Los ¨²ltimos d¨ªas de la gran capital celt¨ªbera
Los arque¨®logos reconstruyen, tras cinco campa?as de excavaci¨®n, el final de una ciudad fortificada que se enfrent¨® a las tropas de Roma
¡°Aquel a?o estall¨® una guerra muy grave en la Hispania Citerior ¨Clos celt¨ªberos hab¨ªan reunido hasta 35.000 hombres, n¨²mero hasta entonces jam¨¢s alcanzado¨C y [el militar y pol¨ªtico romano] Q. Fulvio Flaco mandaba esta provincia, y habiendo o¨ªdo que la juventud de los celt¨ªberos se armaba, reuni¨® tambi¨¦n ¨¦l tantas [tropas] auxiliares cuantas pudo de los pueblos aliados¡±. As¨ª relataba el historiador romano Tito Livio c¨®mo se fragu¨® la derrota del pueblo celt¨ªbero y la destrucci¨®n de m¨¢s de un centenar de sus asentamientos y ciudades fortificadas durante las campa?as de los generales Quinto Fulvi...
¡°Aquel a?o estall¨® una guerra muy grave en la Hispania Citerior ¨Clos celt¨ªberos hab¨ªan reunido hasta 35.000 hombres, n¨²mero hasta entonces jam¨¢s alcanzado¨C y [el militar y pol¨ªtico romano] Q. Fulvio Flaco mandaba esta provincia, y habiendo o¨ªdo que la juventud de los celt¨ªberos se armaba, reuni¨® tambi¨¦n ¨¦l tantas [tropas] auxiliares cuantas pudo de los pueblos aliados¡±. As¨ª relataba el historiador romano Tito Livio c¨®mo se fragu¨® la derrota del pueblo celt¨ªbero y la destrucci¨®n de m¨¢s de un centenar de sus asentamientos y ciudades fortificadas durante las campa?as de los generales Quinto Fulvio Flaco y Tiberio Sempronio Graco (siglo II a. C).
Ahora, el libro El oppidum celt¨ªbero-romano de Los Rodiles, escrito por Mar¨ªa Luisa Cerde?o Serrano (Universidad Complutense de Madrid), Marta Chord¨¢ P¨¦rez (Centro de Estudios Celtib¨¦ricos de Segeda), Teresa Sagardoy (Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha) y Emilio Gamo Pazos (Museo Nacional de Arte Romano de M¨¦rida), y de pr¨®xima aparici¨®n, reconstruye, a trav¨¦s del estudio de los materiales extra¨ªdos en cinco campa?as de excavaci¨®n, la historia de una de estas poblaciones. Era uno de las m¨¢s grandes asentamientos, una especie de capital sin nombre conocido y que se ubicaba sobre un cerro del actual t¨¦rmino de Cubillejo de la Sierra (Molina de Arag¨®n, Guadalajara). Se trataba de una poblaci¨®n fortificada elevada (oppidum) que dominaba una gran ¨¢rea estrat¨¦gica, entre Guadalajara y Zaragoza. La publicaci¨®n revela ahora c¨®mo fue creada, con qu¨¦ se alimentaban sus pobladores, qu¨¦ vajillas o armas empleaban y hasta c¨®mo ardi¨® a causa de la guerra.
El aislado cerro de Cubillejo llam¨® la atenci¨®n de los especialistas porque ocupaba una posici¨®n central en la antigua Celtiberia, se alzaba pr¨®ximo a explotaciones mineras y se ubicaba en medio de una feraz llanura. Adem¨¢s, parec¨ªa ser de los m¨¢s grandes de la zona (unas cinco hect¨¢reas) y suger¨ªa un ¡°monumental sistema defensivo y un interesante urbanismo, que seguramente actu¨® como n¨²cleo vertebrador de la comarca¡±.
El oppidum se extend¨ªa sobre una meseta escalonada en tres niveles y de un kil¨®metro de largo por unos 320 metros de ancho. Estaba formado por tres murallas conc¨¦ntricas ¨Dde entre 1,5 y 2 metros de ancho¨D con, al menos, tres grandes torres defensivas. La que ocupaba la parte superior era de car¨¢cter cicl¨®peo y proteg¨ªa una acr¨®polis de unos 8.000 metros cuadrados. Correspond¨ªa a la parte m¨¢s antigua de la ciudad.
Pero al excavarla, los arque¨®logos descubrieron dos sorprendentes niveles de ocupaci¨®n sucesivos, entre el siglo III a.C. y el I a.C. La pregunta fue entonces clara: ?por qu¨¦ fue habitada dos veces? Pronto hallaron las huellas del gran incendio que la asol¨®.
Este oppidum ¡°de grandes dimensiones¡±, se fund¨® en el III a.C. ¡°porque en ese momento los celt¨ªberos est¨¢n llevando a cabo un proceso de concentraci¨®n poblacional y se necesitaban lugares con capacidad para convertirse en el centro de la zona rural circundante dedicada a la explotaci¨®n agropecuaria¡±, explica Cerde?o Serrano, profesora titular del Departamento de Historia de la Complutense. Por ello, erigieron tambi¨¦n importantes ¡°defensas cicl¨®peas que demostrasen el papel preponderante que pod¨ªan jugar en el entorno¡±.
Y as¨ª, aproximadamente, se mantuvieron durante un siglo, hasta que los romanos iniciaron una gran operaci¨®n militar contra los siempre rebeldes celt¨ªberos. ¡°Las fuentes escritas cl¨¢sicas refieren operaciones en el entorno del Sistema Ib¨¦rico desde comienzos del siglo II a.C. a partir de la entrada de Cat¨®n, pero hablan de la destrucci¨®n de poblados especialmente durante las campa?as de Fulvio Flaco y Sempronio Graco¡±, detalla Gamo.
De hecho, los rastros de estas empresas b¨¦licas se reflejan en la recuperaci¨®n de ¡°elementos met¨¢licos romanos de gran inter¨¦s hist¨®rico y cronol¨®gico¡±. El primero fue un proyectil de plomo perteneciente a una honda, encontrado en la ladera oeste del cerro. En la excavaci¨®n se desenterr¨® tambi¨¦n un escudo (scutum) de hierro formado por una placa met¨¢lica curva con sendas aletas trapezoidales y una jabalina (pilum) de hierro.
La destrucci¨®n afect¨® a toda la ciudad. ¡°Durante las excavaciones y sondeos ha quedado atestiguada la presencia de un incendio entre los dos niveles de ocupaci¨®n, asociado a la destrucci¨®n del poblado. Se constat¨® que los suelos de cal blanca de la ¨²ltima fase estaban asentados sobre un relleno de piedras que nivelaba el terreno y que, en realidad, eran las piedras arrasadas de la muralla sur. Hab¨ªa sido desmantelada en horizontal, como una nivelaci¨®n que sellaba la ocupaci¨®n antigua y un potente nivel de carbones y cenizas¡±, asevera Cerde?o.
Los objetos personales abandonados por los celt¨ªberos se han plasmado en el descubrimiento de vajillas de mesa, cuencos de pastas depuradas, jarras de paredes rectas con profusas decoraciones, copas caliciformes y crateriformes¡ Adem¨¢s, de tres f¨ªbulas, dos de ellas encontradas en una habitaci¨®n de la acr¨®polis y fechadas entre los a?os 140-70 a.C.
Tras la destrucci¨®n volvi¨® la vida. Pero la nueva ciudad ya no ser¨ªa igual a la anterior. Los expertos han determinado que pose¨ªa, ya con el dominio romano, una ¡°planificaci¨®n urban¨ªstica diferente a las conocidas antes, articulada por largos muros longitudinales que delimitaban grandes espacios. Todo ello parece definir grandes manzanas rectangulares o cuadrangulares limitadas por calles¡±.
Finalmente, este enclave se abandon¨® en el siglo I a. C., tras las guerras de Sertorio. En ese momento, ¡°el abandono forzado de los poblados fue un hecho generalizado en toda Celtiberia y seguramente ocasion¨® cierta dispersi¨®n poblacional aunque, en nuestro caso, los territorios no se abandonaron del todo¡±, apunta Gamo.
Luego, entre finales del siglo I a. C. y la ¨¦poca tardorromana (siglos III-V d. C.), la poblaci¨®n ocup¨® la villa romana de La Vega, situada a junto al viejo oppidum, y all¨ª se mantuvo hasta ¨¦poca visigoda (siglo VI). Una necr¨®polis de esa ¨¦poca a 200 metros del antiguo oppidum lo atestigua.