La ¨²ltima luz, el ¨²ltimo exilio
En Montevideo Luz hac¨ªa su vida sin esclarecimiento, pero Mario guardaba con ella secretos que ya nunca m¨¢s iban a decirse
A Luz, la mujer de Mario, se le qued¨® la llave dentro de su ¨²ltima casa en Madrid cuando estaban a punto de tomar el taxi que los llevar¨ªa al avi¨®n en el que iban a hacer su ¨²ltimo viaje a Uruguay. ?l le hab¨ªa instalado a Luz una bombilla roja para avisarle del sonido del tel¨¦fono que ella ya ignoraba por su sordera. Un d¨ªa a Luz tampoco le pareci¨® que la luminaria la avisara de algo, y dej¨® de ocuparse de otra cosa que de mirar a Mario deambular por una casa que ten¨ªa el sello ¨ªntimo, humilde, de la pareja.
Cuando el escritor del desexilio se encontr¨® con su mujer sin llave, sin poder regresar a buscar las maletas, fue como si se instalara en su cara el espejo del limbo. Al fin pudo entrar a la casa. En las paredes del fondo ya no estaban sus notas manuscritas, el papel y el l¨¢piz que fueron sus compa?eros de viaje. Se iba con ¨¦l su minuciosa escritura, su asombrada soledad. En el aeropuerto era ya un hombre mayor que dominaba el asma como un molesto compa?ero, y caminaba haciendo la uve con sus pies cansados. Luz no sab¨ªa casi nada de lo que hab¨ªa sido como sombra e iluminaci¨®n de estas dos vidas que regresaban de un exilio que fue tambi¨¦n una cr¨®nica de sus contratiempos.
En Montevideo Luz hac¨ªa su vida sin esclarecimiento, pero Mario guardaba con ella secretos que ya nunca m¨¢s iban a decirse. Siguieron cantando por dentro sus poemas, hasta que las preguntas que los acompa?aron dejaron de tener las respuestas que al menos daba aquella cara asombrada de Luz, incapaz de ver la bombilla encendida o de recordar el destino de las llaves. Esa muerte, lenta como un martirio, lo dej¨® llorando. ¡°Yo quisiera mirarte recordarte¡±. As¨ª que cuando ella surg¨ªa en la conversaci¨®n su nombre a ¨¦l tambi¨¦n se le iba del rostro, o sea, del alma, la luz que le quedara. Sentado en su mecedora miraba a lo lejos con los ojos que pronto a ¨¦l tambi¨¦n le ser¨ªan ajenos. En el hospital, donde vivi¨® su final, sin conocer ni las respuestas del pasado, Mario se revolv¨ªa rabioso contra quien le quit¨® la alegr¨ªa. Su ¨²ltimo denuesto fue contra ese diablo que ya no pod¨ªa nombrar. Hasta el ¨²ltimo viaje, su decisi¨®n fue vivir contra la oscuridad y a favor de Luz y de la luz.
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