo una gran exposici¨®n en el IVAM (2004) y tiene editado un cat¨¢logo razonado que dentro del quehacer local de la moda espa?ola sigue siendo ¨²nico, un valioso modelo. No basta con hacer moda, sino saber erigirse como paradigma propio de creador-productor y de un estilo. La organizaci¨®n te¨®rica es parte del ¨¦xito.
Montesinos y la danza merecer¨ªan, en su maridaje de d¨¦cadas, una exposici¨®n por s¨ª mismos. No nos olvidemos que el sarag¨¹ells (zarag¨¹elles, en cervantino), quiz¨¢s una prenda proto-valenciana, aunque aparece en la vestimenta tradicional de otros ¨¢mbitos mediterr¨¢neos como Chipre, Grecia, Albania y la Puglia italiana, es un objeto suntuario asociado al folclore, pero no olvidemos tampoco sus inspirados figurines para El Lago de los cisnes cubano.
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