En defensa del premio Espasa
Lo m¨¢s noticioso no ha sido lo m¨¢s destacado: el galard¨®n ha reca¨ªdo en un desconocido y, a menos que el jurado denuncie lo contrario, corre el intolerable riesgo de ser un premio limpio. Lo nunca visto
El lunes pasado la editorial Espasa arruin¨® con un comunicado la ilusi¨®n de miles de lectores: el ganador de su premio de poes¨ªa no es un robot. Muchos so?¨¢bamos con que lo fuera. Llevamos siglos esperando un Homero de silicio que escriba una obra maestra, una verdadera odisea del espacio fruto, por fin, de la inteligencia artificial, un artefacto, en fin, digno de la m¨¢quina de razonar de Ram¨®n Llull o del m¨¦todo para componer relatos de Raymond Roussel. ?Ser¨ªa una estafa? Si el resultado es bueno, no. A muchos de los libros que llenan las librer¨ªas les vendr¨ªa bien pasar por el corrector autom¨¢tico. ?Una humillaci¨®n para los humanos? La misma que supuso la victoria del Deep Blue de IBM sobre Gari Kasp¨¢rov en 1996: ninguna. Como dijo, tirando de lirismo, el campe¨®n mundial de ajedrez: la Luna no es menos enigm¨¢tica porque el hombre haya puesto sus pies en ella.
A la sospecha de que Rafael Cabaliere pudiera ser una m¨¢quina le sigui¨® la de que pudiera ser el pseud¨®nimo de un autor empe?ado en trolear el galard¨®n. Otra ilusi¨®n frustrada: la de que hubiera compuesto sus poemas tomando palabras de aqu¨ª y de all¨¢ (ahora unos gramos de autoayuda, luego un estado de Facebook). Parece que los ha escrito ¨¦l. L¨¢stima. Por un instante pensamos que se trataba, ya que no de un robot, s¨ª al menos de un cruce entre Walter Benjam¨ªn ¡ªque so?aba con escribir un libro compuesto totalmente de citas (esl¨®ganes publicitarios incluidos) ¡ª y Kenneth Goldsmith ¡ªdefensor de la escritura no creativa ¡ª. ?Por qu¨¦ a?adir un texto m¨¢s al mundo si podemos reciclar los que existen?
Cuando se comprob¨® que Alzando vuelo no era fruto de una m¨¢quina ni de un plagiario, sus cr¨ªticos buscaron un nuevo objetivo: las redes sociales. El ganador ha cometido el pecado de tener muchos seguidores en Instagram y Twitter¡ªentre ellos tal vez, ojal¨¢, alg¨²n robot¡ª y la editorial lo habr¨ªa tenido en cuenta a la hora de pagarle 20.000 euros. Como el Capit¨¢n Renault en Casablanca, algunos esp¨ªritus puros parecen haber descubierto que ¡°aqu¨ª se juega¡±. Se olvidan de que el criterio de arrimarse a alguien con muchos folog¨¹ers lleva d¨¦cadas inventado: es el mismo que se sigue a la hora de premiar ¡ªo de publicar¡ª a un novelista superventas, a un presentador de televisi¨®n o a alguien que escribe en EL PA?S. Aviso para investigadores: en un mes se falla el Planeta (buque insignia de la empresa propietaria de Espasa).
Cabe la posibilidad de que el poemario de Cabaliere sea, sencillamente, malo. Habr¨¢ que leerlo para emitir un juicio. Si as¨ª fuera, solo ser¨ªa otro m¨¢s entre tantos libros malos como se premian -o encargan- cada a?o. Parad¨®jicamente, lo m¨¢s noticioso, por infrecuente, no ha sido lo m¨¢s destacado: el Espasa de poes¨ªa ha reca¨ªdo en un perfecto desconocido y, a menos que el ilustre jurado denuncie lo contrario, corre el intolerable riesgo de ser un premio limpio. Lo nunca visto.
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