El museo de la Academia
Hasta la segunda mitad del siglo XX la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando era el lugar donde se aprend¨ªa el oficio
![Sala de Vel¨¢zquez del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con algunos de los yesos que trajo el pintor de Roma.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/22TNENXTUHIW2GUG5DHIRTHE7U.jpg?auth=f62240933ccbc70e311cb524ceaf0eefbfac2558546510e4b4666bfe425c076a&width=414)
Entro por su puerta se?orial los lunes cuando voy a la sesi¨®n plenaria y casi se me olvida la historia intensa y larga del edificio y sus colecciones ¨Cdesde el siglo XVIII¨C, tan cotidiana me resulta ahora. Empec¨¦ trabajando en el deslumbrante archivo de la Academia de Bellas Artes de San Fernando ¨Cen la calle Alcal¨¢ de Madrid, al lado del Casino¨C siendo una joven becaria doctoral: para m¨ª el palacio de Goyeneche y lo que conservaba eran un sancta sanctorum. Ahora, al cabo de los a?os ¨Cdemasiados, parece de repente¨C traspaso la puerta en mi condici¨®n de Acad¨¦mica y el lugar se convierte casi en dom¨¦stico. Hasta me parece normal encontrarme cada lunes con tantas personas insignes de nuestra cultura ¨Cm¨²sicos, arquitectos, artistas, historiadores¡ Los que han sido mis maestros ¨Centre ellos Antonio Bonet, Director Em¨¦rito de la Academia que nos ha dejado hace muy pocos meses¨C se han convertido en mis compa?eros de sesi¨®n, han pasado de formar parte mi d¨ªa a d¨ªa ¨Cla costumbre es implacable.
Sin embargo, este encierro que ha tra¨ªdo la epidemia, este cambio de paradigma en nuestras vidas ¨Cque temo ha venido para quedarse bastante¨C me ha puesto frente a frente con las cosas extraordinarias que daba por hechas. De modo que al traspasar el umbral familiar unos meses cerrado -o casi, pues las instituciones han seguido en marcha, abiertas, trabajando, durante el confinamiento¨C he vuelto a ser la becaria de hace treinta a?os, asombrada frente a la historia y los tesoros de la historia, y he recorrido, embelesada de nuevo, la Calcograf¨ªa ¨Cdonde se conservan las planchas de las estampas de Goya, expuestas para que, sentado, el visitante las pueda saborear. He bajado al taller de vaciados, al cual estoy ahora tan ligada. All¨ª se aprende y se ense?a esta t¨¦cnica escult¨®rica que serv¨ªa para la ense?anza de las bellas artes: un modo de tener estatuas cl¨¢sicas para el dibujo. Es lo fascinante de la Academia de San Fernando: hasta la segunda mitad del siglo XX era el lugar donde se aprend¨ªa el oficio.
Y luego, adem¨¢s de la impresionante biblioteca y el archivo, queda el museo, uno de los tesoros de Madrid, la mejor colecci¨®n de Goya despu¨¦s de la del Prado y albergue de tantas maravillas, entre otros unos espl¨¦ndidos ¡°zurbaranes¡±, Rubens, una excelente colecci¨®n de pintura espa?ola de primeros a?os del XX y un cuadro ¨²nico de Arcimboldo, el pintor de corte de Maximiliano en esa Viena de mediados del XVI, conocida por el gusto hacia los caprichos y los artificios. El cuadro en el museo de la Academia, La primavera, es una obra divertida y bella, prodigio de escondrijos, donde las flores y plantas, ocultan secretos m¨¢s profundos que las trampas visuales que presentan. Las obras de Arcimboldo son tan escasas en el mundo que su presencia en el museo de la Academia ser¨ªa motivo suficiente para acercarse a esta instituci¨®n mucho menos visitada de lo que sus joyas recomiendan. Adem¨¢s, La tirana, en el retrato soberbio pintado por Goya, les est¨¢ esperando descarada. Vengan a vernos: estamos abiertos.
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