Teresa Margolles atrapa el dolor de las ¡®carretilleras¡¯
La artista mexicana denuncia la violencia que sufren las mujeres que cruzan entre Colombia y Venezuela en la muestra ¡®La piedra¡¯
Desde que se dio a conocer internacionalmente con su proyecto de denuncia del narcotr¨¢fico y sus implicaciones, para el Pabell¨®n de M¨¦xico en la Bienal de Venecia 2009, la artista mexicana Teresa Margolles (Culiac¨¢n, 1963) no ha dejado de hablar por los m¨¢s d¨¦biles y explotados, las v¨ªctimas, las mujeres violadas y los ni?os de la calle, materializando en el espacio as¨¦ptico del arte, la injusticia social, la violencia, el miedo y la muerte. Sus proyectos surgen de contextos torturados, de situaciones l¨ªmites que hacen tambalear nuestro entorno protegido e interpelan el p¨²blico desde una puesta en escena contenida, sobria, hasta minimalista, como para reconfirmar que el dolor no necesita aspavientos.
Pese a la emergencia sanitaria, Margolles ha inaugurado, como estaba previsto, el proyecto concebido para Es Baluard, el museo de arte moderno y contempor¨¢neo de Palma de Mallorca. La exposici¨®n La piedra cuenta la historia de las carretilleras, mujeres que armadas de carretillas transportan mercanc¨ªas en el puente internacional Sim¨®n Bol¨ªvar, que marca la frontera entre Colombia y Venezuela. Un trabajo duro, precario, mal pagado y peligroso de por s¨ª que desde el cierre de dicha frontera se ha convertido en una apuesta con el destino. Ahora las carretilleras son trocheras, mujeres que cruzan por la trocha, aquel trozo de tierra de nadie, oculto entre sombras y matorrales. Ellas lo atraviesan cargando fardos e incluso enfermos, a menudo m¨¢s pesados que su propio cuerpo.
Margolles empez¨® a interesarse ¡°en lo que ocurr¨ªa no solo sobre, sino tambi¨¦n debajo y alrededor del puente¡± mientras preparaba Estorbo, su primera exposici¨®n individual en el MAMBO, el Museo de Arte Moderno de Bogot¨¢. ¡°Cada viaje que realic¨¦ entre 2017 y 2019 a C¨²cuta, en el conf¨ªn de Colombia con Venezuela, era mayor el aumento de mujeres que cruzan la frontera y decid¨ª trabajar con ellas en una serie de acciones documentadas en v¨ªdeo y fotograf¨ªa¡±, explica Margolles, consciente de la importancia de se?alar y dignificar la presencia y mano de obra femenina, la m¨¢s invisible y vulnerable, en un lugar tan peligroso.
La imagen que ocupa toda una pared de la sala, retrata aquellas mujeres, las mismas cuyos escuetos testimonios se pueden escuchar en la instalaci¨®n sonora que acoge el visitante. ¡°Les ped¨ª que formaran una l¨ªnea frente a mi c¨¢mara con su instrumento de trabajo, la carretilla de metal, uniendo llanta con llanta para hacer un bloqueo en la carretera deteniendo por un momento, el tr¨¢fico¡±, recuerda Margolles. Delante de aquel retrato de mujeres de labios cerrados y rostros prematuramente envejecidos, una piedra de 60 kg. simboliza el peso m¨¢ximo que pueden cargar por los inestables caminos de la trocha. Resulta inevitable preguntarse que habr¨¢ sido de ellas, mientras el est¨®mago se encoge al pensar que ojal¨¢ no se hayan encontrado en medio de un tiroteo, una balacera le dicen all¨ª.
Viene precisamente de un asesinado, la tela empapada en sangre que Margolles se trajo de su ¨²ltimo viaje a Colombia y que utiliz¨® para realizar la sobrecogedora performance inaugural. No fue f¨¢cil realizar algo as¨ª en plena emergencia Covid, pero con la colaboraci¨®n de la directora del museo y comisaria del proyecto, Imma Prieto, lo logr¨®. ¡°Era muy importante que quienes realizaran la performance, fueran mujeres migrantes venezolanas. Prieto encontr¨® dos maestras desempleadas y una ingeniera que trabajaba de tour-operador en la isla. Ya en Mallorca, buscamos juntas a trav¨¦s de Internet, a venezolanas que se dedicaran a la prostituci¨®n, ya que era vital tener tambi¨¦n su testimonio¡±, explica la artista.
Debido al protocolo impuesto por la pandemia la performance se realiz¨® ante grupos de 10 espectadores, que entraban en la sala cada 15 minutos. ¡°La acci¨®n, que no se detuvo nunca durante hora y media, consist¨ªa en sumergir billetes de 100 bol¨ªvares, que al cambio actual equivale a 29 c¨¦ntimos de euro, en el agua donde remojamos la tela ensangrentada. Los billetes h¨²medos eran pegados met¨®dicamente en el muro del museo, como si se realizara una autopsia, de izquierda a derecha y de arriba abajo, uno tras otro, verticalmente, con el rostro del libertador Sim¨®n Bol¨ªvar hacia el frente¡±, cuenta Margolles que empez¨® su andadura con el colectivo SEMEFO (Servicio Mexicano Forense) y trabaj¨® durante a?os en las morgues, estableciendo una relaci¨®n casi ¨ªntima con los cuerpos abusados y los fluidos corporales, que utiliza en sus obras para denunciar las huellas imborrables que la violencia y los continuos asesinados dejan en las sociedades latinoamericanas.
En Es Baluard se pegaron 1486 billetes y mientras una mujer los adher¨ªa a la pared, otra pasaba la tela ensangrentada sobre el muro y las dem¨¢s mojaban los billetes. Todas intercalaban las acciones, mientras hablaban con el p¨²blico. Fue simple, claro, contundente y al mismo tiempo profundamente emotivo, por el formato no hubo aplausos finales pero la gente sal¨ªa claramente tocada.
Ahora, los billetes pegados y el v¨ªdeo de la acci¨®n forman parte de la muestra, abierta hasta el 28 de marzo, que constituye un alegado contra la intolerancia y la peligrosa indiferencia, para que no se olviden las peque?as historias privadas de dolor y lucha, que merecen respeto y atenci¨®n y en cambio son una verg¨¹enza para toda la humanidad.
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